Cementerio “El Sauce”, reflejo de la cultura popular [FOTOS]

En el cementerio “El Sauce” de San Juan de Lurigancho se atesora la memoria de quienes en vida recuerdan a sus muertos, entre música e historias. ,Cementerio “El Sauce”, reflejo de la cultura popular [FOTOS],Cementerio “El Sauce”, reflejo de la cultura popular [FOTOS],Cementerio “El Sauce”, reflejo de la cultura popular [FOTOS],Cementerio “El Sauce”, reflejo de la cultura popular [FOTOS],Cementerio “El Sauce”, reflejo de la cultura popular [FOTOS],El 1° de noviembre, los cementerios se encontraron colmados por miles de personas que visitaron a sus familiares y amigos. Uno de ellos fue el camposanto “El Sauce”, ubicado en San Juan de Lurigancho y considerado el segundo cementerio más grande del Perú, después de “Nueva Esperanza” en Villa María del Triunfo. PUEDES VER: Miles de personas acudieron al cementerio Presbítero Maestro [FOTOS] Tradiciones, bailes, cantos, ofrendas y costumbres se mezclaron para conmemorar a los difuntos y celebrar en memoria de estos. De diversas maneras y con diferentes prácticas y costumbres se homenajeó en esta fecha importante a los que ya partieron. Limpiadores de tumbas, cada vez más pequeños Uno de los oficios más comunes que se pueden encontrar en los cementerios, es el de limpiador de tumbas. En “El Sauce”, múltiples personas desempeñaron esta labor. Entre ellos destacaron jóvenes con escaleras, baldes de pintura, escobas y botellas con agua. Sin embargo, no sólo son adultos quienes realizaron dicha tarea. Los niños también trabajaron aquí. Algunos de estos trabajadores se reunieron en las esquinas para contar las ganancias del día y comprarse algo que los refrescara en el descanso de su jornada que, según comentaron ellos mismos, empezó desde muy temprano. Música para el recuerdo En medio del bullicio de los visitantes y vendedores ambulantes, se podía distinguir las melodías de las bandas musicales. Estas ofrecían sus servicios a familias que querían recordar con alegría a sus difuntos. Los músicos tocaban la canción pedida de sus clientes por un precio que oscilaba entre los treinta y cincuenta soles. Hubo una gran variedad de bandas por todos los rincones del cementerio. Algunas de estas contaban con cantantes y otras con bailarines. Se podía vislumbrar, por todos los pabellones, la gran cantidad de instrumentos de viento, de cuerda y de percusión como trompetas, arpas, quenas, guitarras, cajones y tambores. Entre las bandas memorables, destacaban los “Sikuris” y algunas otras orquestas pequeñas que difundían la cultura del altiplano por medio de sus sinfonías. Además, algunas cantantes usaron su voz privilegiada para ofrecer mini conciertos de música criolla. (Texto y fotos enviados por Yadiza Medina, Carla Ocaña y Brayan Ramos mediante el WhatsApp de La República 941 000 000).