Desarrollo en marcha. Arequipa, Moquegua, Tacna y Cusco, Puno y Apurímac eran vistas como el patito feo del Perú. Dos décadas después, esa imagen ha ido cediendo por la inversión minera, gasífera y el turismo. Las asignaturas pendientes son reducir la pobreza en las áreas andinas y mejorar la competitividad para ejecutar los recursos fiscales y, claro, derrotar la corrupción.,La imagen que tenía Lima del sur peruano era la del pariente pobre. La del chacarero arreando burros cargados con porongos con leche que abastecían a la empresa Gloria. Veinte años después, esa postal caricaturesca y estigmatizada ha cambiado, sostiene el economista Patricio Quintanilla Paulet. La transformación fue crucial pues la inversión privada es el principal motor. Se inyectaron importantes capitales en los sectores minería, comercio y turismo. PUEDES VER Evangélicos de Agua Viva bajosospecha de lavado de activos “Podemos ser el contrapeso de Lima”, dice entusiasmada la gobernadora de Arequipa, Yamila Osorio, en una entrevista que publica la revista Poder. Aunque Quintanilla señala que esa apreciación es desvirtuada por los números: el 50% del Producto Bruto Interno (PBI) lo concentra Lima y el sur no llega ni al 18%. El centralismo es reflejado también en el reparto del presupuesto: 75% lo maneja el Poder Ejecutivo y solo el 15% las regiones. Por otro lado, la pobreza se mantiene irreductible. Casi el 40% de pobladores en Cusco, Puno y Apurímac no pueden cubrir su alimentación, vivienda y educación. Y por lo menos 10%, pobres extremos, no tiene qué comer. Aún no chorrea para todos. Dicha afirmación puede desprenderse del último número de la revista Poder, que toma el pulso a los avances y estancamientos de Arequipa, Moquegua, Tacna, Cusco, Puno, Apurímac y Ayacucho. Una primera constatación es que el sur creció entre 2008 y 2016 en 6.3%, un punto y medio más que el promedio nacional (4.8%). Eso se refleja en la mejora del ingreso que recibe, en promedio, en un año, cada habitante (per cápita) para vivir. Si hace una década un poblador del sur subsistía con 9 mil 700 soles al año, ahora lo hace con 14 mil 326 soles. No es suficiente, pero no hay duda de que las cosas pintan mejor, ya que está próximo a alcanzar el promedio nacional de 14 mil 631 soles. Minería y gas La economía del sur depende de los recursos naturales. La minería y gas se convirtieron en sus fuentes vitales. Solo en 2016, el 32% de sus ingresos fiscales, los tributos que pagan las empresas extractivas, provinieron de ambas actividades. En cambio, para el país, esta tributación representa un porcentaje menor de 14%. No es extraño entonces que el sur haya concentrado el mayor volumen de inversiones mineras entre 2005 y 2016, con US$ 30 mil 046 millones. La ampliación de Cerro Verde en Arequipa y Las Bambas en Apurímac representan los proyectos más importantes. De cara al 2019, Perú Top Publications prevé una inversión en minería de US$ 58 mil 087 millones, de los cuales casi la mitad de iniciativas se sitúan en el corredor minero del sur. Como toda medalla, tiene dos caras, el rostro menos amable del auge minero es la alta conflictividad que la rodea (o la persigue). Varios proyectos están paralizados por el rechazo de las comunidades aledañas. La Defensoría del Pueblo contabilizó 167 conflictos en el país hasta agosto, la tercera parte está activa o latente nada menos que en las seis regiones sureñas. Desde las alturas de Apurímac hasta las costas de Arequipa, el conflicto tiene un denominador común: el temor de los campesinos o agricultores a que la mina contamine las fuentes de agua y los campos de cultivo donde germinan sus productos para vivir. Después de la minería, el turismo es otra fuente de ingresos y, en general, no enfrenta mayores inconvenientes. Cada año el país recibe 3 millones y medio de turistas, casi el 80% viaja al sur para conocer Machu Picchu, el lago Titicaca y sus islas y el Cañón del Colca. Aquí también hay un punto flaco. Los esfuerzos para promover ese circuito que une historia, tradición, cultura y hermosos paisajes todavía son aislados. No hay un proyecto en conjunto entre Cusco, Puno y Arequipa, cada región se aboca a lo suyo. Las ventajas del turismo son notables. Solo en Cusco contribuye con el 17% al Producto Bruto Interno regional (PBI) y emplea a dos de cada diez cusqueños, según se evidencia en un estudio de Escuela de Economía de la UNSAAC, mientras que en Arequipa aporta con el 12%. El avance del sur En el sur radica el 18% de la población peruana. Las cifras demuestran que el crecimiento de las regiones es desigual. En el pelotón de privilegio figuran Arequipa, Moquegua y Tacna. En cambio, aún faltan cerrar brechas en Apurímac, Puno y Cusco, cuyo índice de pobreza acecha a casi la mitad de los hogares. Pasa lo contrario en Tacna, Arequipa y Moquegua donde la pobreza cayó a 10% en promedio. “Si un privado pone 100 millones en un proyecto implica generación de empleo e incentiva la formación de pequeñas empresas proveedoras. Quienes ganan buenos sueldos invierten en la compra de casas, autos y otras cosas que activan otros sectores como la construcción o el comercio en los centros comerciales”, precisa el economista Jean Paul Benavente. Por eso mismo, ese grupo de tres regiones lidera en el país en indicadores de competitividad (Incore 2017). Ocupan el segundo, tercer y cuarto lugar, respectivamente. Solo Lima los supera. “Quiere decir que hay un adecuado acceso a educación y salud, vías asfaltadas, servicios básicos y buen ambiente para inversiones”, explica Benavente. En Cusco, que figura en el puesto 10, hay problemas con esos pilares. Y más relegados asoman Apurímac (18) y Puno (21). En estas regiones hay deficiencias en acceso a educación, salud, trabajo y los servicios de agua y desagüe. Además de la pobreza, preocupa las tasas de desnutrición, anemia y desnutrición en menores de cinco años, admite la ministra de Desarrollo e Inclusión Social, Fiorella Molinelli. En regiones con mayor competitividad, el ingreso promedio mensual de un trabajador es mayor. En Moquegua, un empleado gana S/ 1.818 soles, en Arequipa, S/1.512 y en Tacna, S/1.333. Según la Enaho 2016, el promedio nacional en ese ámbito llega a S/1.359 soles. Por debajo de ese estándar se paga en Cusco, Apurímac y Puno. Pero no hay que perder de vista que el sur, como bloque, tiene problemas, como la falta de institucionalidad e innovación que se traduce en un inadecuado uso del dinero público, altos niveles de corrupción y deficientes servicios de agua y saneamiento. Una nueva rebeldía en el escenario político Había una imagen del poblador del sur como el votante contestatario, que opta por propuestas radicales. Sin embargo, la mejora económica, aunque dispar, parece haber empezado a moderar ese ímpetu sureño. En la elección pasada, en Arequipa y Moquegua ganó terreno la propuesta claramente conservadora de Kuczynski. Se trata de “una nueva rebeldía”, según el analista político y docente de la Universidad Católica Santa María de Arequipa (UCSM), Víctor Salinas Valencia. En la revista Poder señalan que uno de los factores que produjo ese cambio es el aumento de la clase media. Aunque el analista José Carlos Requena precisa que el comportamiento electoral ha ido acorde con la evolución política del resto del país. “Por un lado, hubo un mito que se quiso mantener de que el sur era de izquierda, por otro, hubo una evolución a posiciones más pragmáticas”, sostiene. Explica que el activismo ha dado paso al emprendedor. Y el elector pragmático es de clase media. Varias regiones podrían seguir los pasos del elector arequipeño siempre que, sostiene Requena, “el crecimiento económico en regiones como Apurímac den paso al desarrollo”. En Tacna, Arequipa y Moquegua la pobreza cayó al 10%, en promedio. En cambio, en Apurímac, Puno y Cusco la pobreza acecha a la mitad.