Del Río versus Del Solar

No soportan la humillación pública. Porque no son humildes, obvio. Todo lo contrario, son soberbios, impertinentes, arrogantes, altaneros, presuntuosos, vanidosos e insolentes. Miren, si no, a Javier del Río, el arzobispo neocatecumenal de Arequipa. Al punto que, como anotó Augusto Álvarez Rodrich en su columna, da la impresión de que Del Río “se esfuerza para que, a su lado, el cardenal Juan Luis Cipriani parezca un social demócrata”.A ver. Esto arrancó con una celada que le hizo el arzobispo de Arequipa al ministro de Cultura, Salvador del Solar, en el marco de una festividad del Señor de la Amargura. “Esta es la mía”, pensó el prelado, y delante del público (que era de su rebaño) lo pechó. Lo retó, o sea. Y trató de arrinconarlo contra las cuerdas. “Yo quería pedirle, señor ministro, humildemente, que transmita al señor presidente y a la señora ministra que esta confusión que se ha creado se puede terminar con dos renglones: ‘queda prohibido en todos los colegios del Perú introducir ideología de género’”. Y la verdad es que Del Río ni los que vimos el intento de emboscada por la televisión, jamás adivinamos una reacción tan demoledora, sin dejar de ser elegante, por parte de Salvador del Solar. “Lo que veo humildemente, y con todo respeto, en el Señor de la Amargura, es un Cristo que carga una cruz. Y me pregunto quién le puso esa cruz. Se la pusimos nosotros juzgándolo y llevándolo al calvario. Tengo la impresión de que como sociedad les estamos poniendo la cruz a personas que consideramos que no entran en los moldes de nuestra manera de ver las cosas (…). Cuando Jesús nos dijo ‘amaos los unos a los otros’, lo que quiso decir fue: ‘no ámense los unos a los unos, es decir los unos a los idénticos, los unos a los que pensamos exactamente igual, sino tener un amor sin límites’”, replicó.A su lado, el pastor católico, ponchado por la televisión, se mordía los labios y se frotaba las manos tensamente, tratando de poner cara de póquer. Pero a nadie le quedó la menor duda de que salió trasquilado. Y oliendo a chamusquina. Se quiso pasar de vivo, sorprendiendo al ministro y jugando a la política, y terminó con un codazo en la cara. Porque así fue, les cuento. Luego de ello, si me preguntan, monseñor Javier del Río debió guardar silencio y pensársela bien antes de volver a caer en el ridículo y en cadena nacional. Pero no. Fíjense que luego de varias semanas del incidente, reapareció con sangre en el ojo y soltando un vómito negro contra Del Solar. Según el “Kiko” (así les dicen a los seguidores del español Kiko Argüello, fundador de Camino Neocatecumenal, una organización católica ultraconservadora a la que pertenece Del Río), el ministro Del Solar “manipuló de modo grosero las sagradas escrituras porque sacó una frase del contexto de la biblia y la interpretó a su manera”.Y dijo más. “El ministro (…) sabe de telenovelas (…) pero no sabe de la Biblia. Yo no estudié para ser actor (…) yo soy doctor en Teología. ¿Cómo me voy a poner a discutir con él? Lo humillaría grandemente”, espetó el hombre de negro. Figúrense.Como si para leer la Biblia hubiese que ser todo un Tomás de Aquino o un Agustín de Hipona o uno de los denominados ‘padres de la Iglesia’. Porque, a ver, hay que ser bien fundamentalista para tener esa aproximación tan maniquea respecto de una religión que suele resumir todo en el amor. Digo. Y algo más. Solo un fundamentalista es capaz de decir lo que regurgitó el arzobispo de Arequipa, quien pareciera computarse el depositario de la verdad revelada, pues por lo que se ve, el que no está con él, claramente está contra él. Lo peor es que fundamentalistas como Del Río abundan, interpretando su biblia de manera caprichosa y saltando a las conclusiones más delirantes, las que poco más tarde se traducen en frases estrambóticas. Como aquella de Cipriani: “Hay abortos de niñas, pero no es porque no hayan abusado de ellas, sino porque la mujer se pone como en un escaparate, provocando”. O aquella de Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife: “Hay menores que desean el abuso e incluso te provocan”. O aquella otra de Francisco Cases, obispo de Canarias: “El día más triste para mí, por encima del accidente de avión de Spanair, fue cuando un drag queen ganó en el carnaval”. Así estamos.