El 24 de mayo del año pasado, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), flamante presidente electo, escribió en el diario Correo una columna (¿TPP?) en la que alertaba sobre los peligros de que el Perú firme el hoy famoso, pero hasta ahora desconocido, Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés). PPK decía que dicho acuerdo no era conveniente para el país porque nos aislaba de China, nuestro principal socio comercial: «¿Pero en realidad qué es el TPP? Es una iniciativa de Estados Unidos y Japón para contrarrestar la creciente influencia política y también económica de China en el este asiático. Como lo dice un reciente informe del prestigioso organismo neoyorquino, el Council on Foreign Relations, el objetivo tanto del gobierno del presidente Obama como del premier Shinzo Abe de Japón es: “buscar nuevos acuerdos preferenciales entre amigos de Estados Unidos y sus aliados… a través de instrumentos que deliberadamente excluyan a China”. Este objetivo es riesgoso y nuestras autoridades deberían meditar bastante antes de asociarse a un acuerdo que será, sin duda alguna, interpretado como exclusionista por las autoridades de China, nuestro principal comprador de minerales y de harina de pescado. ¡Cuidado!». Kuczynski, frente a este problema, opina que lo que debería hacerse «es buscar a través de la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Chile y Perú) un acuerdo general de comercio con todos esos países, pero sin darle la espalda a China, el principal mercado para nuestras exportaciones. Naturalmente, también tenemos que cultivar nuestro otro principal mercado, que es Norteamérica, con cuyos dos países ya tenemos acuerdos de libre comercio desde hace varios años». Como sabemos, este consejo político de PPK al gobierno de Humala no fue escuchado. Y si bien el actual gobierno profundizó sus lazos con la Alianza del Pacífico, en este juego político, optó por ahondar más los vínculos con EE.UU. que con China. La idea de ser «socio estratégico de los EE.UU.», dejando en un segundo plano a China, moduló las líneas maestras de nuestra política exterior en los últimos cinco años. Por eso, el nacionalismo de Ollanta Humala fue más bien pasajero, pese a los esfuerzos iniciales que hizo la cancillería, bajo Rafael Roncagliolo, por equilibrar la balanza. Hoy PPK tendrá que lidiar con los sectores que al interior de su futuro gobierno le dicen que el TPP es lo mejor. Un buen ejemplo de ello son las columnas que la electa vicepresidenta y congresista Mercedes Aráoz escribió el año pasado en el diario Perú 21. En una de ellas decía: «Participar de este acuerdo no nos aísla de nuestro segundo socio comercial, China, con el que tenemos una excelente relación y un acuerdo estratégico de mucho valor, al cual se oponían los mismos que hoy se oponen al TPP argumentando que no debemos pelearnos con China» (¿Por qué es importante el Acuerdo Transpacífico?: 07/06/15). Asimismo las de Eduardo Ferreyros, hincha del TPP y posible ministro del próximo gobierno. También tendrá que lidiar con aquellos opositores al TPP que están fuera del gobierno y con la creciente preocupación que hoy existe en el ámbito internacional por este tratado. La revista chilena The Clinic On Line (10/07/16) ha dado a conocer una carta enviada el pasado 20 de abril al canciller chileno, Heraldo Muñoz, por dos expertos internacionales y cinco relatores especiales de Naciones Unidas (ONU) y donde expresan su preocupación por el impacto que tendría el TPP en la regulación de medicamentos genéricos, derechos de autor, libertad de expresión y derechos de pueblos indígenas. Esta carta también ha sido enviada en «términos similares» a los demás países firmantes del tratado. Ello incluye al Perú. Y si bien no sabemos si le ha llegado a la ministra de Industria y Comercio Exterior, Magali Silva, puesto que fue ella quien lo firmó, creemos que debe ser respondida por el actual gobierno y, si este no lo hace, debería hacerlo el próximo. Por ello sería bueno saber si el TPP y su impacto en el país han sido tomados en cuenta en las reuniones que el presidente electo, PPK, y su equipo han mantenido con gremios laborales, colectivos sociales y partidos políticos. Ello sería fundamental no solo por la falta de transparencia que rodea a este tratado sino también porque al no garantizar el cumplimiento de tratados internacionales sobre derechos humanos merece ser debatido públicamente, más aún ahora que tendrá que pasar al Congreso para su aprobación.