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¿Quién será la primera mujer que pisará la Luna?

El 2024 la mujer llegará a la Luna. La NASA enviará a su mejor astronauta en la misión Artemisa. Será un pequeño paso para ella y un gran salto para la igualdad de género. Se vocean doce nombres de profesionales de élite.

“Todos los días me despierto emocionada y me pellizco para confirmar que no estoy soñando”. La astronauta estadounidense Christina Koch dice estas palabras desde la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés), ese búnker y máxima creación de la ingeniería aeroespacial humana que orbita fuera de nuestra atmósfera, a 408 kilómetros de distancia de la Tierra.

Se le ve a Koch flotar levemente en la cabina de control, entre computadoras y un enjambre de cables, mientras se conecta en vivo con otra astronauta que la entrevista desde el Centro Espacial Johnson de Houston, Estados Unidos.

“Es un gran honor para mí inspirar a otras mujeres –dice Koch, cuando le hablan sobre la importancia de la presencia de más mujeres en la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA)–. Creo que los ejemplos sí importan. Esto se lo dedico a las mujeres que allanaron el camino”.

Hoy domingo 14 de julio se cumplen 122 días desde que esta ingeniera electrónica con maestrías y logros varios en su carrera viajó al espacio exterior junto al astronauta Nick Hague.

Lo iba a hacer junto a su colega Anne McClain, y ambas marcarían un hito en la historia de la NASA porque serían las protagonistas de la primera caminata espacial solo de mujeres. Pero se frustró porque solo había un traje espacial a medida para astronautas femeninas.

Pese a este contratiempo, que destapó lo masculinizada que ha estado la NASA, Koch está allá y su misión durará hasta febrero de 2020. Y si todo sale como lo planeado, se convertirá en la astronauta con el máximo récord de días en órbita.

Sumará 328 días y superará a su mentora, la dos veces comandante de la Estación Espacial, Peggy Whitson, que hasta hoy es la astronauta que más tiempo ha permanecido en el espacio.

Fue justamente Whitson quien entrevistó a la joven Koch cuando decidió que quería convertirse en astronauta el 2013.

“¿Tú escalas rocas, no es cierto? –le preguntó la veterana astronauta enterada de su afición al climbing. Entonces has sentido el miedo porque eso sentirás allá afuera […]”. Y a continuación le dio un consejo para el viaje: “Cuando vayas al espacio, encuentra lo que amas y llévalo contigo, asegúrate de tenerlo allá arriba y abrazarlo porque eso te va sostener”.

Parecen las líneas del guion de una película de Hollywood, una como Armageddon (1998), pero con mujeres fuertes en los roles protagonistas.

Pero esto no es ficción.

Cada vez hay más astronautas femeninas en la NASA. Aún son pocas, 5 por cada 40 varones, pero pronto harán historia.

Un pequeño paso para ella

Christina Koch es la favorita para ir a la Luna.

La administración de Donald Trump comunicó hace unas semanas que, tras cincuenta años de la llegada del primer astronauta estadounidense a la Luna, la NASA tiene previsto un segundo alunizaje para el 2024.

La misión se llamará Artemisa y en la tripulación habrá por lo menos una mujer. Y será la primera astronauta que caminará en el satélite. Será un pequeño paso para ella y un tremendo salto para la igualdad de género.

Por estos días, el nombre de Koch suena en las noticias, así como el de otras once astronautas que probablemente protagonicen esta hazaña.

Solo una será la elegida.

Todas están cualificadas para la misión: son profesionales entre los 40 y 53 años, científicas, médicos, pilotos militares, investigadoras con doctorados.

Todas han vivido el extremo entrenamiento de la NASA, como la ingeniera aeroespacial Jeanette Epps, que estuvo en Bogotá hace poco, contándole a las niñas sobre las difíciles pruebas de su formación como astronauta. Desde aprender a volar un avión supersónico, saber de robótica y geología, hablar el ruso a la perfección (pues desde que se paralizó la actividad del transbordador norteamericano Atlantis, viajan con la tripulación rusa en la nave espacial Soyuz), hasta pasar horas bajo el agua vistiendo el traje de astronauta que pesa 150 kilogramos y en el que se usa pañal.

Otras de las candidatas que resaltan son: la microbióloga Kate Rubins, que fue la primera persona que secuenció el ADN en el espacio; la ingeniera graduada en la Universidad de Harvard, Stephanie Wilson, especialista en el modelado de grandes estructuras espaciales; Sunita Williams, la más veterana de las candidatas que ha pasado dos periodos en la Estación Espacial; la teniente coronel y aviadora del Ejército de los EEUU, Anne Mc Clain, la que no concretó el viaje con Koch y que con 40 años es la astronauta más joven de la NASA.

55 años después

Las mujeres de la NASA llegarán con 55 años de retraso a la Luna. Llegarán después que sus colegas varones (llámese Neil Armstrong y compañía) pero llegarán.

Y esta tardanza no se debe a la falta de capacidades, sino al sexismo que dominó la agencia espacial estadounidense en sus inicios, los sesentas, sobre todo durante la carrera por la supremacía espacial con Rusia.

Los rusos, por ejemplo, fueron los primeros que enviaron a una mujer al espacio exterior: Valentina Tereshkov de 26 años inscribió su nombre en la historia en 1963, mientras que los americanos se demoraron veinte años en enviar a su representante femenina a las estrellas. La astronauta Sally Ride lo logró recién en 1983.

Por Mercury 13 (2018), el documental de Netflix, se conoce que, en 1961, un grupo selecto de aviadoras estadounidenses fueron rechazadas por la NASA y no pudieron convertirse en astronautas, a pesar de que, secretamente, habían aprobado las duras pruebas de selección, incluso demostraron mejor rendimiento que sus pares varones.

“¿Por qué se necesitaría a una mujer en el espacio?”, le pregunta un periodista a una de las Mercury en una entrevista televisiva y ella responde: “Por la misma razón que se necesita a un hombre en el espacio, necesitamos seres humanos cualificados en el espacio”.

Un ejemplo más del ensimismamiento masculino de la NASA es la anécdota que vivió Sally Ride cuando se preparaba para su misión espacial: “¿Basta cien tampones para seis días en el espacio?”, le preguntaron los ingenieros del Centro Espacial Johnson. Y la enviaron con una sarta de los dichosos artículos de higiene femenina.

Con el anuncio de la Casa Blanca de la misión Artemisa, parece que la NASA se pondrá más a tono con los tiempos del feminismo y el Mee Too.

Allá afuera, en la Estación Espacial, está Christina Koch, pellizcándose todas las mañanas para probarse que está participando de una misión importante: investigando la adaptabilidad del cuerpo humano en es el espacio exterior, juntando información para saber si es posible la vida humana fuera de la Tierra.

Las niñas ya tienen referentes. Barbie incluye a las astronautas entre sus muñecas. El 2024 veremos cómo dejan huella.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.