Si Lima tiene la procesión del Señor de los Milagros, Trujillo tiene el Festival de la Marinera: una manifestación multitudinaria llena de reglas y rituales sagrados. Quebrarlos es una herejía que te lleva derechito al infierno. Y Vania Masías, la destacada bailarina y estudiosa de bailes modernos, sintió las llamas del linchamiento cuando se supo que estaba ensayando pecaminosas exploraciones y fusiones con el sacrosanto baile.
¿Marinera con urban music? ¡Y justo cuando comienza el Festival! ¡Horror! ¡Está violando la esencia de la marinera!, vociferaron miles de “marinerófilos” en redes sociales y salieron los sumos sacerdotes a pedir su excomunión. Pero ¿cuál es la esencia de la marinera, aquella que sería intocable según los detractores de Vania?
Sissy Soria, bailarina profesional, tres veces campeona nacional de marinera y estudiosa del baile, señala con seguridad: “La base, la esencia de toda la marinera es el enamoramiento entre el hombre y la mujer, la coquetería de la mujer peruana, el chalán, el caballero que enamora a la dama y la gracia de la mujer peruana…”.
¿Consideras que lo que ha hecho Vania no responde a eso?
“No. Los pasos son demasiado bruscos. No está la esencia del baile. Uno puede fusionar, pero nunca dejar la esencia, y la esencia de la marinera es el mensaje. Como en el baile nosotros no podemos emitir voz, no podemos hablar, utilizamos elementos como el pañuelo o el sombrero para poder hablar. Entonces, el pañuelo va en la mano, no puede ir en el pie. Eso a mí sí como que me chocó”.
Fred Rohner, investigador del Instituto de Etnomusicología de la PUCP y autor de A guardia vieja (libro sobre el criollismo), discrepa de Sissy y tajantemente afirma que la famosa “esencia” de la marinera no existe. “No hay esencia. Creemos que lo que nosotros el día de hoy consideramos como marinera, que tiene el coqueteo, que tiene tales pasos, que tiene no sé qué, es su esencia. Hay gente que todavía cree en la esencia cuando hace cien años la filosofía nos dijo que deberíamos dejar de pensar en esencias, porque tal cosa no existe”.
Pero los detractores de Vania dicen que la esencia sería el enamoramiento, el coqueteo hombre y mujer…
"Eso del coqueteo hombre y mujer es una atribución que se la han dado más tardíamente. La marinera era una danza de festejo. Claro, en una sociedad efectivamente dividida de manera patriarcal entre hombres y mujeres, donde resalta el rasgo de que el hombre es el que de alguna manera demanda y la idea –porque es una ideología nada más– de la coquetería limeña, donde la mujer es la que dispone, se han inventado el cuento de que la cosa es el coqueteo. Es tan danza de festejo que, si fuese verdad eso del coqueteo, no la veríamos bailar entre familiares, entre un hombre y su madre y, a veces, también entre mujeres”.
Pero quien pone el tema de la coquetería de la marinera en el foco de un cuestionamiento social es Antonio Vílchez, el campeón de marinera que ha acompañado a Vania Masías en este su último proceso de exploración. Para Vílchez, el asunto del coqueteo en la marinera es más bien algo digno de reflexión en lo que respecta a los roles de género y los estereotipos en la sociedad.
“Estoy en la marinera hace muchos años y he venido viendo, y sintiendo, lo que está pasando en nuestra realidad, como Perú, con los feminicidios, el machismo y todo esto que está mucho más presente en los medios. Por eso me puse a pensar no solo en la marinera, sino en todos los bailes de pareja. ¿Qué significan, cuál es el mensaje de esos bailes? ¿Cuál es el tema del hombre y la mujer? ¿Cómo se han ido relacionando y cómo ha ido pasando de generación en generación? ¿Por qué el hombre tiene que ser así en el baile? El hombre es galante, saca pecho, mueve así las piernas, y la mujer tiene que mover así las caderas y así la cara. ¿Pero quién dice que eso es así? Yo quería ir mucho más a fondo. O sea, ver si eso tiene que ver con lo que realmente está pasando con nosotros”.
¿Y tiene que ver?
“Creo que sí. Creo que se esconden lenguajes corporales que tienen que ver con una relación de lo que somos como país, como grupo, como gente. Definitivamente, todo hecho folklórico, toda danza, encuentra patrones corporales, y que a eso se denomine hombre o mujer es parte también de los mismos patrones culturales en los que estamos”.
Pero el meollo del debate ha sido la posibilidad de fusionar la marinera, algo a lo que Sissy Soria se resiste. “Yo la he cultivado, la he estudiado, la vivo, respiro la marinera, y no le veo una salida de cómo fusionarla. La marinera es un baile popular que ni siquiera tiene un syllabus como tienen otras danzas, que están parametradas y se califican de acuerdo a unos pasos específicos. Es un baile espontáneo, alegre, de tierra. Entonces, la marinera no es un baile para hacer experimentos. La fusión en la marinera no la veo posible”.
Fred Rohner, quien ha trabajado bastante en torno a este género musical, señala que las variaciones en la marinera se han dado siempre. “Cualquiera que haya revisado musicalmente El álbum sudamericano de (Claudio) Rebagliatti y lo compare con las marineras de ahora, se dará cuenta que siempre ha habido variaciones. Las propias marineras regionales que tenemos ahora son muestra de eso. La marinera del norte, que es la que conocemos más, no es ni siquiera la marinera más cercana a lo que pudo ser la zamacueca más original, aunque eso de original lo eliminaría, porque no hay ninguna que sea más original”.
¿Y hubo fusiones previas?
“La idea de fusión como consciente... no podría decirte con claridad si la marinera alguna vez la ha tenido. De hecho, Óscar Avilés introducía elementos de la marinera en su toque dentro del vals. Depende de quién lo haga. Claro que, si lo hacía Óscar Avilés, estaba más o menos autorizado, pero si lo hace Vania Masías, a quien sienten parte de un universo más contemporáneo, entonces se desautoriza. Depende de dónde coloques la lupa de los problemas”.
Y, en efecto, el vals ha sido, probablemente, el género que más modificaciones ha sufrido desde que llegó de los salones vieneses a la Lima virreinal. La última fusión la realizó el músico Jaime Cuadra, quien hizo varios discos de valses en clave chillout (Cholo soy), allá por el 2006 aunque, a diferencia de Vania, tuvo pocos detractores.
“Yo no creo que Vania haya querido ofender a nadie, como yo tampoco lo quise. La verdad, ella está aplicando la misma fórmula de todos los que hacemos fusión: lograr que la juventud tome como referencia esto para después adentrarse a estudiar nuestra cultura desde las raíces. Y eso ocurre en todo el mundo, no solo en el Perú”.
En lo que sí están de acuerdo todas las partes de este debate es que la fusión de Vania no debería llamarse Marinera. Lo dice el propio Vílchez. “Obvio que no. ¡Yo he inventado tantos nombres! He hecho afro-hop, landó-tap, ahora zap”. Y, con tono profético, agrega: “Y que hable el tiempo. Las verdaderas creaciones perduran en el pueblo. Y pasarán 50, 70 años, y ahí recién veremos cuáles son las verdaderas tradiciones”.