David Rivera Colaborador
Maurizio Medo es un ítalo-peruano nacido en Lima. Poeta, investigador, profesor, una de las voces más importantes de la poesía latinoamericana y en España. Publicó recientemente Las interferencias. El libro comienza con una vuelta a la infancia y un evento que es la muerte de la madre. Maurizio reflexiona: “Cuando muere la madre, muere también la infancia, tus primeros descubrimientos, asombros y de pronto te sientes sin piso”.
Por otro lado, el padre en el libro es un personaje autoritario o – citando a Broch - “un huésped de su propia vida".
Imagínate lo dramático de eso. Mi familia fue así, hay que considerar que mi madre sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y tuvo una biografía completamente distinta a la de mi padre, quien sí era un personaje muy autoritario. En la vida todas las personas desempeñan un rol en el sentido teatral. El papel de mi padre fue bastante duro.
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¿Crees que eso te hizo escribir, por rebeldía?
Yo siempre, por alguna extraña razón, tuve la convicción de que quería dedicarme a la escritura. Mi padre, de cierta forma, fue un obstáculo para esto. Pero tampoco puedo culparlo. No puedo definirlo como el Tirano Banderas de mi vida. Él era un filósofo que no podía ejercer: tenía que sacar adelante a su familia. Entonces termina dedicándose al rubro automotriz, o sea, un filósofo mecánico. La vida de mi padre fue bastante trágica.
El barrio para Medo es lo más parecido a la infancia. Él vivió en Lima en Santa Beatriz, centro de convergencia de muchos poetas e intelectuales.
¿Qué significó Santa Beatriz para ti?
Fue un centro errante. En Limbo para Sofía (uno de sus libros) hay un pasaje en donde confieso que amé más al barrio que a mi patria. Esto no es incidental, no es fortuito, es algo totalmente físico. Creo que buena parte de mi relación con el Perú se dio a través de Santa Beatriz. Tenía esa concepción de raíz, de lo más tangible dentro de una vida y una historia que son errantes. Cuando yo declaro que soy un viejo genovés no es una metáfora, mientras más he intentado acercarme al Perú, y he hecho esfuerzos denodados, he terminado sintiéndome un viejo genovés.
El Perú, en el libro de Medo, es un lugar anónimo y prácticamente desconocido para los europeos, el mismo sitio anónimo que debe ocupar el poeta, según él: “El poeta, en los años ochenta y noventa, se convirtió en un ser totalmente nómade. A mí me disgusta un poco toda esa especie de culto que se da al poeta como institución antropomórfica y yo creo que el poeta tendría que encontrar la estrategia para hacerse más invisible. El poeta en Arequipa es Oswaldo Chanove, esa figura nómade pero de alguien libre de su propia obra”.
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¿La poesía se puede asimilar a los mecanismos del sistema en donde todo se mira en función del consumo y de la venta?
No creo que se pueda por más que se intente. Una de las ventajas de escribir en estas regiones es que todavía no nos ha colonizado esa óptica consumista que termina provocando que la poesía aparezca o sobreviva como un producto. Creo que felizmente no pasa eso y es por nuestra historia, ya solamente si digo Vallejo, Martín Adán. No sé qué código podría ponerles en el mercado.
Medo quiere mucho a Arequipa, pero de manera poco convencional. Confiesa: “tal vez porque me acerco a ella al margen de toda esa concepción mitológica de Ciudad Rebelde, de León del Sur, de pequeña colonia de extraordinarios poetas. Yo siempre digo que Melgar fue el primer emo. Si deconstruimos la historia, lo que encontrará es una serie de personajes carnavalescos a los cuales es mejor dejar al costadito. Me siento bien en Arequipa, me gusta la gente que vive en Arequipa. No podría decir lo mismo de Lima”.
Sin embargo, esta tradición de la que todos están tan orgullosos se conoce poco...
El problema de la cultura arequipeña es que, siendo una cultura importante, sus protagonistas tienen una condición de casi invisibles, eso contraviene un poco toda esa dosis de orgullo, con aroma a picantería. Pero eso se debe, por ejemplo, a la falta de espacios públicos, esa especie de aura conventual que tiene esta ciudad impide que podamos sostener un buen y verdadero diálogo.
Entonces Medo quiere aportar con dos proyectos: “Escribir en el aire”, un ciclo de conversaciones en el Centro Cultural Peruano Norteamericano, y un nuevo proyecto editorial AbrA, que pretende publicar voces de escritores que no pertenezcan a lo que llama clubes literarios.