Susana ReiszFilóloga y docente universitaria. Premio Konex de Humanidades en Argentina por sus aportes a la teoría literaria.,Menos mal que en la universidad tuve maestras que me dieron a leer a maestras. A Susana la leíamos con fruición, porque era de las pocas filólogas que incorporaban los estudios de género y el análisis feminista a la teoría literaria. Nació en Buenos Aires pero un amor la trajo hasta Lima. Tras un largo periplo de formación y labor académica por Alemania y Estados Unidos, idas y venidas, echó raíces aquí hace casi una década. Ha sido decana de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la PUCP hasta el año pasado y hoy es directora del Doctorado en Estudios Psicoanalíticos de la Escuela de Posgrado de esa universidad. Cuando le digo que quiero hablar con ella porque necesito que me diga si existe el machismo literario o es, como dicen algunos por ahí, algo que se han inventado cuatro escritoras resentidas y fracasadas, me manda pruebas: una entrevista a un sesudo teórico especialista en Arguedas al que le piden que defina con una frase a una serie de autores: “César Vallejo: El Poeta; José Carlos Mariátegui: Gran crítico cultural; Blanca Varela: No se me ocurre nada, no la conozco suficiente”. El machismo literario, consciente o no, es atrevido. ¿Recuerdas ese verso de Varela, “digamos que ganaste la carrera y que el premio era otra carrera”? Tengo tan presente ese verso que lo incluí en el título de mi ensayo “¿El premio será otra carrera? (El lugar de la mujer escritora en el hispanismo del futuro)”. Con el signo de interrogación quise sugerir que nuestras escritoras no han recibido hasta ahora la atención que merecen. Blanca Varela, esa “excepción milagrosa”, nunca le dio importancia a su trabajo con el lenguaje, escribía casi a escondidas, temía el juicio crítico de algunos de sus amigos más cercanos y se sentía incómoda cuando hablaban de ella en público. ¿Crees que el medio literario ha sido justo con las escritoras del Perú? En todo el siglo XX solo Blanca Varela ha sido reconocida por su enorme talento. No se puede obviar que influyó el espaldarazo que le dio Octavio Paz ni el trato protector que recibió de Salazar Bondy y de otros más. Respecto a la aparente generosidad de los hombres que la acogieron en su círculo, a esa gratuidad del apoyo masculino, no puedo dejar de pensar que el hecho de que Blanca fuera una joven muy bella y atractiva debió jugar algún rol… Magda Portal, en cambio, no parece haber suscitado tanto interés. ¿Por qué la conocemos tan poco? La historia más indignante del siglo XX es la de Magda Portal, que fue ninguneada en lo literario y en lo político y que murió sin recibir ningún tipo de reconocimiento público de su talento ni de sus luchas por la justicia en los años heroicos del APRA. La Casa de la Literatura acaba de publicar su autobiografía. Así sabemos que sufrió dos injusticias tremendas por ser mujer. La primera ocurrió en 1923, cuando se presentó con un seudónimo a un concurso de poesía en San Marcos. No bien se supo que ella había quedado en primer lugar, le pidieron que le cediera el primer puesto a un muchacho con el argumento de que en los juegos florales la tradición exigía que el ganador le ofreciera su poesía a una dama y que en virtud de esa tradición no se vería bien que ella, una mujer, le ofrendara un poema a otra mujer. ¿Y la otra? La humillación pública a la que la sometió el líder político que ella había venerado durante veinte años y por el que había sufrido destierro, privaciones y cárcel: en el II Congreso del PAP, al que ella asistió en su calidad de Presidenta del Comando Femenino con la intención de discutir los derechos de las mujeres, Haya de la Torre no le permitió hablar y bloqueó toda discusión al respecto con el argumento de que las mujeres solo podían ser "simpatizantes" por no tener derecho al voto. Dicen ellos que no se andan fijando en el sexo de las obras buenas... El tontísimo argumento de que la literatura no tiene sexo (o género) sino calidad o falta de calidad es solo un pretexto para invisibilizar a las escritoras menos conocidas y para presentar a las ya consagradas como parte del panteón supuestamente universal (es decir, ciego a la diferencia sexual) en el que suelen ubicarse a sí mismos los hombres. Lamentablemente, no hay espacio aquí para explicar cuán sordos están en relación con sus propias voces. ¿Te crees que la libertad de expresión y el estatuto del arte peligran porque un director decidió cambiar el final de la ópera Carmen? El caso de Carmen se puede comparar con la magnífica recreación de la obra de Shakespeare Much Ado about Nothing que presenta hoy en Lima Chela de Ferrari. Los actores son hombres que representan mujeres y hombres (no en el sentido de las convenciones del teatro isabelino sino para sugerir la movilidad de los roles). Como en Carmen, el final nos trae una sorpresa regocijante: en una de las parejas, la “mujer” se niega a casarse con el hombre porque él la ha maltratado. Y me quedo con la imagen de dos hombres desnudos y enamorados. Algo cambia en nuestra pacata Lima. ¿Podrías ayudarnos a resolver el dilema acerca de si debemos leer de la misma manera, ponte a Pablo Neruda, luego de saber la historia de su hija hidrocefálica? Me es muy difícil responderte con la ecuanimidad que se espera de una profesora de literatura. Gozar el valor artístico de la obra de un ser despreciable es una tarea muy complicada. Habría sido preferible para mí ignorar el trasfondo vital del que han nacido algunos poemas extraordinariamente buenos de Residencia en la tierra… pero tengo la desdicha de haber leído las ediciones anotadas. Saber que tras el fantasma poético de Jossie Bliss hubo una mujer birmana real, que se hincó ante el poeta llorando y le besó sus zapatos para que no la abandonara y, por otro lado, leer los comentarios paternalistas y racistas del poeta sobre esa mujer en las cartas que les dirigía a sus amigos, vuelve el ejercicio analítico difícil y doloroso. Pero es importante poder separar esos mundos contradictorios para seguir apreciando la magia de las palabras… independientemente de la catadura moral del mago. ¿Cómo te tomaste el manifiesto anti #MeToo de Catherine Millet y el resto de francesas? Muy mal, así como me caen mal todos los comentarios anti-feministas procedentes de mujeres.