El premio Pulitzer concedido al reportero Eric Eyre del diario Charleston Gazette-Mail, en la codiciada categoría Reportaje de Investigación, es un reconocimiento a esos periodistas que actúan como perros de presa: ni bien huelen a la liebre, no se detienen hasta atraparla. Eyre no es de los que publican lo que sueltan las fuentes a cuentagotas, ni vive a la expectativa de lo que filtre alguna autoridad amiga. Desde que sospechó que existía una relación entre el impresionante aumento de las ventas de analgésicos opiáceos y la subida considerable de fallecidos por sobredosis de dichos medicamentos en el estado de Virginia Occidental, Eyre investigó hasta comprobar que había una gran industria que ganaba miles de millones de dólares a costa de la salud y la vida de miles de adictos. Un reportero de investigación sabe perfectamente que las mejores historias son las que le exigen mucho más esfuerzo, las que plantean desafíos que parecen insuperables, o que imponen obstáculos que desalentarían al más experimentado. Para sustentar sus hallazgos, Eric Eyre requería cifras que estaban en manos de las compañías distribuidoras de píldoras y de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). Por supuesto, la información no estaba en Internet. Le negaron todo acceso bajo el argumento de que eran datos secretos. Así que el reportero recurrió a los tribunales y ganó porque se trataba de un tema de salud pública. Pero Eyre no se satisfizo con las gélidas estadísticas que confirmaban su hipótesis. Así que emprendió el proceso más difícil: contactar con las fuentes humanas, con las víctimas de la industria farmacéutica de la muerte, con los que conocen la historia en carne propia, y especialmente, con los familiares de los adictos a los que no les alcanzó la vida para que le contaran su infierno personal. Es algo que la tecnología más avanzada, ni la más eficaz herramienta digital, ni ninguna de las redes sociales, es capaz de reemplazar: el contacto con la gente. Eric Eyre entiende que si no hay fuentes humanas, no hay investigación. Que el mejor periodismo se hace con fuentes humanas. Que no hay nada que sustituya a las fuentes humanas. Navegó entre documentos, archivos y bases de datos, y luego recaló en clínicas clandestinas, centros de sometimiento de adictos y hospicios para incurables. Lugares donde la gente muere y se convierte en una cifra estadística. Su reportaje publicado en tres entregas arranca con una frase brutal: “Sigue la ruta de las píldoras y encontrás muertos por sobredosis”. Lo escribió porque eso era lo que había conseguido constatar personalmente. Nadie se lo contó. Tampoco lo leyó en una página web. Mucho menos estaba escrito en un correo que le filtraron. Es lo que descubrió. Periodismo de Investigación es cuando un reportero descubre algo oculto con sus propios medios. Lee la primera parte del reportaje de Eric Eyre, traducido por Ángel Páez.