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Domingo

Aleyda Leyva: El camino de una buena maestra

La profesora chiclayana fue incluida en la lista de los 50 mejores docentes del mundo gracias a una estrategia que incluye elementos lúdicos en la enseñanza. También busca visibilizar la artritis reumatoide, la enfermedad rara que padece desde los seis años. “Vivo con limitaciones –dice–, pero puedo aportar e inspirar”.

La profesora Leyva en una de las aulas vacías del Colegio Peruano Español de Chiclayo. Fotografía: Clinton Medina.
La profesora Leyva en una de las aulas vacías del Colegio Peruano Español de Chiclayo. Fotografía: Clinton Medina.

Es la noche del martes 14. Después de una jornada agotadora que, además de clases virtuales, ahora incluye entrevistas y enlaces en vivo –porque acaba de ser incluida entre los cincuenta docentes más destacados del mundo–, la profesora de Ciencias Sociales, Aleyda Leyva, contesta el teléfono desde Chiclayo, su ciudad natal, y se sorprende como si acabara de recibir el anuncio. “Ay, no te imaginas –dice al otro lado de la línea–, estoy viviendo un vaivén de emociones. Primero me inquietó un poco esta exposición, pero luego me senté y dije: ‘Ok, voy a emplearla para hablar sobre mi historia’. Tengo artritis reumatoide, hay días en que el dolor me paraliza, vivo medicada, pero desde esas limitaciones puedo aportar e inspirar a otras personas con una realidad similar a la mía”.

La artritis reumatoide está considerada entre la lista de enfermedades raras o huérfanas (ERH), pero cuando se la diagnosticaron, a los seis años, era un mal inconcebible en la infancia. El dolor surgió de manera repentina y, para aplacarlo, los médicos le realizaban infiltraciones que no daban resultados. Aunque permaneció hospitalizada y en observación durante un mes, tampoco podían encontrar explicaciones. “Eso nos desconcertaba –recuerda la docente–. Pasamos casi seis años en la búsqueda de un diagnóstico. La enfermedad no era considerada para niños, de manera que recibí el tratamiento muy tarde, en la adolescencia. Al inicio recurrí a los corticoides hasta que un especialista tomó mi caso y determinó que padecía artritis reumatoide juvenil”. Una condición de etiología desconocida que afecta a menores de 16 años, provoca inflamación y rigidez de las articulaciones; y que, durante la etapa escolar, hizo llorar tantas veces a Aleyda Leyva.

“A esa edad, una se pregunta por qué no es como las otras niñas –comenta–. Además, se me hacía difícil la adaptación porque empecé tratamientos fuertes que incluían una quimioterapia oral. Luego, en la vida universitaria, hubo que lidiar con las carencias económicas. Sin embargo, me había enfocado en hacerme de un nombre, en demostrar que mi condición no me iba a definir”. Estudiaba en la Pedro Ruiz Gallo, la única universidad nacional de Lambayeque, hasta donde viajaba todos los días durante veinte minutos. Había días en que el dinero no alcanzaba para el pasaje, de modo que dependía de los buses universitarios. A veces, incluso, volvía a casa caminando. Esa fue su rutina durante más de cuatro años, cuando empezó a practicar en instituciones de educación básica regular y en colegios no escolarizados.

Dictaba en bases del cuartel de Pimentel y Lambayeque. La mayoría de sus alumnos eran quechuahablantes o awajunas. Fue en esas aulas donde, de manera experimental, empezó aplicar una estrategia de aprendizaje que traslada el potencial de los juegos al ámbito educativo y con la cual se hizo acreedora a sus tres primeros reconocimientos (de los diez que cuenta en la actualidad).

Como jugando

“La técnica se denomina gamificación, pero en ese momento ni siquiera lo sabía –apunta la docente–. En Latinoamérica no se emplea mucho y, de hecho, no hay difusión al respecto. De hecho, yo la conocí como tal hace seis años y desde entonces la vengo aplicando”. Como muchas de las clases tradicionales no siempre tienen la motivación y atención del estudiante, la gamificación se presenta como una alternativa amigable. Su origen se encuentra en el sector empresarial, pero su evolución salpicó al mundo de la educación y ahora tiene éxito en las metodologías de formación por su carácter lúdico. Sus objetivos son prometedores: busca incrementar la motivación, facilita la interiorización de conceptos y, sobre todo, permite el autoconocimiento del estudiante. La gamificación lo persuade a convertir una simple tarea en un reto atractivo.

Por ser una de las pioneras de esta técnica en el país, la séptima edición del Global Teacher Prize 2021 –considerado el Nobel de la Enseñanza– seleccionó a la profesora Leyva entre ocho mil candidaturas. Su propuesta en particular es atractiva porque despliega una narrativa atrapante de sucesos (storytelling) para generar conocimiento. Con ella, sus estudiantes se han convertido, por ejemplo, en diseñadores de la primera ciudad alienígena del planeta, en viajantes del tiempo que defienden las riquezas del Perú, en diseñadores de moda basados en la iconografía precolombina o en periodistas que entrevistan en exclusiva a los incas y reyes.

“Mi proceso usa estas narrativas para contrarrestar dificultades estudiantiles, ya sea de socialización, autoestima o diálogo asertivo –añade la docente–. Asimismo, la gamificación siempre está orientada a resolver un problema del entorno mediante la realización de un producto con enfoque de soluciones. En una experiencia reciente, los estudiantes se convirtieron en científicos para abordar la contaminación ambiental e idearon una calculadora de dióxido de carbono, con la cual podemos averiguar cuánto CO2 producimos y cuántos árboles deberíamos plantar para contrarrestar ese daño”. La falta de empatía sobre su condición –comenta Leyva– la ha privado de masificar esta propuesta y de ejercer en instituciones públicas (labora en el Colegio Peruano Español de Chiclayo).

“La enfermedad tiene días buenos y malos. Además, es difícil encontrar un lugar que acompañe y comprenda que no voy al mismo ritmo que el resto, aunque tenga la capacidad. De todos modos, esta tribuna me sirve para sensibilizar a la comunidad estudiantil y contribuir en la formación de personas más empáticas”. La maestra habla, entonces, de la discriminación de la que alguna vez fue víctima: “Muchas veces en la calle me han gritado coja o me han apartado por el mal que padezco. Han negado mi autonomía. Al principio, eso me sacaba lágrimas, pero mi familia ha sido mi soporte. Incluso alguna vez un padre de familia se acercó a mí y me consultó: ‘Hay una reunión con una profesora cojita, ¿usted la conoce?’, y no sabía que era yo. Estas situaciones ahora son una oportunidad de demostrar que soy más que eso, que me pueden definir otros aspectos”.

Además de estructurar el plan de educación remoto de su institución, uno de los últimos retos de Aleyda Leyva ha sido abordar los micromachismos y la igualdad de género con sus estudiantes mediante la técnica de gamificación. ¿Cómo se les habla a los niños sobre las acciones o comportamientos sutiles que denotan el dominio masculino en la vida cotidiana? ¿Cómo se aborda la igualdad de derechos y oportunidades a través del juego? “Es una apuesta grande –cree la maestra–, pero tenemos que ver lo que ellos ven, leer lo que ellos leen y escuchar lo que ellos escuchan. Propio del contexto familiar, donde no siempre se habla de estos aspectos, es que tampoco se identifican las acciones o hechos machistas. Mi enfoque busca el fomento del liderazgo femenino y la deconstrucción de los varones tras ver un anime, una película. Eso se irradia a la familia”.

Si gana el Global Teacher Prize, la profesora Leyva ha prometido poner en marcha tres centros de innovación escolar de vanguardia con instalaciones STEM. Son espacios que sueña desde que pisó un aula por primera vez, en su época de practicante, y con los que apunta a reducir las tasas de abandono escolar que fatigan al país.