En la carrera por la inmunidad, hay quienes toman ventaja viajando a países que comenzaronla vacunación contra el nuevo coronavirus. En Estados Unidos –uno de los primeros en inmunizar a sus habitantes más vulnerables– se está propiciando un fenómeno al que llaman “turismo de vacunas”. Viajeros argentinos, mexicanos o ca- nadienses arriban para inocularse la ansiada dosis. Y es que, hasta fines de enero, el acceso era muy sencillo. En Florida, por ejemplo, el único requisito para vacunarse era identificarse como mayor de 65 años. Su Departamento de Salud informó a BBC Mundo que más de 52 mil vacunados afirmaron que vivían “fuera del estado”. Lo mismo ha pasado en California, Texas y Nueva York. De hecho, en noviembre, una agencia de viajes india ofertó paquetes turísticos por 2.000 dólares a la “gran manzana”, que incluían el acceso a una dosis. La controversia está servida: hay quienes condenan el turismo de vacunas pues se estaría dejando sin dosis a quienes les corresponde, y hay quienes sos- tienen que la vacuna debe ser gratuita y universal, y mientras más gente se inmunice, mejor.
Aquellos que planean viajar a Estados Unidos como turistas para conseguir la ansiada vacu- na contra la COVID-19 tendrán que pensarlo dos veces. Hasta hace unas semanas, gente adinerada de diferentes países aceptaban pagar paquetes turísticosa Florida o NuevaYork que incluían alojamiento de lujo, atractivos y la anhelada vacuna. Vimos casos mediáticos como el del animador de TV mexicano José Origel, y las personalidades argentinas Yanina Latorre y Ana Rosenfeld, que se vacunaron en Florida donde estaban como turistas. El fenómeno causado por el “turismo de vacunas” provocó polémicas, a las quejas de los adultos mayores y poblaciones vulnerables se unieron trabajadores esenciales que hasta hoy no han recibido sus dosis. Ojo que también se ha visto a residentes de otros estados que buscan colarse en las vacunaciones. Un caso notorio fue el del expresidente de la compañía Time Warner Richard Parsons, quien voló desde Nueva York después de que consiguió un turno para vacunarse. Sin embargo, las cosas están cambiando. Esta semana, el gobernador Ron De Santis dijo que no permitirá vacunar a los turistas y que pondrá en primer lugar a las personas mayores que viven aquí. La nueva regla en el estado para aplicar a la vacuna es que se pruebe la residencia, la posesión de propiedades o el empleo permanente; se debe mostrar, además, la licencia de conducir u otros documentos sanitarios en los centros establecidos autorizados.
Es una situación compleja que no tiene una respuesta única. En definitiva, la meta es que la mayor cantidad de personas sean vacunadas, pero cuando los estados comienzan a inmunizar a su población no contabilizan a los viajeros que tratarán de ponerse la vacuna, lo que ocasionará una sobredemanda de su número de dosis. Esto pone en relieve otra vez uno de los grandes problemas de los sistemas de salud: las personas con recursos económicos y privilegios –que tienen el menor riesgo a contagiarse y menor mortalidad– son las que tienen acceso más rápido a la vacuna. Creo que el turismo de vacunas sí aumentará, los que puedan viajarán en busca de la inmunidad, y, en cierta forma, se entiende que lo hagan, no creo que sea algo criticable, estamos en plena pandemia. Pero, repito, el problema es más del sistema de salud, no tanto de las personas. Pongo un ejemplo sencillo: actualmente, hay enfermos que necesitan una prueba molecular pero no tienen acceso a ella, mientras hay otras personas que se la hacen antes de un viaje de vacaciones. No digo que estén actuando mal, es más un problema de distribución. Otra vez el fallo es del sistema. Volviendo a la vacuna, si alguien considera viajar a otro país, hay que tener en cuenta que todo viaje implica una exposición al contagio y se corre el riesgo de llevar las nuevas variantes de coronavirus de un lugar a otro.
El turismo de vacunas va a seguir aumentando conforme los países comiencen a tener mayor acceso a las vacunas. Sin duda, es algo que se observará frecuentemente, considerando la necesidad que se tiene por obtener una protección efectiva, sobre todo en aquellos individuos provenientes de países que tienen dificultad en acceder a la vacunación. Si bien esto respondería a un acto entendible de supervivencia, implicaría que aquellos que posean una mejor posición económica puedan acceder a la inmunidad, relegando a aquellos quienes no tendrían la posibilidad de hacerlo. Además, esto también conllevaría a que, en un escenario de escasez de vacunas, las personas en mayor riesgo o más expuestas al virus no podrían ser vacunadas cuando les correspondiera. En la búsqueda de una inmunización global, que es lo fundamental frente a esta pandemia, el orden en el acceso a las vacunas permitirá obtener una cobertura que nos proteja a todos. Debemos recordar que el objetivo de la vacunación masiva es tener una protección poblacional que sea homogénea y de esta forma evitar que en determinadas áreas geográficas el virus pueda circular libremente y ganar cambios que le confieran propiedades que podrían afectar la eficiencia de las vacunas. Solo de una forma ordenada podremos maximizar la protección de las vacunas.