Una cosa es con guitarra

Al referirse al gobierno de su padre como una democracia delegativa, Kenji Fujimori busca el auxilio de la ciencia política para ir lavando el rostro histórico de Alberto Fujimori. La idea detrás de la cita es que no fue un dictador, como suele ser calificado, sino solo un tipo distinto de gobernante elegido. El argentino Guillermo O'Donnell acuñó la polémica expresión en los años 90 para regímenes donde los políticos una vez en la presidencia hacen lo posible por evitar los controles del sistema institucional de la democracia. En términos del día a día político eso significa autoritarismo y, en el mejor de los casos, un mosaico de concesiones democráticas y reflejos dictatoriales. La cuestión con esto es que la ciudadanía no suele fijarse en la filiación teórica de un régimen, sino más bien en los puntos saltantes de su gestión. Así, para unos Fujimori ha sido un ladrón y un asesino, mientras que para otros ha sido un eficaz administrador de problemas claves para el país. En ambos casos lo delegativo pasa a un segundo lugar. Cuando Fuerza Popular empezó su apartamiento de Fujimori en el 2011, la idea fue que el lado negro del ex presidente le impediría a su candidata neutralizar un bolsón de votos antifujimoristas duros, como de hecho sucedió. A pesar de la gran popularidad de Fujimori entonces (y quizás ahora), se fue volviendo necesario tomar cada vez más distancia. Como era previsible, el indulto ha activado un nuevo ciclo de memoria y rechazo de lo sucedido en los años 90, un proceso que viaja sin problemas a través de las generaciones. En cierto modo había una suerte de suspensión de juicio frente al Fujimori preso. Lo cual ha terminado esta semana, y quizás es un punto a favor de las distancias tomadas por FP. ¿Cabe esperar propuestas nuevas del tándem Alberto-Kenji, más allá de las de su lucha interna o un intento de reconstrucción de la imagen del ex presidente? Es notorio que en más de 10 años la Fuerza Popular keikista no presentó al país otra propuesta que su marcha hacia el poder. Reemplazar a la mototaxi es bueno, pero no llega a ser un programa para la política.