Compañías farmacéuticas inundan Virginia Occidental con 780 millones de analgésicos que dispararon la sobredosis

Primera entrega del reportaje de investigación ganador del premio Pulitzer 2017.,Compañías farmacéuticas inundan Virginia Occidental con 780 millones de analgésicos que dispararon la sobredosis,(Primera Parte) Por Eric Eyre. Charleston Gazette-Mail. Sigue la ruta de las píldoras y encontrás muertos por sobredosis. El rastro de los analgésicos conduce a las cuencas meridionales de Virginia Occidental, a lugares como Kermit, una localidad del condado de Mingo que solo cuenta con 392 habitantes. Durante dos años, compañías farmaceúticas de otros estados enviaron a una sola botica de este lugar cerca de 9 millones de píldoras de hidrocodona, muy adictiva y potencialmente letal. El condado de Mingo, ubicado en una zona rural y pobre, registra la cuarta tasa de mortalidad por consumo de opioides por receta en comparación con cualquier otro condado de los Estados Unidos. La ruta de las píldoras también se despliega por el condado de Wyoming, donde se han duplicado los envíos de OxyContin (analgésico opiáceo, narcótico legal accesible con receta médica para combatir el dolor agudo) y donde también la tasa de muerte por sobredosis es una de las más elevadas del país. Una pequeña farmacia en la localidad de Oceana recibió 600 veces más píldoras de oxicodona, en comparación con el establecimiento de la cadena Rite Aid, que solo está a ocho cuadras de distancia. El OxyContin es un analgésico opiáceo, narcótico legal accesible con receta médica para combatir el dolor agudo Durante seis años, los vendedores mayoristas de medicamentos inundaron el estado de Virginia Occidental con 780 millones de píldoras de hidrocodona y oxicodona, periodo en el que 1,728 habitantes de la región fallecieron por sobredosis al consumir estos analgésicos, de acuerdo con los hallazgos de una investigación del Gazette-Mail. La totalidad de despachos sin restricciones de píldoras a la región representan 433 analgésicos por hombre, mujer y niño de Virginia Occidental. “Estas cifras sacudirán incluso al observador más cínico”, dijo el ex miembro de la Casa de Delegados del Estado de Virginia Occidental, el demócrata Don Perdue, un farmacéutico de profesión. “Los distribuidores han alimentado su codicia en las debilidades humanas y también en las consecuencias criminales. No hay excusas y tampoco debe haber perdón”, declaró. Gazette-Mail consiguió copias de los registros secretos de las ventas y de los envíos de analgésicos que la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), proporcionó al despacho del fiscal general de Virginia Occidental, Patrick Morrisey. Las cifras revelan el número de píldoras vendidas a cada farmacia del estado y la distribución que hicieron las compañías a los 55 condados de Virginia Occidental entre 2007 y 2012. El fiscal general de Virginia Occidental, Patrick Morrisey, presentó una demanda contra la compañía McKesson por inundar Virginia Occidental con analgésicos. El periódico tuvo que recurrir a acciones judiciales para conseguir las cifras sobre la venta de píldoras porque los mayoristas y sus abogados insistían en que dicha información era secreta. De acuerdo con los reportes, los condados del sur del estado de Virginia Occidental fueron devastados por un número desproporcionado de píldoras para el dolor y por mortales sobredosis de las mismas. Los condados más afectados por la sobredosis fatales de analgésicos son Wyoming, McDowell, Boone y Mingo, de acuerdo con los datos del organismo CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, por sus siglas en inglés), analizados por el Gazette-Mail. Mercer y Raleigh, otros dos condados del sur de Virginia Occidental, ocupan el primer lugar, mientras que Logan, Lincoln, Fayette y Monroe, aparecen entre los 20 principales condados en los que se registran sobredosis fatales debido a opiáceos recetados. Mientras que el número de fallecimientos por sobredosis iba en aumento, los mayoristas de píldoras siguieron despachando cantidades masivas de analgésicos. La mayor parte de las dosis de hidrocodona -vendidas a los consumidores con las marcas Lortab, Vicodin y Norco-, se destinaron a los condados de Mingo, Logan y Boone, en Virginia Occidental. Mientras que en los condados de Wyoming y Raleigh se distribuyeron decenas de millones de píldoras de OxyContin. Los tres más grandes mayoristas del país --McKesson Corp., Cardinal Health y AmerisourceBergen Drug Co.--, suministraron más de la mitad de todas las píldoras para amenguar el dolor que se vendieron en todo el estado de Virginia Occidental. McKesson Corp. es una de las tres grandes mayoristas de píldoras de Estados Unidos. Durante más de una década, los mismos distribuidores de medicamentos omitieron las normas que exigen reportar a la Junta Estatal Farmaceútica los pedidos sospechosos de sustancias controladas en Virginia Occidental, según pudo verificar Gazette-Mail. Y la junta falló en la aplicación de las regulaciones que desde el año 2001 están vigentes, puesto que dispuso de inspecciones de verificación sin resultados en farmacias de pequeñas localidades de los condados sureños, en los que se pidieron más píldoras de las que podrían consumir las personas que realmente las necesitaban para combatir el dolor. Mientras que los fallecimientos iban en aumento -entre 2007 y 2012 las muertes por sobredosis de consumo de hidrocodona y oxicodona se incrementaron en 67 por ciento en Virginia Occidental--, los directores ejecutivos de las compañías proveedoras de medicamentos sumaron cientos de millones de dólares en salarios y bonos. Sus empresas hicieron miles de millones. McKesson creció hasta convertirse en la quinta más grande compañía en los Estados Unidos. El director ejecutivo del distribuidor de medicamentos fue el mejor pagado de todo el país en el año 2012, según el ranking de la revista “Forbes”. Ante los tribunales las compañías niegan repetidamente haber jugado algún papel en la epidemia nacional de consumo de analgésicos. El argumento de las empresas para defenderse es la siguiente: nosotros distribuimos las píldoras de los laboratorios fabricantes a las farmacias autorizadas. Las farmacias solo venden si se presentan las recetas de los médicos con licencia. Las píldoras nunca llegarán a manos de los traficantes y adictos si no es por los médicos inescrupulosos que extienden recetas ilegales. En otras palabras, la culpa no la tienen los intermediarios. “Las dos personas que interactúan directamente con los pacientes son los médicos, que prescriben las recetas, y los farmacéuticos, que las atienden, y son las que están en mejor posición para identificar y prevenir el abuso o la desviación de una sustancia bajo control potencialmente adictiva”, escribió el abogado de la compañía McKesson, John Saia, en una carta recientemente publicada. Pero ni los médicos ni los farmacéuticos están frenando el flujo de las píldoras. En tres años, los envíos de hidrocodona de la empresa Cardinal Health al condado de Logan se multiplicaron por seis. Las ventas anuales de oxicodona de la compañía AmerisourceBergen al condado de Greenbier se dispararon de 292 mil a 1,2 millones de pastillas. Y la firma McKesson surtió en un año al condado de Mingo 3,3 millones de píldoras, lo que representa una cifra superior de ventas de cinco años anteriores. Cardinal Health informó que despachó 3.4 mil millones de dosis de medicamentos entre 2007 y 2012. Por si fuera poco, año tras año las compañías farmacéuticas despachan analgésicos con fórmulas mucho más fuertes, de acuerdo con datos de la DEA. Con el tiempo los adictos ansían píldoras más potentes para mantener el consumo. “Todo comienza cuando el médico escribe la receta, el farmacéutico atiende el pedido y el mayorista distribuye. Los tres están juntos en la cama. Los distribuidores sabían lo que estaba pasando. Simplemente, no les importaba”, afirmó Sam Suppa, un farmacéutico retirado de Charleston que trabajó 60 años en boticas minoristas en Virginia Occidental. “ELLA SÓLO SE ENGANCHÓ” La ruta de la dependencia la tomó Mary Kathryn Mullins en las clínicas de tratamiento del dolor que le extendieron cientos de prescripciones ilegales, farmacias que le suministraron millones de dosis. Y hubo ocasiones en las que un médico del condado de Raleigh la atrajo con los beneficios de las vitaminas, pero al final le recetaba OxyContin. “Ella conseguía entre 90 a 120 píldoras y se las terminaba en una semana”, recordó Kay Mullins, madre de Mary Kathryn. “Cada mes se iba a Beckley donde gastaba 200 dólares en efectivo, y recibía las píldoras que no estaban cubiertas por el seguro y luego las desaparecía en una semana”. Según su madre, la adicción de Mary Kathryn Mullins empezó después de un accidente de tránsito cerca a su casa en el condado de Boone. Regresó con un fuerte dolor en la espalda. Un médico le recetó OxyContin. “Así empezó a meterse en líos”, dijo Kay Mullins. “Le recetaron las píldoras y ella acabó enganchándose”. Madre e hija de Mary Kathryn Mullins, quien murió a los 50 años. Era adicta al OxyContin. A Kay Mullins le resulta muy duro hablar de los diez años que siguieron, de las mentiras de su hija para ocultar su adicción, los robos que le hizo a su hermano, y del episodio en que se disparó en el estómago en un intento por acabar con su vida. Mary Kathryn Mullins se dirigió a docenas de médicos para conseguir recetas. Era lo que se llama una “doctor shopper” (alguien que busca a distintas personas para conseguir prescripciones médicas). Su madre no recuerda a muchos de los médicos por su nombre. Le pareció reconocer al doctor que le habló a su hija de las vitaminas cuando vio las noticias sobre un médico acusado por firmar recetas fraudulentas. En años recientes muchas clínicas para el tratamiento del dolor han sido clausuradas por actividades sospechosas. “Ella se metía en su casa del bosque con las recetas”, dijo su madre Kay Mullins. También hacía paradas donde había varias farmacias, como en Madison, Logan, Beckley y Williamson. Mary Kathryn Mullins siempre encontraba una forma de conseguir píldoras. Se quedaba con la mayor parte para ella, pero dejaba una porción para vender a otros, afirmó su madre. “Eso destruyó a mi familia”, dijo Kay Mullins, quien trabaja en una floristería de Madison. “No puedes dormir. Cuando pensabas que ella se había recuperado, de pronto ocurría de nuevo”. En diciembre último, Mary Kathryn Mullins salió a la caza de píldoras a la localidad de South Charleston. Un médico le recetó su OxyContin y un medicamento para la ansiedad, de acuerdo con su madre. Una farmacia de Alum Creek la atendió. Dos días más tarde, dejó de respirar mientras estaba en su cama. Su hermano Nick Mullins, un oficial de la policía de Madison, llamó al 911. Trató de reanimarla presionándole el pecho, pero no pudo revivir a su hermana. Mary Kathryn Mullins murió a los 50 años. Después del funeral, su madre hizo algo que dejó pendiente. Encontró una tarjeta que recordaba la próxima cita programada con el médico que le había escrito la última receta a Mary Kathryn. Marcó el número del consultorio y habló con la recepcionista. “Le conté que mi hija había estado ahí el 20 de diciembre”, recordó Kay Mullins. “Le dije: ‘Ustedes le dieron todas esas recetas y ahora ella ha muerto el 23 de diciembre. Solo quiero que sepan que no volverá”. Retrato familiar de hace unos cinco años de Mary Kathryn Mullins. VENDEDORES MAYORISTAS DE MEDICAMENTOS GANAN MILLONES En el negocio de la distribución de medicamentos, son conocidas como “Las Tres Grandes” las compañías McKesson, Cardinal Health y AmerisourceBergen. Son las que abastecen a las farmacias de barrio de Virginia Occidental que piden masivas cantidades píldoras que estas empresas cumplen con entregar. “Las Tres Grandes” distribuidoras juntas son tan enormes como la cadena Wal-Mart, con ingresos totales que superan los 400 mil millones de dólares, lo que representa aproximadamente el 85 por ciento del mercado de distribución de medicamentos en los Estados Unidos. Entre 2007 y 2012, McKesson, Cardinal Health y AmerisourceBergen despacharon juntas 423 millones de píldoras a Virginia Occidental, según datos de la DEA analizados por Gazette-Mail, lo que representó 17 mil millones de dólares de ingresos netos para las compañías. Durante los últimos cuatro años, los directores ejecutivos de McKesson, Cardinal Health y AmerisourceBergen recibieron en conjunto salarios y otras compensaciones por más de 450 millones de dólares. En 2015, el director ejecutivo de McKesson obtuvo una compensación superior a los 89 millones de dólares, mucho más dinero que todos los ingresos en promedio de 2 mil familias de Virginia Occidental. “Es increíble que los directorios de las compañías paguen a los directores ejecutivos como si se tratara de innovadores e irremplazables emprendedores, cuando lo cierto es que solo se trata de intermediarios muy bien pagados que se dedican a la consolidación del mercado y al constante incremento de los precios de los medicamentos”, declaró Ken Hall, tesorero internacional del poderoso sindicato de camioneros Teamsters. En el último mes, los sindicalistas de Teamsters enviaron una carta al directorio de la compañía McKesson instándole a investigar las denuncias presentadas por el fiscal general de Virginia Occidental, Patrick Morrisey, en una demanda que presentó contra la compañía a principios de este año. La acusación señala que McKesson “inundó” Virginia Occidental con analgésicos y entregó bonos y comisiones a los empleados como compensación por las grandes ventas de medicamentos altamente adictivos. Los Teamsters han invertido parte de sus fondos de pensiones en acciones de McKesson. En una carta dirigida a los Teamsters que McKesson difundió la última semana, la compañía negó haber otorgado incentivos a los ejecutivos u otro personal por la venta de sustancias controladas. McKesson cuestionó la demanda de Morrisey porque atribuye la crisis de los opioides en Virginia Occidental a los distribuidores de medicamentos, “desconociendo el papel que juegan los doctores, farmacéuticos y las agencias de regulación que supervisan a los médicos y a los farmacéuticos”. “McKesson despachó los medicamentos que solicitaron las entidades registradas”, escribió el abogado en jefe de la compañía. “Por lo tanto, McKesson envió legalmente las sustancias controladas a las farmacias registradas”. Un vocero de AmerisourceBergen sugirió que solo los expertos en salud y las autoridades supervisoras podrían estar en mejores condiciones de comentar si existe relación entre las cantidades de píldoras para el tratamiento del dolor y las muertes por sobredosis. Cardinal Health informó que despachó 3.4 mil millones de dosis de medicamentos entre 2007 y 2012. Y que las ventas de hidrocodona y oxicodona representaron alrededor del 17 por ciento de los envíos de la compañía. “Todas las partes, incluyendo a las farmacias, médicos, hospitales, laboratorios, pacientes y los funcionarios públicos, tienen la responsabilidad de luchar contra el abuso de opiáceos”, señaló la vocera de Cardinal Health, Ellen Barry. En el sur de Virginia Occidental muchas de las farmacias que recibieron los mayores envíos de opiáceos recetados eran negocios pequeños e independientes, como en los condados de Raleigh y Wyoming, que ordenaron entre 600 mil y 1 millón 100 mil píldoras de oxicodona al año. O se trataba de farmacias locales en los condados de Mingo y Logan, donde los mayoristas distribuyeron 1 millón 400 mil y 4 millones 700 mil píldoras de hidrocodona al año, respectivamente. En comparación al Wal-Mart del centro comercial Southridge, una de las tiendas más concurridas del gigante de ventas al menudeo en el sur de Virginia Occidental, fueron enviadas alrededor de 5 mil píldoras de oxicodona y 9 mil 500 de hidrocodona cada año. LAS COMPAÑÍAS DISTRIBUYERON PÍLDORAS DE MAYOR POTENCIA Además del incremento de envíos de píldoras a Virginia Occidental, se presentaron otros signos de que la epidemia de opiáceos por prescripción médica estaba aumentando. Los mayoristas comenzaron a reducir el número de despachos de píldoras de oxicodona de 5 miligramos -la dosis más baja y de más amplio consumo-, y aumentaron los envíos con fórmulas más poderosas. Un agente de la DEA comunicó su preocupación por las preocupantes cifras en enero de 2015, de acuerdo con un correo electrónico del fiscal general Morrisey, difundido en cumplimiento del Acta de Libertad de Información que gestionó Gazette-Mail. Según los reportes de la DEA remitidos al despacho del fiscal general Morrisey, entre 2007 y 2012 la distribución de tabletas de OxyContin de 30 miligramos aumentó seis veces, en el caso de las píldoras de 15 miligramos se triplicaron y casi se doblaron las dosis de 10 miligramos de oxicodona. En un correo electrónico a Morrisey, el agente de la DEA Kyle Wright informó que era común el abuso de las píldoras de oxicodona de alta potencia. El agente de la DEA en un correo electrónico separado le detalló los envíos de hidrocodona al estado de Virginia Occidental. Las farmacias estaban comprando cada vez más tabletas de hidrocodona de 10 miligramos, la dosis más potente de esa época. Una vez enganchados a las píldoras para el tratamiento del dolor, es típico que los adictos exijan dosis más y más altas. Chelsea Carter, una adicta de 30 años rehabilitada que ahora trabaja como terapista en un centro de tratamiento para drogadictos del condado de Logan, recuerda que molía, esnifaba o se inyectaba OxyContin, y que siempre buscaba tener las píldoras más fuertes al alcance de la mano. Hasta que un día consumió entre 8 y 10 dosis de oxicodona, se desmayó y al despertar todavía estaba la aguja clavada en su brazo. “Cuando te acostumbras a ese potente sustancia, la toleras cada vez más y más”, dijo Carter, quien abandonó las píldoras en 2008, el día que fue enviada a la cárcel por participar en la venta de artículos robados de consumidores de analgésicos. "Cuando te esposan y caminas entre las rejas con un traje naranja y se cierran las puertas tras de ti, entonces te preguntas si vale la pena entre 2 a 20 años (en la cárcel) por el OxyContin”, reflexionó Carter. "Fue entonces cuando me puse de rodillas y rogué: 'Señor, si me salvas de esto, nunca más volveré a tocar la droga’”. Los adictos van a visitar a Carter en la clínica ubicada en la calle principal del centro del condado de Logan. Buscan reducir el consumo de las píldoras o de la heroína, una droga callejera que cada vez causa más y más muertes por sobredosis en Virginia Occidental cada año. Entre 8 y 10 conversan con Carter cada día. Han perdido a sus hijos, padres o abuelos. Han perdido sus hogares. Y están cansados de vivir de ese modo. Carter los escucha y les relata su historia, de cómo cada día que se despierta y recuerda que decidió no consumir más píldoras. “He enterrado a muchos amigos muertos por la adicción a las drogas”, dijo Carter. “No quiero enterrar a ninguno más”. Ella sigue el rastro que conduce al camino de la esperanza.