'El último virrey del Perú’ nos revela un aspecto poco favorable de la sociedad limeña de la época. El libro se presentó en la Feria Internacional del Libro. ,La Guerra del Pacífico es uno de los episodios más trágicos de nuestra historia. Pese a que mucho se ha escrito sobre el inicio del conflicto y las batallas perdidas, se conoce muy poco de la larga temporada que los chilenos permanecieron en el Perú. En 'El último virrey del Perú’, el poeta y abogado Bruno Polack reúne elementos importantes desde la perspectiva legal de ese momento de la historia. ¿Qué te impulsó a investigar este punto de la historia del Perú? Es parte de mi tesis. Comencé haciendo esta investigación porque estaba estudiando las leyes que existieron en el gobierno de ocupación y me encontré con este personaje apasionante. Después, me dio interés por saber lo que fue esta parte de la historia que no se ha tocado mucho y que duró tres años. Patricio Lynch no es bien recordado. Fue el rostro de la ocupación chilena en el Perú, pero este libro muestra a una persona disciplinada, con capacidad organizativa e iniciativa para llevar adelante la misión que le habían encomendado. Sí, trato de ser lo más imparcial posible. Una de las cosas que me molesta de los historiadores peruanos es esa visión siempre sesgada. Investigar el período de la ocupación en Lima siempre es difícil, pero el tiempo que duró se hicieron las cosas de manera medianamente ordenada. No hubo muchos sobresaltos. El comercio tenía que seguir funcionando. Y con las leyes que hizo Lynch, más o menos se consiguió. Tanto es así que luego de firmarse el Tratado de Ancón, Lynch se va a vivir a Barranco diez meses más. Si la población lo hubiese odiado, no se habría quedado y recibido la visita de tanta gente en su casa. Nos hace pensar en cómo se ven las cosas ahora y cómo realmente sucedieron en ese momento. ¿Cuál fue el principal aporte de Lynch a la legislación peruana? Lo que querían los chilenos es que la justicia siga siendo impartida por la Corte Suprema peruana, pero esta se negó. En esa época había mucho comercio ya que casi la mitad de la población era del extranjero y la justicia tenía que ser rápida. Lo que pensó (Lynch) es que si los peruanos no querían actuar, la justicia la tenían que implantar ellos. No se dio como una ley estrictamente militar, sino como una ley casi civil, porque todas las actuaciones que Lynch hizo en la guerra fue con un abogado a su costado, uno muy importante que se llamaba Daniel Carrasco Albano. Cuando se da el Tratado de Ancón y los chilenos se van, la Corte Suprema peruana hizo como si la legislación chilena no hubiera existido; cosa curiosa, el presidente de la Corte fue Juan Antonio Riveyro, pariente del escritor Julio Ramón Riveyro. No se puede hablar de un real aporte a la legislación peruana. Usaron figuras jurídicas interesantes para la época porque en ese momento en el Perú los juicios no se llevaban de forma arbitral. Lynch manejó una idea más anglosajona del derecho e implantó juicios. El arbitraje, en la legislación peruana de ese momento, no se daba. Fue algo novedoso para el territorio peruano de la época. Acabas de hacer referencia a Juan Antonio Ribeyro y en tu libro haces una crítica a la actitud que tuvo como presidente de la Corte Suprema del Perú, por no asumir la administración de justicia en el período de ocupación. ¿No consideras que esa actitud también fue un modo de protesta y forma de no apoyar al enemigo? Fue una actitud pasiva. Por ejemplo, está la figura de (Francisco) García Calderón. Asumió la presidencia interina del Perú; y desde su posición y su cargo de presidente interino, trató de boicotear y de hacerle la figura difícil a los chilenos, tanto es así que cuando los chilenos se dieron cuenta de que él estaba tratando de conversar con los embajadores extranjeros para no firmar una cesión de territorio, lo deportaron a Chile. La crítica a la Corte Suprema y a Juan Antonio Ribeyro, su presidente, era que en vez de decir "no vamos a actuar durante el gobierno de ocupación", la excusa fue “nos vamos de vacaciones”. Eso me parece un poco timorato, incluso hubiera sido mejor que ellos impartieran justicia. Me hubiera gustado que actúen como hizo García Calderón. En el libro le dedica algunas líneas a Piérola y el rol patético que cumplió durante la Guerra del Pacífico. Incluso deslizas la hipótesis de que él conspiró contra el Perú. Así es. La deslizo, pero no la asevero. Es una de las investigaciones que estoy haciendo ahora, porque mi libro actual no es sobre Piérola, pero es un tema relacionado. Me parece extrañísimo que varios años antes del comienzo de la guerra en 1979, él haya vivido varios años en Valparaíso, el epicentro mismo de la marina chilena. Desde allí intentó dar dos o tres golpes de estado en el Perú. Uno a Mario Ignacio Prado, donde toma prisionero el Huáscar. Su papel en la defensa de Lima es también bastante extraño. No puedo sostener a ciencia cierta que fue un traidor o que estaba complotando con Chile, pero me parece muy sospechoso su accionar. En cambio reivindicas un poco la imagen del expresidente Mariano Ignacio Prado, en quien recae la leyenda negra de que se fue del país llevándose el dinero recaudado para la compra de barcos de guerra. No quisiera defender a Mariano Ignacio Prado. Me parece que también hizo mal en irse. Un presidente que deja al país en plena guerra es un error grave; sin embargo, se sabe por los corregimientos que él no se fue con el dinero, el dinero estaba en una cuenta del Estado peruano en Nueva York. Él nunca tuvo contacto real con el dinero. Además, nadie que se quiera fugar deja a su esposa y a sus hijos en el Perú. Tres de sus hijos murieron en la guerra con Chile. No lo defiendo, pero sí me parece una felonía de Piérola dar ese argumento para dar un golpe de Estado. Una manera de crear el caos cuando la mayoría de peruanos debieron estar más unidos. ¿Por qué que no se aborda o investiga al detalle lo que ocurrió en estos años de ocupación? Es un trauma que todavía tenemos. Al historiador le gusta mucho hablar de la parte del combate de Angamos y Arica con (Francisco) Bolognesi, porque realmente tenemos héroes muy grandes. La figura de (Andrés Avelino) Cáceres es enorme también, sin embargo el período de la ocupación de Lima es bien traumático todavía, y casi no se ha tocado. Margarita Guerra es la única persona que ha hecho un libro al respecto. Hay mucho que investigar de la Ocupación, además hay que darnos cuenta de que los peruanos quedamos muy mal. Debemos comenzar a darnos cuenta de nuestros errores. Es un poco lo que quiero con el libro; mas que tratar bien a los chilenos, es darnos cuenta que nosotros tuvimos la responsabilidad de la derrota. Como dijo Cáceres en la última entrevista que da antes de morir, al final la culpa es nuestra por falta de armonía política, racismo, etc. ¿Luego de este primer libro te queda insumo para escribir más libros sobre la ocupación chilena? Mi idea es que mi siguiente libro sea sobre Piérola, para eso sigo investigando. Espero publicar pronto.