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Domingo

Radiografía de la violencia

El discurso fundamentalista cocina odios que la antropóloga Angélica Motta analiza en La biología del odio, una recopilación de ensayos sobre violencia de género.

No una sino muchas violencias: la violencia del hombre contra la mujer a la que termina matando, la violencia entre hombres por demostrar quién es “el más fuerte”, la violencia contra los homosexuales y las minorías sexuales a las que se “repudia”, y la violencia contra todo lo que sea “diferente” y desencaje con el “orden social”, con ese único pensamiento que separa el mundo entre hombre y mujer, entre el azul y el rosado.

Aún somos una sociedad que respira violencia, y en La biología del odio. Retóricas fundamentalistas y otras violencias de género (La Siniestra Ensayos, 2019), la antropóloga y activista feminista Angélica Motta explica cómo la vamos consumiendo en pequeñas dosis, como un narcótico, hasta que se mete en nuestro organismo y se vuelve parte de nuestra cotidianidad.

La autora propone que vivimos inmersos en una cultura de la violación, y que aquel hashtag #Perúpaísdevioladores que usaron muchas mujeres que estaban hartas de los casos de abuso sexual (70 denuncias al día según el Observatorio de la Criminalidad del Ministerio Público) no fue una exageración.

A veces, sin darnos cuenta, advierte Motta, usamos frases que hacen apología de la rapiña sexual: “Cuando decimos se la metió despacito o le hizo el perrito para decir que alguien ‘se pasó de vivo’ o ‘es un capo’ estamos perpetuando códigos de la cultura de violación”.

No hace mucho, hasta 1997, si un hombre violaba a una mujer y este se casaba con su víctima era absuelto del delito. La ley consideraba que solo el matrimonio reparaba la falta y “el honor” de la mujer violada.

“Y este dato te arroja otro: vemos cómo la mujer era ‘valiosa’ solo si tenía ‘honor sexual’. Si no cumplía con el estándar de la ‘mujer recatada’, se exponía, se ponía en un escaparate, y si era violada entonces era su culpa”, remarca la antropóloga.

“Decir que este es un país de violadores no es faltar al honor nacional, tenemos que ser conscientes de que existen prácticas culturales y sociales que están promoviendo o justificando la transgresión del cuerpo de las mujeres”, agrega.

Y en sociedades como esta, los hombres son “educados” para validar su masculinidad, a veces, a través de la violencia. Si un adolescente quiere llegar a ser “un hombre de verdad” tiene que pasar una serie de pruebas: saber pelear, ser el primero en tener sexo, tomar alcohol. Al adulto se le considera un hombre con todas sus letras solo si tiene un buen trabajo, un buen sueldo y si sabe “controlar” a su mujer. Y aquí surge el problema.

“La sociedad le está ordenando al hombre que para ser respetado tiene que dominar un territorio, y ese territorio es el cuerpo de ‘su’ mujer, y al ser ‘suyo’, puede hacer lo quiera con él”, dice la también catedrática de la Universidad San Marcos.

Son mandatos sociales peligrosos que se manifiestan en escalada: desde el escolar que controla las llamadas de la enamorada, hasta el hombre que agrede o mata a su pareja cuando ella quiere terminar la relación. Este último es el principal móvil por el que muchas mujeres son víctimas de feminicidio. En lo que va del año, según el Ministerio de la Mujer, ya han sido asesinadas más de 100, la mayoría a manos de sus convivientes.

Y es peligroso cuando los medios de comunicación actúan como cajas de resonancia de la violencia. Motta es muy crítica con la cobertura errada que cierta prensa suele darle a los casos de feminicidio:

“Cuando el feminicida mata está enviando mensajes: a las mujeres les está diciendo que si se portan mal, serán castigadas; y a los otros hombres, ‘miren, no soy un idiota, si a mí me sacan la vuelta, yo pongo orden’. Al exponer en vivo y en directo los cuerpos destruidos de las mujeres, los medios están ayudando a irradiar esos mensajes”.

En uno de los ensayos que da el título al libro, Motta finalmente analiza el discurso de los grupos fundamentalistas como Con Mis Hijos No Te Metas. Describe cómo apelan a la biología para sostener un pensamiento totalitario que ordena y acepta una única forma de familia, de ser hombre, de ser mujer y de vivir la sexualidad.

“Cuidado, están haciendo uso de un enfoque biologicista que perpetua un status quo desigual, patriarcal y violento con las mujeres y las minorías sexuales”, dice Motta. Cuidado, desde el determinismo biológico se propuso que cuando un hombre viola, lo hace “en pro de la diseminación de su carga genética”. Vea la “teoría” de Thornhill y Palmer citada por la académica en su publicación

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.