Diane RodríguezDiputada transexual en Ecuador.,“Voy a ser mamá, mi novio está embarazado”, anunció al mundo Diane Marie Rodríguez (Guayaquil, 1982), la primera diputada trans en la Asamblea Nacional ecuatoriana y el año pasado nació el bebé que parió Fernando, su pareja transmasculina. Así es, Ecuador tiene una diputada transgénero que ha llegado a la política para promover leyes para su comunidad, pese a recibir el acoso constante de organizaciones como Con mis hijos no te metas e incluso amenazas de muerte. En un perfil que le hizo la escritora María Fernanda Ampuero, cuenta que hasta hace poco en su país “las mujeres trans solo podían trabajar de peluqueras o de putas”. ¿Cómo se llega a diputada con todo en contra? “Yo en mi vida me imaginé que iba a ejercer en la Asamblea. Siempre soñé con trabajar en alguna empresa, pero pasaban los años y eso no se concretaba porque yo era “afeminado”. Me vi forzada a ejercer el trabajo sexual, y aunque admiro a las personas que lo hacen, por la educación que me dieron en mi casa tenía un dilema moral”, me cuenta en audios de WhatsApp. Tuvo que volver al clóset, pero sufrió más discriminación. Un día decidió denunciar al hotel Oro Verde, que la había despedido, para que le devolvieran su trabajo, pero con su verdadero género. No ganó, pero ya no se detuvo, siguió con el documento de identidad, fue abriéndose paso en el activismo y entró en la política por la puerta grande. ¿Cómo fue tu encuentro con Rafael Correa? Lo conocí allá por el 2013. El clima político era virulento. Un hombre evangélico que se postulaba, como yo, me atacó diciendo cosas horribles, que cómo era posible que personas que usan su aparato excretor para tener relaciones sexuales estén accediendo a la política. Recuerdo que Correa me envió un tuit, yo ya le había solicitado audiencia, me dijo que admiraba mucho mi trabajo y que me respetaba. A pesar de que no había hecho aún nada por nosotrxs, le reconocía que había transformado el país en esos 6 años. Aunque me criticaron, acudí a su invitación al cambio de guardia presidencial. Yo quiero cambiar las políticas públicas y esa era mi oportunidad de dirigirme a él. En el rato de la foto, lo cogí y le solicité una reunión para hablar de nuestra comunidad. Llamó a sus asistente y nos reunimos, se firmó el primer acuerdo y se conformó una plataforma con cartera de Estado para trabajar la temática LGTBQI. ¿Qué consiguieron para mejorar la situación de las personas trans? Conseguimos el género en la cédula, la unión de hecho, los cinco centros inclusivos de salud, el protocolo de atención a la población LGTBQI, los siete acuerdos firmados con el Consejo Nacional Electoral. Lo que más nos llamó la atención fue la rapidez con la que funciona todo cuando hay voluntad. Con este gobierno es diferente, tienen otras prioridades: trabajo y educación. Pero no nos hemos cortado, hace dos semanas presentamos nuestras nuevas demandas y tenemos fe en que vamos a seguir avanzando. Da la impresión de que hay más activismo político en el colectivo lésbico o trans masculino que en el de mujeres trans. Pero eso está cambiando y tú eres la prueba. Más que los grupos lésbicos, los hombres gays son los que han estado mayormente posicionados. El movimiento célebre se llama “orgullo gay”, solo se posiciona el matrimonio gay, se invisibiliza a la mujer lesbiana, al hombre trans, a la mujer trans. Es importante hacer una distinción: los gays y lesbianas pueden exponer o no su orientación sexual en la sociedad heteronormada. No estoy diciendo que no sufran discriminación, pero al poder ocultarse y aparentar pueden estudiar, trabajar, profesionalizarse, salir adelante. Algo que no sucede con la población trans. Eso es lo que nos diferencia y por eso es que siempre se han visto los liderazgos de hombres gays llevando las luchas LGTBQI. ¿Cómo ha empezado a crecer el activismo en las mujeres trans? Con mucho esfuerzo. Para las trans femeninas es difícil sacar una espalda grande, una manzana, un tono de voz fuerte, una barba. Por eso las transfemeninas somos las más expuestas de toda la población LGTBQI, y por eso somos las que más sufrimos, las más denigradas, las que tenemos menos acceso a educación y trabajo, las que somos asesinadas. Lo que quiero decir es que nuestras poblaciones históricamente siempre han estado relegadas, y aún seguimos luchando para que no nos maten, por transitar libremente por la calle. Aquí, en Ecuador, hay unas cuantas compañeras que están empezando a estudiar. Creo que todo eso depende de los modelos visibles. Por eso decidí dar el paso, estudiar psicología, hacer política para cambiar los estereotipos. ¿Cómo se te ocurre escribir el libro para niños Benedicto se siente niña? Lo hice, primero, porque desde niña no entendía por qué me sentía de otro género teniendo un sexo biológico reconocido como varón. Siempre pensé que quizá un cuento como ese me hubiera permitido entender que yo no estaba mal. Quizá hubiera tenido una niñez, una adolescencia feliz, incluso adultez. También lo hice para un niño como el que había sido yo y que se estaba tratando en consulta. En esos días, además, se suicidó Leelah Alcorn, una chica trans de 17 años de Ohio, hija de padres religiosos. Cuando leí su carta, programada para salir ocho horas después en Tumblr, lloré. En esa carta decía que su muerte debía significar algo. Por esas tres razones decidí hacer este libro. El cuento se llama 'Benedicto', que es mi segundo nombre, con el que me bautizaron. El personaje tiene el aspecto del niño que traté y su cabello es lila como el de Leelah. Tú ahora eres mamá, crías desde tu identidad. ¿Qué es lo más difícil? Nosotros vamos a dar toda la educación posible a nuestro hijo con todo el amor que tenemos. Hemos revisado innumerables lugares de pedagogía infantil. Sabemos que va a sufrir discriminación indirecta, eso es lo más difícil, y queremos prepararlo para que sepa defenderse de este sistema social, que lo va a atacar, por mí más que por Fernando. Es muy probable que lo quieran ridiculizar. Tratamos de darle todas las herramientas necesarias para que sea un portador de amor y cualquier tipo de hostigamiento y acoso sea diluido, para que pueda enfrentarse a ello adecuadamente.