Amor perdido entre candidatos

¿Los ataques desde otras campañas pueden afectar a un candidato? Depende en qué consista el ataque y de cómo sea manejado. Por lo menos en esta campaña hasta el momento no ha aparecido un ataque intercandidatos capaz de hacer la diferencia. En esto tenemos mucho mejores modales que algunas campañas de otros países. Parte de la cuestión es que con candidatos tan corridos hay rabos de paja, reales o supuestos, de todos los largos. No son pocos los casos en que la denuncia al colega candidato sirve para recordarle al público anticuchos del denunciador. Los destapes de los medios parecen pesar algo más, pero no lo suficiente como para samaquear a un candidato. Que Julio Guzmán defienda la unión civil, o Pedro Pablo Kuczynski no haya respetado las normas para nombrar su plancha, o que Keiko Fujimori tenga un padre acusado por Vaticano, o Alan García el lastre de los narcoindultos, o que César Acuña tenga acusaciones y juicios como cancha, son el tipo de cosa que el entusiasmo de la campaña simplemente absorbe. La idea es que nada debe entorpecer este sano pasatiempo. Sin embargo hay normas y hay peligros. Alex Kouri perdió su candidatura por mentir sobre su domicilio. Isaac Humala perdió su lugar en una plancha por una ley sobre nepotismo. Hay acusaciones relativas, pero también hay leyes que resultan inapelables. Si el caso de PPK es como sus acusadores dicen, podría terminar teniendo que candidatear solo. La actitud del público en el caso de los candidatos presidenciales, que sin duda influye en algunas autoridades, es que quien ya está en carrera se ha ganado cierto derecho a la tolerancia. Quizás por dos ideas: los ataques de los rivales son interesados, y más adelante los votantes ya se encargarán de sancionarlo en las urnas. No son ideas muy positivas para un proceso electoral. Pero como los ataques son generalmente posteriores a la inscripción, terminan siendo también acusaciones a las autoridades electorales. Además, como la votación está a la vuelta de la esquina, cualquier investigación y reflexión jurídica en serio van a llegar tarde. Por eso los ataques más eficaces no son los legalistas, sino los que despintan algún aspecto importante de la imagen de algún candidato. Es decir algo que nos haga decir: yo he venido apoyando la candidatura de X, pero con esto que acabo de descubrir sobre él o ella voy a buscarme otro candidato. Pero quizás es un mecanismo utópico. Pues los principales candidatos llegan a la competencia con un cúmulo de ataques, algunos serísimos, a la espalda, y eso no les ha impedido tener seguidores. En verdad mucho más seguidores que candidatos menores limpios de todo ataque pasado o presente. Así, la campaña funciona como una suspensión del juicio. Recién volveremos a creer en los ataques cuando el candidato gane.