La nostalgia de los héroes

Nuestro instinto por lo sagrado y por el mito cambia de contenidos, pero no de intensidad. Es cierto que las religiones pierden adeptos y que una cultura de pragmatismo y de conveniencia material gobierna el mundo (lo demuestra el modo como se celebran las Navidades). Pero nuestra necesidad de construir héroes, por más absurdos que sean, está intacta. El Quijote cabalga en cada uno. Ya que los seres humanos que conocemos sufren cuestionamientos permanentes (de eso se encargan la prensa y el psicoanálisis), solo nos quedan los héroes de la ficción. Y el cine, viejo consolador de las carencias humanas, siempre está listo para ofrecernos alguien en quien creer. Star Wars es a los espectadores de hoy lo que los mitos religiosos a los antiguos griegos y romanos. La película es un éxito esencialmente porque se dirige a la necesidad esencial que tenemos de vivir épicas y de construir héroes en una realidad que no nos ha dejado ninguna. Cuando George Lucas concibió la historia, a principios de los años setenta, se había apagado la convicción utópica en las ideologías revolucionarias y la fe en los sistemas. Afectados por la crisis del petróleo de 1973 que disparó el precio del combustible, nuestra cultura necesitaba replantear sus referencias huyendo de la realidad inmediata a algo que ocurría “en un tiempo lejano y una galaxia distante”. Ya Flash Gordon había hecho lo mismo en los años treinta, después de la Gran Depresión. Cuando George Lucas escribe Star Wars, Flash Gordon es una de sus influencias. Otras fueron El Héroe de las mil caras de Joseph Campbell y películas de Kurosawa como La Fortaleza Escondida. Star Wars enfatiza el aspecto sagrado de la historia. La búsqueda de Luke Skywalker es la del líder religioso perdido, como bien lo muestra la escena final de la versión que circula hoy en los cines. En un universo de desiertos, Skywalker aparece en un campo verde, rodeado de agua, símbolo del nuevo bautismo. Frente a los héroes de la Resistencia, están la vestimenta oscura y demoníaca de personajes como el capitán Phasma. Star Wars nos dice que la tecnología es uno de los grandes beneficios de nuestra vida. Allí está la inocencia infantil del androide BB8, para demostrarlo. Las máquinas, los robots y los androides, así como las naves espaciales, son graciosos, buenos y ocupan el noble lugar que tenían los caballos para los cruzados medievales. Pero hay algunos elementos modernos en la historia. Uno de ellos es la presencia de la mujer vencedora. La protagonista Rey, como hace poco la Imperator Furiosa en Mad Max, define la historia. A su lado hay un afroamericano. Esa corrección política no intervenía la historia hace algunas décadas. Las fantasías están situadas en su tiempo aunque su propósito sea hacer que los espectadores lo olviden. Hubo un tiempo en el que los habitantes del planeta admiraban a John Kennedy y la Madre Teresa de Calcuta. Esos fueron los últimos héroes. Hoy no queda ninguno. Nadie construye una estatua, salvo a los muertos.Debemos, por lo tanto, admirar a los de ficción, al menos hasta que llegue ese momento, tan temido, en el que se encienden las luces de la sala.