Por primera vez más de veinte internos del penal Cristo Rey de Cachiche, en Ica, se graduaron como diseñadores de modas. La fundación Chio Lecca les brindó una capacitación de año y medio que concluyó con un desfile dentro de la cárcel. El taller, las telas y las máquinas de coser se han convertido en su escape.,En el rincón del taller de confección, debajo de una ventana abierta, luminosa, enrejada, Segundo Álamo plancha un pantalón sin decirle a nadie de lo que se acaba de enterar: en tres días se va de la cárcel. A las 9:30 de la mañana, desde un teléfono público del penal Cristo Rey de Cachiche, en Ica, esos que cobran un sol por cuatro minutos, habló con su esposa, que vive en Lima. Saldrá en libertad después de seis años, dos mil días, 52 mil horas de haber sido recluido por el delito de microcomercialización de drogas. Segundo, "El viejo", dice que fue un error, que solo hacía una carrera de taxi, que la policía encontró un papel amarillo con una dirección en su carro, que el pasajero nunca lo acusó de ser su cómplice. Pero está allí, en el taller de confecciones del penal, planchando el pantalón azul que él cosió y que usará en cinco horas, las mismas que pasaron desde que su esposa le contó la decisión del Poder Judicial. Segundo, 70 años, ex agente de seguridad, ojos aguados, rostro seco, da una palmada: "¡Me desmayo de alegría!". Cuando entró a la cárcel no quería contar los días. Ahora tampoco lo hace. "El viejo", ex delegado del pabellón uno, pronto se olvidará de que los días se inician a las seis de la mañana y acaban a las nueve de la noche; de los internos dormidos en el suelo, de los colchones con presos apiñados, de las peleas, los insultos, de los baños compartidos en la celda. En este penal creado para albergar a solo mil 400 internos viven más de 4 mil 200, según cifras del Instituto Nacional Penitenciario (INPE). El lugar que abandonará Segundo tiene una sobrepoblación de casi 200 %. Eso no extrañará. Lo único que recordará —asegura señalando los otros rincones del taller— será a los internos que también cosen, diseñan, confeccionan, y manipulan las máquinas de coser. "Los quiero como si fueran mis hijos". Nuevos diseñadores Uno de los primeros maestros del taller fue un interno. Luis Huanay Rodríguez, el "Chino", lleva una cinta métrica en el cuello y un polo con dibujos de autos sonrientes. Desde el 2013 cumple con una sentencia de quince años por tráfico ilícito de drogas. En aquel momento, los medios regionales lo describían como uno de los "tres músicos de cabellera larga capturados en Villacuri (Ica) con cerca de 80 kilos de droga". Ahora, Luis, con cabello corto, encargado del taller, elegido como el mejor alumno del año, asegura que la droga era de su hermano. El "Chino" ha sido músico, costurero y, desde que llegó al Cristo Rey de Cachiche, el guía para los noventa internos que comenzaron en este centro de confección. Sin embargo, hace un año y medio, un nuevo equipo de voluntarios se sumó a esta labor de resocialización. La fundación Chio Lecca —en convenio con el INPE— ha dictado talleres de Diseño de Modas y Manualidades en el establecimiento penitenciario. Los vestidos de flores, con encajes, de colores vivos, la confección de blusas, lencería, ternos, pantalones, carteras están detrás de las rejas. "Los muchachos son más detallistas y perfeccionistas que las mujeres", dice Milagros Zarbe, una de las maestras voluntarias del programa "Moda con Amor". Desde el año pasado, 22 hombres acusados de robo, violación, tráfico de drogas y otros delitos se sientan frente a las máquinas de coser, a las remalladoras, a las mesas de confección para convertirse en los primeros internos graduados en el taller de Diseño de Modas. El martes la fundación les entregó sus certificados. Las prendas que elabora el "Chino" llegan hasta sus familiares en Huancayo. En tres años ha enviado 200 polos. Enrique Choque Guerrero, 51 años, acusado del delito contra el honor sexual, repara la ropa de otros internos. A cambio de diez soles, arregla pantalones, camisas y polos. "¡Ya llegó el sastre!", gritan los presos cuando aparece. Julio César Hinojosa, "Chapita", confecciona productos a pedido para los pabellones. Hace cortinas, vestimentas para los villancicos y uniformes para el desfile militar en la cárcel. "Chapita", 26 años, habla con los brazos hacia atrás, ocultando el tatuaje que dice Jairo, su hijo de dos años y un mes, que no vio nacer porque siete meses atrás lo encarcelaron por robar una cámara en la bajada de Armendáriz en Miraflores. Cuando ingresó al penal, se incorporó al taller, lleva terapia psicologica y es beneficiario-según dice- de la redención de pena por trabajo: cinco días de labor equivale a uno en la cárcel (5x1). Calcula que saldrá en julio próximo. En los establecimientos penitenciarios se imparten 246 talleres productivos (zapatería, cerámica, eletricidad, etc.). Los internos ingresan de manera voluntaria y pagan, en el caso de confección, cuarenta soles mensuales por el mantenimiento de las máquinas y otros gastos del Inpe. Los 22 diseñadores de Cachiche, el primer penal con el programa de Chio Lecca, han pasado por retiros espirituales, terapias psicológicas y presentan buena conducta. Inician sus labores a las 9:30 de la mañana, firman asistencia, almuerzan, rezan juntos y salen a las cuatro de la tarde. "Cuando nos dicen para salir al taller, queremos ir volando. Acá se respira aire puro, tranquilidad", dice José Chiroque, mientras humedece un hilo de coser en sus labios. Este taller, donde se criaban gallinas y cuyes, tiene seis remalladoras y doce máquinas de costura recta, una imagen de la Virgen de Guadalupe, otra de San Martín de Porres y un póster de Ni Una Menos. Hay maniquíes, un almacén con retazos de tela, radio, DVD y un televisor donde los internos ven -en horas de clase- los desfiles de alta costura de Chanel y Victoria's Secret. El último martes, el televisor estaba apagado. Segundo Álamo planchaba su pantalón azul. Eran las dos de la tarde y nadie en el taller almorzaba. Aquel día, por primera vez, las prendas confeccionadas por los internos iban a exhibirse en un desfile dentro del penal. Moda en la cárcel También era la primera vez que, durante su encierro, los diseñadores veían el cielo de noche. "En los pabellones tenemos toldos", decía "Chapita". "A esta hora estamos durmiendo", contaba José Chiroque. Luces. Pasarela roja. Globos de helio. Música de Bryan Adams. Flashes. La losa del penal Cristo Rey de Cachiche se convirtió en un escenario de moda. Las jóvenes modelos, que han participado en eventos como el Lif Week, recorrían el camino alfombrado, mientras el maestro de ceremonias —uno de los internos— describía sus vestimentas: "Trajes de vanguardia", "Temporada primavera-verano", "Colección Libertad". Todos aplaudían: los familiares, los representantes de Chio Lecca Fashion School, del Inpe, los diseñadores, vestidos de negro, en primera fila. Cerca de los internos, y detrás de los vestidos, están las diseñadoras voluntarias que conseguían telas donadas y que una vez a la semana, o al mes, aparecían en este penal de reos primarios y reincidentes. La "miss" Sandra Pablo no sabe qué delitos cometieron sus alumnos. "No les he preguntado. Son seres humanos que quieren superarse". Shirley Rojas, coordinadora de la Fundación Chio Lecca, dice que "el motivo queda con el juez, con su abogado, con el compañero de celda". Alicia Manrique, de 23 años, a quien los internos le regalaron una carta de agradecimiento, se acaba de enterar de los delitos. "Yo les digo: Si juzgáramos a todo el mundo, en vez de casas hubiera cárceles. Olviden el pasado, sigan adelante". Edward Gavilán, jefe del área de trabajo del penal, dice que desde este año, Ica será un taller piloto autosostenible: será el centro de confeccioness de la región Lima del Inpe. Aquel martes, durante la clausura del programa, los internos saltaban sobre la pasarela, sacudían su certificado de diseñadores de modas, juraban que al salir trabajarían en el área de confección. Segundo Álamo decía que empezará a usar las máquinas de su casa. Allí, donde hoy puede ver su foto en el periódico.