Vizcarra y el populismo bueno

"Vizcarra está mostrando que es perfectamente posible un centro popular, con alta aprobación ciudadana".,Si el presidente Vizcarra no recogía en su mensaje de Fiestas Patrias el sentimiento de indignación popular surgido luego de la revelación de los audios de la corrupción judicial y sus hilos políticos, probablemente su periodo de vida palaciega no llegaba a fines de año. Frente a la constatación de que al grupo predominante del Congreso, Fuerza Popular, le importa poco o nada emprender alguna reforma al respecto (la defensa del keikismo al fiscal de la Nación, es, francamente, de horror), lo único que le cabía a Palacio era ir por el lado de la consulta popular. Vizcarra debía mover el esquema de relación con Fuerza Popular y lo ha hecho de la mejor manera. De otro modo hubiera seguido atrapado en la disyuntiva conciliar/confrontar que solo mostraba horizontes complicados. Y Vizcarra no escuchó felizmente a quienes le sugerían acomodarse a las demandas naranjas. Es curioso cómo los politólogos y opinólogos del keikismo se conduelen por la legítima y necesaria polarización. Un grupo político caracterizado por buscar la confrontación y exhibir hosquedad, quiere que sus adversarios lo combatan con rosas e incienso, su escenario ideal era que se les deje la cancha libre para desplegar sus despropósitos, sin resistencia alguna. Por esa vía transita la anhelada “gobernabilidad” del keikismo, la del silencio servil, el unilateralismo, la política sin oposición. Fuerza Popular quiere un gobernante débil, inoperante, dócil frente a sus demandas. El gobierno de Vizcarra empezó el 28 de julio. Su discurso trazó un plan de acción y, sobre todo, marcó la cancha respecto de su principal escollo, como era y es la abrumadora mayoría keikista en el Congreso. Vizcarra invocó la tribuna y esta ha respondido, cambiando por completo el tablero. No es positivo que se prohíba la reelección congresal, pero también queda claro que a estas alturas el Presidente Vizcarra ya no puede retroceder, menos aún en ese tema, que tanto alborozo ha despertado. Sería fatal que lo haga. No dura hasta diciembre si él mismo empieza a acotar sus propuestas. No debe escuchar, en ese sentido, a un Premier que parece andar más preocupado por la portátil naranja que por los tres años que restan para ejercer un gobierno efectivo. Quizás sin proponérselo, Vizcarra está mostrando que es perfectamente posible un centro popular, con alta aprobación ciudadana. Es un mensaje colateral a los aguachentos portavoces del centro peruano que se esconden a la espera de que el 2021 los coja inmaculados. No se requiere ser radical o autoritario para lograr elevados niveles de respaldo cívico. Seguramente, las encuestas ya reflejarán un giro radical en la espiral de deterioro que el régimen venía mostrando. No dan en el blanco quienes tachan de populista el mensaje patrio. En materia económica no se aprecia nada por el estilo. En el MEF nadie ha arrojado los evangelios liberales por los suelos. Por el contrario, la senda fiscal y monetaria anda por el camino de una relativa ortodoxia. Y en materia política, el populismo –si por él se entiende al apego a los reclamos populares- ha demostrado ser la mejor vía para romper un statu quo conservador, mercantilista o elitista. El populismo se ha convertido en una mala palabra gracias a la eficaz campaña de la derecha liberal. Y está bien que así sea en materia económica. Pero en ámbitos políticos, el recurso populista no es necesariamente malo. Por lo menos, no lo es en este caso de extrema sensibilidad popular. Hay una demanda que exige representación política, frente a la que solo un mal político podía abstraerse. Es más, cabe preguntarse si un esquema de liberalización de mercados es acaso factible en una sociedad como la peruana, sin populismo político o social. Recordemos lo sucedido en los 90. No fue el carácter autoritario del gobierno lo que permitió aplicar el desmontaje estatal que se llevó cabo con enorme éxito sino el populismo asistencial y político desplegado por Fujimori en paralelo. -La del estribo: más recomendaciones de novedades en la feria del libro: No te mato porque te quiero, de Lorena Álvarez; No hemos entendido nada, de Diego Salazar; La revolución peculiar. Repensando el gobierno militar de Velasco, de Paulo Drinot y Carlos Aguirre; La biblioteca fantasma, de David Hidalgo; La calavera en negro, de Gustavo Gorriti. De las reediciones, el siempre actual El caso García, de Pedro Cateriano (que se haya convertido en best seller es un síntoma de buena salud cívica).