El hombre providencial, por Inés Flores

Javier Milei dio el campanazo en la política de Argentina el pasado domingo con su sorprendente triunfo en las primarias. Pero su eco resonó de inmediato en los diferentes países de la región. En el Perú, la derecha intimidada y desorientada, sin planes nacionales de Gobierno ni líderes sagaces con visión de futuro se ha echado a la búsqueda del candidato que pueda ser la dúplica del argentino.

Milei es un político neoliberal, de postura extrema y desafiante. Tiene mucho de Trump y algo de Bolsonaro. Pero el Perú no es Argentina ni los Estados Unidos ni el Brasil. El nuestro es un país muy complejo por su diversidad geográfica y demográfica, sus costumbres y sus clases sociales. Y sobre todo por esa humillante marginación que los continuos Gobiernos (de derecha) impusieron a las mayorías nacionales. La derecha en el poder solo pensó en sus negocios. Para ella, como dijo el aristocrático José de la Riva Agüero, el Perú era una factoría. Nunca le interesó el país como nación. Se sentía más identificada con los países de población blanca (a los que ridículamente imitaba e imita) que con los pobladores andinos. Ser compatriota de los indios le producía vergüenza. Lo que hay ahora, y de lo cual reniega, representa mucho de la cosecha que ella misma cultivó.

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Y con la izquierda sucede algo peor. Decepcionó en toda la línea. Ha demostrado ser tan corrupta como la derecha. Y que solo sirve para la protesta, pero no para gobernar.

En el Perú, las mayorías nacionales, al margen de derechas e izquierdas, esperan un presidente que conozca y entienda la diversidad de este país, que promueva una economía sana, que reivindique a las poblaciones marginadas, que presente planes viables para atender las más urgentes necesidades sociales y, sobre todo, que sea honrado.