Marcelo Hidalgo: “El violín es como mi amigo y mi hijo a la vez”

Un año después de iniciarme con el violín me invitan a pertenecer a la Orquesta Filarmónica Infantil del Perú y no me he detenido. He dado conciertos como solista y he tocado para María Martha Serra Lima y Danny Daniel en sus shows. Ahora cuento con el apoyo del Gobierno Regional del Callao y participaré en un concierto en la plaza de armas de Ventanilla, este 19 de agosto (5 p.m.).,Descríbame al violín, por favor. Fíjese en el mío: es un instrumento hecho en madera. Tiene un diapasón (que es la pieza alargada) sobre la que verá cuatro cuerdas. La guitarra tiene seis. Y a diferencia de la guitarra, que es un instrumento de cuerda pulsada, el violín es un instrumento musical de cuerda frotada. ¿Con qué se produce su sonido? Con el arco, que es una pieza de madera. ¿Ve esas cerdas a lo largo? son pelos de caballo y se frotan contra las cuerdas... ¿Oye? Sí, sí, pero no veo trastes en el diapasón. ¿Cómo ubica las notas? A diferencia de la guitarra, uno aprende a ubicar las notas sin necesidad de trastes. ¿De qué modo? En las primeras clases, se colocan huellitas en el diapasón y ahí va uno acostumbrándose. Luego, la enseñanza es con el oído para la afinación y, con eso, ya uno calcula. ¿Es el mismo patrón de notas sobre el diapasón que en la guitarra? No, son diferentes. El violín es un instrumento curioso y se debe ser preciso: si uno mueve un poquito un dedo, ya se convierte en otra nota. Si la guitarra es más fácil de ejecutar, ¿por qué optó por el violín? Tenía siete años y mis padres estaban separados. Recuerdo que mi madre me llevó a la parroquia de Ancón (donde vivo) y el párroco informó sobre talleres de música. ¿Tenía ya inclinación musical? Desde chiquito juntaba latas de leche y hacía sonidos. Entonces fuimos al taller y nos dimos con la sorpresa de que no era de guitarra, como creíamos, sino de violín. En esos años yo era bastante inquieto por el problema de mis padres. ¿Cómo lo manifestaba? En la madrugada me despertaba y me gustaba saltar, despertar a mi mamá para molestarla. Mi maestro de violín le dijo a mi madre que el violín iba a influir bastante en mi comportamiento y mi sensibilidad. ¿Recuerda su primer contacto con el violín? El primer día me enseñaron a colocarme el violín y fue bien aburrido. No me gustaba, pero el profesor vio mi avance y, al primer mes, ya tocaba algunas notitas. ¿Cuando le agarró el gusto? Después de un año, cuando vi a un chico que tocaba ‘Capricho 24’ de Nicolo Paganini, que hasta ahora es la obra más complicada. ¿El violín lo reformó como aseguraba su maestro un año atrás? Ya no me inquietaba porque cada vez que me portaba mal me mandaban, como castigo, a practicar con el violín y después me sentía tranquilo... y así avancé tanto que en 2011 me seleccionaron para un festival en Estados Unidos. ¿Cómo le fue? Por ser de recursos económicos bajos no podía tener un violín nuevo ni costear mis pasajes. ¿Cuanto debía invertir? Dos mil 500 dólares. Lo perdí, pero resulta que en 2013 mi directora de orquesta dijo para que postule al Conservatorio. En dos meses me preparé e ingresé. Fue un reto más en mi vida. También aspiro a estudiar en Alemania, Rusia o Estados Unidos, y busco becas para poder continuar afuera. ¿Qué papel tiene el violín en su vida, nueve años después? Es como mi amigo y mi hijo. Explíqueme lo primero. A veces hablo con el violín. Muchas veces, incluso, he llorado con mi violín cuando lo he tocado... Si el violín hablara, me diría muchas cosas. ¿Y como hijo? Lo cuido mucho. A veces no se deja tocar porque estudio tanto y al día siguiente fallo y he visto que se resiente... parece ilógico, ¿no? Para nada. Siempre me ha apoyado, en especial con la separación de mis padres que, al final, se reconciliaron: mi papá regresó al hogar en 2009 y en 2014 se casaron. Si ese problema se solucionó, ¿en qué se refugia usted hoy? Todos tenemos estrés y más yo que viajo horas, desde el Conservatorio hasta Ancón. Así que tomo el violín y su sonido me alivia.