Paloma Carpio y Coralí OrmeñoDirectoras teatrales.,Coralí Ormeño y Paloma Carpio son parte de Tránsito, un grupo de teatro con una década de creación colectiva y testimonial que busca cuestionar, a través de la puesta en escena, nuestro ejercicio ciudadano. Si en anteriores montajes se preguntaban por la idea de partido o de patria, en este nuevo proceso las preguntas convergen en la gran revolución de la época: el feminismo. En Reconstrucción-Nombre Femenino, cinco mujeres de la historia del Perú que fueron relegadas, colocadas detrás de un hombre poderoso o cumpliendo el rol estereotipado que se esperaba de ellas, son abordadas gracias a la ficción por primera vez en su intimidad, para revelarnos sin miedo sus verdaderos deseos, su dolor y la dura crítica a su condición de subalternas. “La construcción de estas mujeres nos atraviesa, porque nos coloca frente a quienes somos y a quiénes queremos ser”, dicen las directoras, que estrenan este 15 de junio en el Centro Cultural Cine Olaya. ¿De qué generación forman parte, vieron el fin del fujimorismo, qué vieron del conflicto interno? La mayor parte de miembros del grupo tenemos entre 30 y 40 años. Hemos vivido las crisis que el Perú ha atravesado en carne propia, pero reconociendo el privilegio de haberlas experimentado desde espacios protegidos, bajo el cuidado de nuestras familias o la burbuja que reconocemos puede ser la universidad. Sabemos reconocer la violencia, el autoritarismo, el machismo y la influencia nefasta del fujimorismo. Por eso toca seguir trabajando desde la memoria. PUEDES VER Phillip Lopate: “La amistad es muy importante para mí. Es tan importante que no tengo Facebook” Lo que sí deben haber visto en primera fila es el nuevo despertar del feminismo, eso sí. No nos consideramos las abanderadas del feminismo, ni siquiera activistas. Sin embargo, sí reconocemos la necesidad de reivindicar la lucha del feminismo por lograr condiciones de equidad para el desarrollo pleno de las personas, más allá de su género. ¿Qué quieren poner en discusión con Reconstrucción…? La urgencia de cambiar las formas en que se ejerce el poder, porque suele ser un poder machista que impone, niega derechos y prioriza dimensiones de la vida que llevan a debilitar los vínculos. ¿Qué enciende la mecha de Tránsito? Un curso con Miguel Rubio de Yuyachkani, en el que acabamos teniendo claro que queríamos seguir poniendo a prueba ideas que nos inquietaban como ciudadanas y artistas. Así nació “Partido Perú Partido”, en el que proponíamos pensar qué nos toca hacer desde el cotidiano para darle sentido a la idea de “democracia”. Pero sentimos la necesidad de hacerlo poniéndonos en juego a nosotras mismas, no diciendo cómo deben ser las cosas, sino dejando ver nuestras propias contradicciones, miedos y frustraciones. También en P.A.T.R.I.A. hicimos dialogar lo íntimo con lo público, mirándonos y mirando nuestras formas de sentir y vivir el Perú. En “Reconstrucción-Nombre Femenino” juegan con la idea de lo destruido y la posibilidad de recuperarlo, justo ahora que las mujeres nos estamos posicionando en el espacio y el discurso público contra la violencia. ¿Qué cosas necesitamos destruir y cuáles necesitan una reconstrucción radical? Para nosotras, reconstruir implica cuestionar, revisar, identificar aquello que nos daña y atenderlo. Debemos revisar y cambiar la forma en que vemos al otro, que definitivamente está moldeada por el sistema político y económico. ¿Puede un sistema que se basa en la pendejada, en sacarle la vuelta a la ley, en el salvajismo de la competencia, generar condiciones de igualdad para todas y todos? ¿Por qué todas las valoraciones asociadas a las mujeres o la feminidad son siempre las que tienen menor cabida? ¿Por qué la vulnerabilidad se asocia a la debilidad? ¿Por qué no queremos mostrarnos así, como seres humanos, vulnerables ante otros? Es momento de cuestionarnos para generar transformaciones. Los testimonios acumulados de mujeres relatando sus experiencias de abuso, maltrato o violación llevan ya algunos años demostrando ser una herramienta muy poderosa para romper el silencio y crear lazos de apoyo mutuo. Ustedes lo hacen con el teatro testimonial. ¿Cuáles son los mecanismos que hacen funcionar tan bien este movimiento de voces? Cada vez que una actriz en escena habla desde la verdad, el espectador la sigue, la acompaña, la entiende, no porque haya pasado por lo mismo, sino por la humanidad que compartimos, vinculándonos desde la empatía. Esta posibilidad de reivindicación de lo personal como algo político resulta revolucionario. La valentía de miles de mujeres que han hecho públicas sus experiencias de abuso, sobreponiéndose al dolor y al estigma, han permitido que dejemos de considerar “normal” las formas de violencia que padecemos las mujeres en la vida cotidiana. El indulto, el acoso al LUM, el terruqueo... vivimos tiempos en que se intenta atacar la memoria. ¿Qué puede aportar a este relato y a esta lucha por la memoria el lenguaje teatral que no haya hecho ya Yuyachkani, por ejemplo? ¿Qué hay de nuevo, viejo? Sin duda el rol de los Yuyachkani en el acompañamiento a los procesos por la memoria en nuestro país es fundamental. No solo por poner el cuerpo y estar presentes en los momentos y espacios determinantes para nuestra historia, como las audiencias públicas de la Comisión de la Verdad, o recientemente su intervención en el LUM. Además de su coraje y compromiso como seres humanos, han logrado como artistas generar propuestas que explotan todo el potencial del teatro en su relación con la vida social. Han logrado revisar la historia desde diferentes ángulos, generar formas diferentes de asumir la representación, de situar al espectador como un agente activo y de propiciar experiencias que nos acercan y cuestionan. Tenemos el privilegio de tenerlos cerca y de seguir aprendiendo de ellos. El teatro y el Perú pueden vivirse de formas inconmensurables y diversas, así que siempre habrá nuevos caminos por transitar.