El magistrado era muy severo. Allá en Huancayo sus sentencias castigaban mínimo de 25 años. Los tiempos del terrorismo tenían el vicio de la venganza animal. Los jueces en esos años sentenciaban enmascarados. “Jueces sin rostros” les decían. El juez tenía un detalle. Todos lo conocían como “Ñaja ñaja”. El frenillo suyo era el chiste de otros. Con máscara o sin ella, todos sabían que era él.
Digo de la guerra sucia. De cuando al poeta Jorge Espinoza Sánchez lo acusaron de terrorista y estuvo preso dos años, de eso trata esta justicia poética. Las cárceles del emperador. Libro hecho juicio contra el olvido. Y este viernes lo voy a presentar como ajuste de cuentas contra la mediocridad de la pura verdad. Como allá en Ayacucho mataron a mis hermanos. En Uchuraccay, hoy le reviento el recuerdo a mis seres queridos en la guerra sucia.
Ser periodista es ser ciudadano. Celebras al Cholo Sotil y a Arguedas. A la rabia y a la fuerza. No a Andrés Hurtado, no al Congreso. Juzgas al BCR y a la sopa de Gastón. Vas en el tren eléctrico y en tu china de la combi. Tomas café y pagas el doble. Eres peruano pero debes. Llegas tarde siempre por conchudo. Amas a tu mamá y la mamá de la mamá. Y no tienes freno. Gozas.