La mañana de este miércoles 3 de mayo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentó su informe final sobre la situación social y política en el país en el marco de las protestas contra Dina Boluarte y el Congreso de la República que se realizaron durante diciembre del 2022 y enero y febrero de 2023. En el curso de las movilizaciones, se denunció casos de violación a los derechos humanos por parte de las fuerzas policiales y militares en las regiones que se declararon en insurgencia, como Apurímac, Ayacucho y Puno.
La CIDH determinó que la mayoría de muertos y heridos fueron víctimas del “uso desproporcionado, indiscriminado y letal de la fuerza” por parte de la Policía y de las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, la comisión advirtió que en Ayacucho se perpetraron “graves violaciones de derechos humanos que deben ser investigadas con debida diligencia y con un enfoque étnico-racial”.
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En esa línea, la CIDH emitió su informe final, en el que concluye 12 puntos y da un total de 36 recomendaciones que el Estado peruano debe seguir.
Una de las primeras conclusiones del informe de la CIDH fue que las protestas iniciadas el 7 de diciembre del año pasado tuvieron “demandas políticas explícitas y coyunturales, como es el adelanto de elecciones generales y la convocatoria a una asamblea constituyente” que se basan en “justas reivindicaciones de comunidades campesinas y pueblos indígenas, como el acceso a derechos en condiciones de igualdad y sin ningún tipo de discriminación, así como mayor representación política”.
“Las provincias apartadas de la capital demandan que se valore la diversidad étnico-racial del país, no ser estigmatizadas, ser consultadas sobre los proyectos extractivos que pueden tener impactos considerables en su territorio, y que la riqueza que éstos generan se distribuya equitativamente”, describió la comisión. “Las demandas deben ser atendidas considerando el respeto al Estado de Derecho y al debido proceso”, agregó.
En esa línea, la comisión también concluyó que “existe una fuerte tensión entre Lima y las regiones especialmente del sur del país donde predomina la población indígena y campesina”. Esto, además de las confrontaciones entre los poderes públicos y la crisis de institucionalidad democrática, agudizaron “la polarización y desconfianza de la ciudadanía en las instituciones”.
La comisión contabilizó un total de 477 manifestaciones a nivel nacional, entre el 7 de diciembre de 2022 y el 23 de enero de este año. Es así que reiteró que la protesta social es un elemento esencial para la existencia y funcionamiento de la democracia. Además, apuntó que es “un derecho que, en contextos de crisis políticas sostenidas, puede constituirse como la única vía de participación política para comunidades sobre las que se ejerce discriminación estructural, exclusión política y social”.
Además, resaltó que el Perú cuenta con un “marco normativo que, de manera general, protege el derecho a la protesta y regula el uso excepcional de la fuerza y la participación del Ejército en labores de seguridad ciudadana”. Sin embargo, la comisión reconoció que también “se registraron situaciones de violencia que no están protegidas por el derecho a la protesta y que no eximen la responsabilidad del Estado respecto a las violaciones de derechos humanos”.
Las familias de los asesinados en protestas en Perú recibirán apoyo económico de 50 mil soles. Foto: composición LR/Archivo
La CIDH observó que “la respuesta de las fuerzas estatales no fue uniforme en todo el territorio nacional y que hubo graves episodios de uso excesivo de la fuerza en casos concretos”. Es así que, luego de recibir información en distintas regiones como Lima, Ica, Arequipa y Cusco, la comisión concluyó que “la respuesta del Estado estuvo caracterizada por el uso desproporcionado, indiscriminado y letal de la fuerza”.
Ello fue confirmado por “factores como el alto número de personas fallecidas y heridas con lesiones en la parte superior del cuerpo por impactos de armas de fuego, incluyendo perdigones; así como la ubicación de un número importante de víctimas que ni siquiera estaban participando de la protesta o se encontraban en las inmediaciones de los focos de conflictividad. Hechos que deben ser investigados, juzgados y sancionados”.
Lo ocurrido en Ayacucho fue uno de los puntos más observados por la CIDH, quienes concluyeron que “se registraron graves violaciones de derechos humanos que deben ser investigadas con debida diligencia y con un enfoque étnico-racial”.
La comisión aseveró que estas muertes podrían considerarse “ejecuciones extrajudiciales”, al ser “perpetradas por agentes del Estado”. Además, ya que fueron un gran número de asesinatos, “podrían calificarse como una masacre”, debido a las “circunstancias de modo, tiempo y lugar”.
Despedida de Jhonatan Alarcón, la víctima número 10, quien murió por un proyectil de arma de fuego atribuida a militares. Foto: LR/Archivo.
Sobre el caso de Juliaca, la comisión determinó que, durante una “compleja situación violenta” que inició dentro del perímetro del aeropuerto, “se habrían presentado situaciones de uso excesivo e indiscriminado de la fuerza por parte de agentes del Estado, que habrían resultado en graves violaciones de derechos humanos en contra, tanto de participantes en las protestas, como de terceras personas”.
Por otro lado, la CIDH constató una fuerte estigmatización por “factores étnicos-raciales y regionales”, a través de mensajes que relacionan a los ciudadanos indígenas y campesinos como “‘terroristas’, ‘terrucos’, ‘senderistas’, ‘cholos’ o ‘indios’, entre otras formas despectivas”. “Estos mensajes no son inocuos, por el contrario, contribuyen a la creación de un ambiente de permisividad y tolerancia hacia la discriminación, estigmatización y violencia institucional en contra de esta población”, recalcó la comisión.
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La comisión aseguró que estas graves violaciones a los derechos humanos deben ser investigadas por las fiscalías especializadas. “Deben ser juzgadas por jueces independientes, competentes e imparciales dentro de un plazo razonable y con observancia de las garantías del debido proceso”, añadió.
En esa línea, el informe también concluyó que los responsables deben ser sancionados penalmente. En tanto, las víctimas deberán ser reparadas de manera integral. Por último, la CIDH estableció que la crisis en el Perú necesita de un diálogo efectivo para superarse. “El diálogo debe ser amplio, genuino e inclusivo, con enfoque intercultural y territorial, donde todos los sectores de la sociedad se sientan representados”, finalizó.
La comisión, en su informe, entregó al Estado peruano 36 recomendaciones para superar la crisis social e institucional que exite en el país. Estas son:
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A la espera de justicia. Familias de los caídos en las protestas de Juliaca perciben que las investigaciones se retrasarán más cuando los casos vayan a Lima. Foto: LR/Archivo