Como pelea de borrachos

Sobre las formas en la interpelación de esta mañana.,Ojalá que la interpelación de hoy al ministro Martín Vizcarra sea una oportunidad para aclarar conceptos sobre el controvertido proyecto del aeropuerto de Chinchero, en lugar de convertirse en una ocasión para el lucimiento individual mediante el agravio vulgar. Que es en lo que ha devenido el congreso en un contexto en el que no puede obviarse que esta no es la única institución infectada por el virus del insulto chabacano. Desde la calle, pasando por los centros de trabajo, y sin dejar de mencionar al periodismo –quizá con una responsabilidad mayor que la del congreso–, se percibe una degradación acelerada del debate público, con el agravio convertido en argumento, la ofensa en idea, y la mentira flagrante en aliada. Hay espacios periodísticos conducidos por personas que creen que gritar como carta de presentación, hacerse la candelejona al preguntar, u opinar con la energía y lucidez del borracho de cantina, es la mejor carta de presentación para excitar a algunos jefes de programación. Lo peor es que algunos defienden que hay que aceptar el improperio descarado, como insultos que atribuyen mermeladas por parte de periodistas con tarifario conocido, con un espíritu de supuesta tolerancia. Hay que ser tolerante, por supuesto, con la idea opuesta, pero no ante quienes creen que debatir en público debe ser como borrachos en el burdel. Es probable que el periodismo, por su estrecho contacto con los políticos, haya extendido esta influencia nefasta a espacios como el congreso, lo cual puede explicar, junto con la mediocridad creciente en varias bancadas, que el hemiciclo se vuelva, en oportunidades de gran atención ciudadana, un chiquero. Este columnista recuerda, con aprecio, los debates parlamentarios de inicios de los ochenta, con el retorno de la democracia, en los cuales era un deleite ver las confrontaciones entre Manuel Ulloa, Enrique Chirinos Soto, Luis Alberto Sánchez, Mario Polar, Ernesto Alayza o Carlos Malpica, entre muchos otros. Haber visto eso y tener que ver hoy a gente como, por solo mencionar uno, Karina Beteta es, digamos, para ponerse a llorar. Quizá esta mañana los congresistas expertos en el agravio debieran revisar la respuesta notable de Salvador del Solar al monseñor Javier del Río sobre la campaña ‘Con mis hijos no te metas’, para entender que la elegancia y la sutileza son el mejor arma contra la provocación, al punto que el ministro de Cultura demostró ser un mejor católico que el propio sacerdote de Arequipa.