La paz bajo presión

Es habitual que en esta fecha de enorme significación para la Cristiandad recordemos y renovemos nuestros deseos de paz. Cultivar la paz entre todos los seres humanos es un mandato central para quienes vivimos en la fe cristiana. Hablamos, así, de una vocación de buena voluntad y de una determinación por asumir el bien ajeno como bien propio. La paz es nuestro bien común.Por ello mismo nuestra mirada hacia el estado actual del mundo puede resultar particularmente preocupante e incluso angustiosa. Es cierto y evidente que la violencia y el abuso siempre han acompañado a la historia humana. Pero también es claro que los años que vivimos están marcados de manera especial por un recrudecimiento de esa violencia, y que ello nos obliga a una reflexión más detenida y exigente.En estas semanas el martirio de la ciudad siria de Alepo, asediada por las fuerzas del dictador Al Asad con el apoyo del gobierno ruso de Vladimir Putin, puede ser el símbolo mayor de esta violencia. Se trata de un ataque que no respeta ninguna frontera trazada por principios humanitarios. Esta crueldad extrema impacta y aterra, pero, por desgracia, no es una realidad inédita en los últimos años. Desde el genocidio de Darfur hasta los asaltos criminales del grupo terrorista Boko Haram, la violencia en África ha sido continua en estos años, aunque menos conocida que los atentados terroristas en capitales europeas. No se trata, sin embargo, comparar formas de atrocidad para deplorar unas más que otras. Todas ellas, en cualquier región donde ocurran, constituyen una degradación de nuestra común humanidad.Este terrible escenario demanda una profunda reflexión. Más allá de los factores geopolíticos e incluso ideológicos que subyacen a este proceso, necesitamos pensar en las formas en que se han ido debilitando consensos básicos sobre la civilización. Estos consensos consiguieron institucionalizarse en cierta forma desde mediados del siglo pasado, como una cultura y una normativa de derechos humanos. Y desde la década de 1980, esas normas adquirieron una nueva relevancia en las relaciones internacionales. Tanto los países de la Unión Europea como algunos gobiernos de los Estados Unidos colocaron la agenda de los derechos humanos en un lugar importante de sus relaciones con otras regiones y países. Y, sin embargo, en los años más recientes se puede observar con preocupación un relativo debilitamiento de esa tendencia, mientras ascienden gobiernos de signo conservador o populista.La reflexión sobre el valor de la paz se convierte, así, en una de las tareas pendientes para el futuro inmediato. Ella ha sido debilitada por urgencias y temores en los países que se sienten amenazados por el terrorismo internacional y por las oleadas migratorias. Corresponde a líderes responsables restaurar esos consensos que se van haciendo frágiles. Y corresponde también a las organizaciones de la sociedad civil recordar a sus líderes, a sus representantes políticos y a los medios de comunicación sus grandes deberes a este respecto. Al iniciarse un nuevo año hemos de procurar que él se convierta en momento de meditación sobre esos acuerdos, esos principios que paulatinamente se han ido erosionando, y también, un momento de renovación de compromisos y convicciones.