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Cultural

Micaela Chirif: “Un libro se acaba de escribir cada vez que alguien lo lee”

La poeta y escritora lleva quince años escribiendo para niños y acaba de publicar Hermana y hermano, una versión de la leyenda de la Achiqué.

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Chirif comenta sobre su producción literaria y sobre su amor por la escritura. Foto: Víctor Idrogo / La República

Estaba en el aeropuerto, a punto de alzar el vuelo (hacia la feria de Guadalajara). Es decir, algo así, elevarse del territorio de la realidad para navegar por las zonas de la imaginación. La poeta y escritora Micaela Chirif nos acaba de sorprender con un nuevo libro álbum, Hermana y hermano (Ed. Planeta), que recrea la leyenda de la Achiqué, la bruja que quiere comerse a dos niños que también sufren hambruna por una dura sequía. Una de las bondades de este libro es que nos devuelve, para niños y adultos, una hermosa leyenda de la tradición oral del Perú.

-Antes, en nuestro país, los libros para niños solían ser más de reyes y princesas. ¿Hoy las historias para niños son más cotidianas?

-Yo creo que sí, ahora como que hay una oferta de cuentos con temáticas más locales. Aunque yo recuerdo que de niña leía una colección latinoamericana de mitos y leyendas. Siempre ha habido el recurso a la tradición oral, eso es en todos los países y en todas las realidades. Quizás lo que ha cambiado un poco ahora, lo que yo he intentado hacer, al menos con Hermana y hermano, es darle carácter literario a la historia de la Achiqué. Yo creo, en general, que la aproximación a la literatura oral se ha hecho más desde una perspectiva más etnográfica, más antropológica, como siempre, reproduciendo, a veces textualmente, una narración oral en vez de transformar esa oralidad y llevarla a un lenguaje que funcione en un formato escrito. Eso es lo que he intentado hacer y también darle un poco formato de libro álbum.

-¿Pero cómo adecuarlo a un formato escrito?

-La ventaja con la literatura oral es que, como la historia de la Achiqué, tiene una estructura muy clásica. Tú la puedes comparar con la de Hansel y Gretel, por ejemplo. Son estructuras y tipos de historias que funcionan muy bien con los niños, que tienen, además, una antagonista horrorosa que es esa bruja horrible. Además, en este álbum hay un trabajo muy interesante de la ilustradora Jessica Valdez por crear una bruja local. No es una bruja europea.

-Tú escribes poesía. ¿La sustancia poética te facilita escribir para niños?

-Yo creo que sí. Además, el ejercicio de crear imágenes que uno hace con la poesía, el ejercicio de síntesis y las elipsis ayudan y son parte de los recursos que uno utiliza cuando escribe una historia como esta o cuando escribes un álbum. Incluso cuando escribo un libro informativo, apelo a los recursos de la poesía.

-¿Qué te sedujo de escribir para pequeños?

-Me gustó mucho la posibilidad de experimentar. Como a la literatura infantil nadie le hace mucho caso, entonces me dio esa curiosidad. Lo que llamamos literatura infantil en realidad engloba un montón de registros muy diferentes. Si tú miras mis libros, están en registros muy distintos todos. Me interesó mucho la interacción entre el texto y la imagen que trabajan los ilustradores.

-Me hablabas de que el universo de la infancia es todo un desafío…

-Cuando trabajas para niños, tiene ciertas restricciones. Se te impone una extensión, por ejemplo, o cuando trabajas para niños muy pequeños, las estructuras del relato son básicamente siempre las mismas. Son estructuras muy simples, muy repetitivas, entonces cómo haces a partir de allí algo que valga la pena. Me interesa mucho el ejercicio de síntesis y me interesa mucho también esa posibilidad de encontrarle un giro, de buscarle un interés a estructuras que son muy tradicionales y que han sido muy usadas. Cómo sacarle la vuelta, como renovarla de alguna manera. Y el lector infantil es muy especial y difícil.

-Muy severo, además.

-Sí, porque a veces se cree que escribir para niños es fácil. Se ponen tres diminutivos, se hace todo en chiquito, se hacen volar mariposas y ya. No es así.

Solidario. Un venado defiende a los niños de la bruja Achiqué. Foto: difusión

-¿Hay una fórmula para escribir literatura infantil? ¿Querrán encontrar una opción de mercado escribiendo para niños?

-Si lo que quieren es vivir de los libros, tener un futuro económico, yo les recomiendo que mejor renuncien. Es muy difícil, se gana muy poco con los libros, los porcentajes son bajos. Digamos, en el plan lector puede vender más, pero si uno quiere hacer dinero, hay un montón de otros oficios y profesiones que seguramente te llevan mejor por ese camino.

-Pero hay un afán por escribir libros para niños.

-Hay como una moda, como si fuera fácil. Hay dos maneras de reproducir cosas. Hay ciertas estructuras de relato que son estructuras que funcionan con niños y que son estructuras que sí es bueno conocer y que es bueno trabajar con ellas, pero luego se repiten mucho y es un lugar común. Ese es el reto, cómo evadir el lugar común a partir de una estructura muy tradicional y muy usada. Entonces, el libro didactista, hiperpedagogizante, con enseñanzas, moraleja o donde todo es bonito, todo es chiquito, todo pasa bien. Para mí el reto es cómo tratas a tu público infantil con respeto.

-¿Cómo hacerlo?

-Lo principal no es el público, sí, claro, si te diriges a niños, sino seguir haciendo literatura. Es decir, cómo hacer literatura para niños. Antes que para niños, el relato siga siendo literatura. Yo creo que muchos libros justamente fallan porque abandonan la literatura. Se dedican a esconder un mensaje, pero de eso no se trata. Escribir, sea para quien sea, para niños, para adultos, se trata de hacer literatura. La literatura es una forma, es cuidar una forma. Para mí ese es el trabajo.

-¿Cómo haces que tus libros sean atractivos para niños y para adultos al mismo tiempo?

-No sé si sabría explicar cómo se trabaja eso porque suele ser más o menos intuitivo, pero, en general, lo que intento es cómo hacer libros que dejen abiertas muchas interpretaciones, de manera que un niño pequeño pueda interpretarlo de una forma y una persona adulta, o un chico más grande, pueda interpretarlo de otra manera. O sea, dejar el espacio de que cada lector, no solo de edad, sino de diferente experiencia de vida, gustos, personalidades, etc., tenga un espacio para hacer su propia lectura. O sea, al final, el libro se acaba de escribir cada vez que alguien lo lee.

-¿Con Hermana y hermano has decido voltear la mirada hacia la mitología andina?

-Me interesó mucho la historia. Como te contaba, tiene una estructura perfecta para un relato infantil y acaban por cuajar en una estructura de inicio y final perfecta. Yo, de todos modos, le hice un cambio al final, porque los niños regresan a su casa y viene la lluvia y el campo reverdece. Me parecía importante cerrar ese inicio, de la sequía, como acabar ese ciclo de la sequía. Me interesaba mucho también cómo poner disponibles leyendas, relatos de la tradición oral, en versiones literaturizadas.

-¿En el título buscaste valorar la igualdad de género, pudiste decir “los hermanos”?

-Fue a propósito, no quise poner hermanos, porque, uno, me parecía importante que cada uno tuviera una personalidad. Y dos, porque, de alguna manera, eso de ser hermana y ser hermano acaba funcionándoles de nombre. No quería poner tampoco niña y niño, porque suena tan abstracto, tan general, que no te genera ningún vínculo. En “hermana” y “hermano” hay un vínculo afectivo potente. En ese sentido, quise darle a cada uno su individualidad, su personalidad.