Violencia juvenil: el camino que lleva a un menor al sicariato

Abandono familiar. La República dialogó con psicólogos de los centros juveniles de Lima para conocer el porqué de las conductas violentas de algunos adolescentes. Aseguran que ninguna persona nace violenta, sino que es la falta de soporte emocional lo que desencadena hechos trágicos como los que ocurrieron en Ayacucho.,¿Qué pasa por la mente de un adolescente de 15 años que de pronto decide ser parte de una violación en grupo contra una joven de su misma edad y asume ese hecho como algo “normal”? ¿Qué es lo que lleva a una jovencita a registrar con su celular dicha agresión, lejos de socorrer a la víctima? PUEDES VER: Ayacucho: encuentran más de un millón de soles en farmacia | VIDEO Sí, todo eso ocurrió en Ayacucho el 26 de agosto pasado y la víctima falleció cinco días después. Posteriormente, el 14 de setiembre, en Lambayeque, un chico de 15 años violó a otro de su misma edad. ¿Por qué cada vez más adolescentes se ven envueltos en actos delictivos tan graves? Por desgracia, ninguno de los casos es un hecho aislado. Para resolver estas interrogantes, La República dialogó con cuatro psicólogos especialistas en tratamiento y rehabilitación de menores infractores. Aquí sus puntos de vista. Origen del problema “No se trata de una cuestión genética porque no existen chicos que nazcan violentos, ni tampoco adolescentes que despiertan un día y deciden robar o matar. Se trata de un proceso donde, mayormente, estos menores provienen de familias disfuncionales, que han dejado la escuela, han consumido drogas a temprana edad o han integrado pandillas”, explica Fernando Salinas, psicólogo del Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima (ex Maranguita), con 15 años de experiencia en el tema. Para Sarita Gutiérrez, psicóloga que labora también en “Maranguita”, el abandono parental muchas veces es determinante. “Hoy los padres están abocados a trabajar, a realizar otra clase de ocupaciones y dejan de lado a los hijos. En el caso de la violación de Ayacucho pudimos ver que tanto la víctima como algunos de los agresores vivían solos, mientras los padres trabajan fuera”. Y agrega que “no sirve de mucho mantenerlos a nivel económico si no se les brinda acompañamiento emocional a los hijos”. Fernando Salinas señala que hace 15 años, por ejemplo, los menores que llegaban a “Maranguita” eran internados por robos, hurtos o pandillaje. “Hoy en día hemos pasado del hurto al sicariato, porque las bandas organizadas comenzaron a usar a los menores para cometer crímenes por encargo para evitarse purgar cárcel”, asegura. Zonificación delictiva Los especialistas sostienen que jóvenes con un débil entorno familiar se ven influenciados y son blanco fácil del contexto social de violencia en el que vivimos. Raúl Márquez, psicólogo y actual gerente de los Centros Juveniles del Poder Judicial, señala que podríamos agruparlos. Los menores que se encuentran internos en la costa norte: Trujillo, Chiclayo, Piura y Tumbes; en su mayoría ingresaron por los delitos de robo, sicariato o por ser integrantes de bandas criminales. Norte y sur chico de Lima tienen similitud. En Chincha, Pisco, Ica y Cañete; el crecimiento económico, el ‘boom’ de la construcción, de la agroindustria; también dieron paso a que el delito aparezca. En cuanto al sur, el tipo de delitos cambia. Hay muchos estudios que determinan que las pandillas ayacuchanas son las más violentas del Perú, y son las que más mujeres tienen entre sus filas. En Cusco, Arequipa y Puno, predominan los delitos de tipo sexual, violencia familiar y parricidio. La selva tiene otra configuración al predominar la violencia sexual y el consumo de drogas. El factor educativo Para Fernando Salinas, algunas instituciones del Estado no han venido desarrollando adecuadamente su rol formativo y preventivo. “Un niño que va al colegio y no cuenta con soporte familiar, en la escuela debería hallar ese paraguas que le permite de alguna forma minimizar ese riesgo, pero en muchos de los casos esto no se ha cumplido con los jóvenes vulnerables. Creo que faltan profesores mejor preparados, porque si un chico se porta mal, la expulsión no siempre es la solución”, señala. “Así la sociedad se enfrenta a un joven que ve la oportunidad de libertad total para juntarse con otras personas similares y pasa a formar cierto círculo pernicioso, que le permite reforzar conductas antisociales”, sostiene Salinas. Por su parte, Marlon Florentini, psicólogo con 17 años de experiencia, indica que “la propia formación del docente debe ser mejorada. El profesor de hoy se enfrenta a otros contextos y debe estar preparado para ellos. Los psicólogos no existen en las escuelas públicas y esa situación debe cambiar”. ¿Recrudecer las penas? Según los expertos, el internamiento debería ser el último recurso si de aplicar un correctivo se trata. “¿Por robar una gallina o arrebatar una cartera es necesario un internamiento?, no niego que la falta existe, pero se debe tener en cuenta que la aflicción que genera en un menor esta decisión es muy fuerte”, sostiene Raúl Márquez. “Un centro juvenil es para los chicos con alta probabilidad de reincidencia. Para un menor que recién a los 14 años comete una falta, muchas veces ello resulta contraproducente”, añade Marlon Florentini. Los psicólogos señalan que los periodos de internamiento menores de un año no logran tener efecto, y a la vez se muestran disconformes con los largos encierros de 10 años. “Comprendemos la presión social, pero está comprobado que un internamiento de más de 10 años tampoco trae buenos resultados. Así como se dan las leyes, también se deben dar las condiciones para su aplicación”, sentencia Raúl Márquez. Y en provincia la situación es más crítica. Los centros juveniles no cuentan con espacios diferenciados para todos los perfiles de los internos. “Hay jóvenes con sentencia de 10 años que ya han cumplido los 18 años de edad y se encuentran en el mismo espacio que chicos de 12, eso no es saludable”, asegura Florentini. “Nosotros trabajamos hasta el último día del internamiento de cada menor. No renunciamos a ninguno de los que llegan a los centros. Trabajamos con la fe de que todo adolescente puede ser recuperado, (aunque) solo el 5% no suele lograrlo”, afirma Sarita Gutiérrez. En cifras 2.095 menores infractores se encuentran internados a nivel nacional en los centros de rehabilitación juvenil. 9 son los centros juveniles que existen en todo el país. Solo uno es de mujeres. 1 solo psiquiatra atiende a los 1.028 internos que hay en los centros de Lima.