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Domingo

Myriam Pajuelo: Un asteroide lleva su nombre

La astrónoma peruana Myriam Pajuelo tiene su propia roca espacial. La Unión Astronómica Internacional (IAU) bautizó esta semana un asteroide con su apellido. La también docente de la PUCP dice que observar los cuerpos celestes puede darnos muchas respuestas sobre el origen del cosmos.

La doctora Pajuelo lleva años estudiando a los asteroides, que serían los restos de esa gran explosión que originó el sistema solar. Crédito: Marco Cotrina
La doctora Pajuelo lleva años estudiando a los asteroides, que serían los restos de esa gran explosión que originó el sistema solar. Crédito: Marco Cotrina

Es una tradición entre los astrónomos bautizar los cuerpos celestes descubiertos en la galaxia. Les ponen nombres a cometas, estrellas, planetas, asteroides como si se tratara de hijos. Los pueden llamar como seres mitológicos, como una banda de rock o ponerles sus apellidos. Las posibilidades son infinitas, sin embargo, será la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) la que tendrá la última palabra y reconocerá estas denominaciones.

Al primer asteroide descubierto en 1801 le pusieron Ceres en honor a la diosa romana de la agricultura y la fecundidad. Actualmente, la IAU ha catalogado cerca de un millón de estas rocas espaciales, pero no todas han sido bautizadas. Pasarán años para que los asteroides tengan derecho a un nombre y esto solo si se comprueba que tienen una órbita definida.

En 2001, por ejemplo, el Observatorio Lowell de Búsqueda de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA, en Estados Unidos, descubrió el asteroide 2001 OX62. Veinte años después, esta semana, la IAU decidió cambiar su frío nombre numérico para llamarlo 37309 Pajuelo. La noticia transcendió en el Perú porque el asteroide fue bautizado así en honor a la astrofísica peruana Myriam Pajuelo, que lleva años estudiando a estos cuerpos rocosos que tienen información sobre el origen del cosmos.

“No me lo esperaba”, dice la también docente de la facultad de Física de la Pontificia Universidad Católica (PUCP) y agrega que este tipo de reconocimiento la hace sentir a la par de cualquier científico de primer mundo: “Cualquier persona que se dedica a estudiar el universo quiere su asteroide. Conozco a varios astrónomos franceses y estadounidenses que tienen el suyo”.

Se sabe que su roca espacial orbita entre Marte y Júpiter, en el cinturón principal de asteroides del sistema solar, y donde se encuentran también 4749 Led Zeppelin, 128036 RafaelNadal, 12927 Pinocho, entre muchísimos más, y, donde también orbita el asteroide 36352 ErickMeza, nombrado también esta semana en referencia al investigador del Observatorio Astronómico de Moquegua, Erick Meza.

Mirar al espacio

En su adolescencia, lo más cercano que la profesora Pajuelo había estado cerca de las estrellas fue cuando veía la serie Cosmos de Carl Sagan. Luego, cuando se decidió por una carrera universitaria, estudió primero arquitectura, que abandonó a los tres años para matricularse, después, en la facultad de Física de la PUCP. Su carrera no empezó estudiando astronomía, porque no existe una facultad especializada en el país.

Su real interés en estudiar los cuerpos celestes surgió cuando ya era una docente universitaria y le tocó dictar el curso de cosmología a estudiantes de estudios generales. Tenía alumnos de letras a los que debía acercar conceptos científicos sin que parezcan aburridos. “La gente suele pensar en la ciencia como algo que no tiene que ver con uno y la cosmología nos atañe de manera muy cercana, explora cómo nace todo y eso nos incluye”, dice Pajuelo que tiene un doctorado en Astronomía y Astrofísica por el Observatorio de París, Escuela Doctoral Ile de France.

Su especialización se fue dando de a pocos. En 2005 formó un pequeño grupo de astronomía con sus alumnos, quienes se movieron rápidamente para organizar charlas y sesiones de observación en el único telescopio que tenía la universidad. Al año siguiente, la profesora Pajuelo ya era seguidora de las actividades de la IAU y recuerda con claridad que en ese momento se debatía la definición de lo que era un planeta.

El astrónomo uruguayo Gonzalo Tancredi sostenía que Plutón no cumplía con todos los requirimientos para considerarse un planeta a cabalidad y, tras varios días de discusión, fue reclasificado como un planeta enano. “Me sorprendió que un grupo de astrónomos sudamericanos inclinaran la balanza ante la IAU. Había mucha presión porque Plutón siga siendo un planeta porque fue descubierto por un norteamericano. Le escribí a Tancredi y lo invité a una charla virtual para mis alumnos”, dice Pajuelo.

Al poco tiempo, sería ella la invitada a un taller de ciencias planetarias en Uruguay, donde enseñarían a usar los datos de las visiones espaciales de cuerpos celestes. Su grupo se centró en la observación de uno de los anillos de Saturno. Y así fue como la capturó el cosmos.

Y se apasionó aún más por la astronomía cuando viajó a París, a un taller para hacer observación de asteroides a través de cámaras de cielo, unos dispositivos que permiten hacer tomas de 360 grados. Pajuelo quedó fascinada con esos cuerpos rocosos que guardan secretos del origen del universo.

Cápsulas del tiempo

Los asteriodes serían los restos de esa gran explosión que originó el sistema solar. “Esa materia con la que se formó todo hace 4 mil millones de años está en estas rocas espaciales, que son como cápsulas del tiempo y tienen información que nos ayudaría a entender cómo ha evolucionado el sistema planetario”, explica.

Por esta razón, los científicos les siguen la pista y una de las formas de estudiarlos es a través de la recolección y el análisis de meteoritos, que son fragmentos de asteroides (también pueden ser de cometas o planetas), que traspasan nuestra atmósfera y caen a la Tierra. Llegar lo más rápido posible tras su caída es el sueño de cualquier astrónomo pues su composición podría alterarse por las condiciones terrestres.

“Esas piedras que caen del cielo son súper valiosas. Se ha encontrado aminoácido [la molécula esencial de los seres vivos] en restos de meteoritos. De pronto los ingredientes de la vida vinieron de afuera”, dice Pajuelo.

Para saber con precisión dónde caen los meteoritos y recuperarlos en 24 horas, se creó en Francia, en 2016, la Red FRIPON (siglas en inglés de Red de Recuperación de Bólidos y Observación Interplanetaria), que consta de 68 cámaras de cielo instaladas en varios puntos del país capaces de realizar monitoreo en tiempo real.

Más países se han unido a esta iniciativa, y Perú no ha sido la excepción. La profesora Pajuelo es la investigadora principal de la red francesa en nuestro país y trajo la primera cámara de cielo (producto de una donación) que hoy está instalada en el Observatorio Astronómico AFARI en Tarma, Junín. “Pero con una no es suficiente –dice la científica– se necesitan más cámaras para hacer una detección certera del eventual fenómeno”.

Pajuelo es una de las primeras peruanas que se interesaron por las ciencias planetarias. Su tesis doctoral fue sobre asteroides binarios, aquellos que tienen un satélite. Sus investiga- ciones continúan y los observa de forma remota a través del telescopio IRTF de la NASA, ubicado en Hawái.

Una de las grandes lecciones que saca la astrónoma después de años observando el universo es la siguiente: “Es absurdo que haya gente que se crea superior a otra, cuando todos tenemos un origen común”, dice en referencia a la división que sufre el país en la actualidad.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.