Ahora que el Parque Nacional Sierra del Divisor es una hermosa realidad, es bueno recordar al peruano que realizó la hazaña de delimitar la frontera con Brasil siguiendo el curso del río Yavarí. Una épica historia de un joven genio que dio su vida por el Perú., El miércoles 10 de octubre de 1866, el peruano Manuel Rouaud y Paz-Soldán y el teniente brasileño Joao Soares Pinto navegaban por la conjunción de los ríos Yavarí y Yaquirana, en el extremo norte de lo que ahora conocemos como el Parque Nacional Sierra del Divisor. PUEDES VER: Facebook: policía amenaza con "buscar de civil" a camarógrafo que grabó desalojo | VIDEO Su misión era delimitar la frontera de Perú y Brasil. Para ello comandaban un grupo de catorce expedicionarios, entre guías nativos y marineros, repartidos en dos canoas. Todos empapados de sudor, agobiados por las picaduras y acalambrados por el duro trajín de cortar a machetazos los troncos y ramas que interrumpían la navegación. Pero eso no era lo peor. Los guías "olían" en el ambiente la presencia de los temibles mayorunas ("hombres del río"), célebres por su ferocidad y sus rostros barbados. Vivían al interior del monte, pero en las playas del río –donde colocaban sus trampas y buscaban huevos de tortuga– se podían distinguir sus huellas. Nadie los podía ver. Los mayorunas se mimetizaban en la selva, desnudos, con sus pinturas corporales y su cabellos fijados con barro de río. Hoy serían denominados "no contactados", pero en la segunda mitad del siglo XIX eran poco menos que salvajes prehistóricos . Hacia el mediodía las canoas de los expedicionarios quedaron varadas en el codo del río. En ambas orillas el paisaje había cambiado. Las playas de arena, impregnadas de metales desintegrados por la erosión fluvial y cubiertas de arbustos, habían sido reemplazadas por un bosque tupido donde sobresalían los gigantescos samahuma, los muratica, los matata y otros árboles centenarios. Sus raíces interrumpían la navegación con telarañas de ramas secas y troncos podridos. Los yacarés (caimanes) y la venenosa yaracara estaban al acecho. De pronto, los sonidos de la selva fueron reemplazados por un silencio aterrador que duró unos instantes y que fue interrumpido por el zumbido de las flechas lanzadas por los mayorunas. En ese instante de terror, Soares pensó que Francisco de Orellana tuvo razón cuando bautizó como Amazonas al río más grande del mundo: en una orilla estaban los arqueros varones y, en la otra, mujeres que lanzaban sus flechas y dardos venenosos. Rouaud, Soares y sus acompañantes no tuvieron tiempo para repeler a tiros el ataque. El fulminante de sus viejos revólveres estaba humedecido. Los percutores eran inservibles. Solo tuvieron tiempo para escapar en desbandada, dejando sus equipos en una canoa erizada de flechas. Cuando se reagruparon, los mayorunas habían desaparecido y los sonidos de la selva volvieron a llenar el ambiente. Faltaba un guía. Soares tenía tres flechas clavadas en el cuerpo, una de ellas en el estómago. Agonizaba lanzando gritos de dolor. Manuel Rouaud tenía una herida sangrante en el cuello, una flecha clavada en el hombro y dos atravesadas en su pierna derecha. La retirada duró varias jornadas. Cuando llegaron al vapor que funcionaba como base de operaciones, Soares ya era cadáver y los marinos tuvieron que amputar la pierna de Manuel Rouaud para evitar su muerte. Tenía 27 años. Genio y figura Manuel Rouaud y Paz Soldán nació en Lima, de estirpe arequipeña, el 19 de abril de 1839. Fue un niño genio y parece que fue genético: sus tíos fueron Mateo y Mariano Paz Soldán. El primero era conocido como un "monstruo del saber" por su especialidad en matemáticas, astronomía y geografía. También fue abogado y poeta. El segundo, Mariano, fue historiador y geógrafo, considerado el padre de la historia peruana. Autor del Atlas Geográfico del Perú y de Historia del Perú Independiente. Desde niño, Manuel Rouaud demostró su talento para las matemáticas, la astronomía, la geología, la historia y la geografía. Y eso que fue autodidacta. A los 20 años acompañó a París a su tío Mariano, con la tarea de publicar Geografía del Perú por encargo del gobierno de Ramón Castilla. Por aquellos años, París era la capital del mundo intelectual y a Manuel Rouaud no le faltaron propuestas para quedarse en la Ciudad Luz, dedicarse a la investigación científica y a la enseñanza. Pese a su corta edad, mantuvo una polémica epistolar en una famosa revista científica con geógrafos franceses que cuestionaban la presencia amazónica del Perú. Los hizo trizas. Rouaud era un científico pero también un aventurero con alma de explorador. De ahí que decidió retornar a Lima navegando por el río Amazonas y fue en la ciudad brasileña de Tabatinga –en la frontera con Perú y Colombia– cuando le llegó el encargo gubernamental de delimitar la frontera. No lo pensó dos veces. Fue el único peruano que acompañó a la numerosa delegación oficial de Brasil, encabezada por el teniente Joao Soares Pinto. Ambos trabajaron hombro a hombro, pero fueron los conocimientos científicos del peruano los que primaron en la delimitación de la frontera. Aquel año, 1866, fue muy difícil para el Perú. El 2 de mayo, en el puerto del Callao, fue rechazada la armada española dispuesta a recuperar su colonia. Mientras tanto, la Amazonía peruana sufría una invasión de los 'bandeirantes', colonos brasileños que se adentraron en nuestra selva para esclavizar nativos y dedicarlos a la extracción de caucho. Todo aquello tenía un trasfondo: el Imperio del Brasil siempre consideró que "su" Amazonía terminaba en la Cordillera de los Andes y la querían recuperar. De ahí la importancia de la tarea encargada a Manuel Rouaud. El Tratado de San Idelfonso marcaba al río Yavarí como límite natural, pero había que explorarlo. Hasta entonces se creía que el río descendía casi en línea recta hacia el sur, después de su encuentro con el río Amazonas. Pero la expedición demostró que se trataba de un curso sinuoso que, al principio, corría casi paralelo al Amazonas para luego "caer" hacia el sur, formando una extensa curva que hoy en día caracteriza al mapa peruano en su frontera con Brasil. Era selva virgen. Todos vuelven Manuel Rouaud se recuperó de a pocos de sus heridas y escribió el tratado Observaciones Astronómicas y Físicas y Operaciones trigonométricas de la Comisión Demarcadora de Límites entre el Perú y Brasil. Más que su pierna, lamentó haber perdido finos instrumentos científicos en la expedición de 1866: un sextante, un círculo de reflexión de Gambey, teodolitos, un cronómetro de Bliss & Creighton, un nautómetro Morel, un polariscopio Arago y una brújula Kater, entre otros. Pero su incapacidad física no frenó su alma de explorador. En 1872 volvió a Tabatinga para repetir la exploración, pero esta vez no fueron los temibles mayorunas, sino los insectos los que atacaron a nuestro héroe. "Su barco parecía un hospital", recuerda uno de los navegantes que fue en su auxilio. Rouaud hizo la función de enfermero hasta que las fiebres malignas lo dejaron postrado y falleció pocos días después mientras lo trasladaban a Iquitos. Tenía 33 años. Si en 1866 el Combate del Dos de Mayo le quitó tribuna a su hazaña, años después fue la Guerra del Pacífico la que dejó en el olvido la vida exagerada de este héroe. En 1970, uno de sus descendientes, don Manuel Moreyra Paz-Soldán, publicó un libro dedicado a la hazaña de Rouaud. Aun así, este héroe civil vive todavía en el anonimato.