Según cifras del INEI, en el IV Trimestre del 2013 las personas naturales crearon 42,468 empresas, a nivel nacional. La cantidad es importante y demuestra que muchas personas quieren establecer algún tipo de “negocio”. Dice también el INEI que el 29.5% de las nuevas empresas declararon que su negocio era el comercio al por menor, un 15% adicional era para “comercio al por mayor” y un 14.6% para “otros servicios”. En ese mismo IV Trimestre hubo 16,312 empresas de personas naturales dadas de baja, es decir, que salieron del mercado. En este caso, el 19.6% y el 15.9% fue por comercio al por mayor y al por menor, respectivamente, mientras que un 15.9% dado de baja fue en el rubro “servicios prestados a empresas”. Vemos acá que las altas superan a las bajas en casi 3 a 1. Y que la gran mayoría se dedica al comercio, mayorista o minorista. La cuestión es que esa situación ha cambiado al III Trimestre del 2015. Hubo 42,768 “altas” (casi igual que en el 2013) pero hubo 21,519 “bajas”. Lo que nos da una relación de 2 a 1: por cada dos empresas que nacen, una muere. Agreguemos que el comercio mayorista y minoristas siguen siendo predominantes. Las empresas creadas por personas naturales son, casi por definición, lo que se llama una microempresa. Existe una abundante literatura sobre ellas en los últimos años. En muchos casos lo que se plantea es que estas microempresas son formadas por los “emprendedores” y constituyen un elemento clave para alcanzar el desarrollo social. Quizá el más conocido es Mohammed Yunus (quien ganó el Premio Nobel), con su planteamiento de micropréstamos, sobretodo a mujeres, en su Bangla Desh natal. Muchos de estos enfoques tienen relación con Hernando de Soto y el tema de formalización de la propiedad de los activos de los pobres. En el Perú, el mercado de las microfinanzas es considerado una de los más avanzados del mundo. Hace dos años había 39 empresas microfinancieras, entre las cuales se encuentran las Cajas Rurales y Municipales, las EdPymes y otras financieras que otorgan créditos a la pequeña y microempresa. Pero, debido a la desaceleración económica todo el sector ha entrado en un proceso llamado de “consolidación”, lo que quiere decir que ha habido una cantidad de fusiones y adquisiciones. Quizá la más importante fue la compra de MiBanco por el Banco de Crédito, lo que de hecho lo ha convertido en la primera microfinanciera del país. Sin embargo, todo ese proceso de “consolidación” no ha podido evitar quiebras lo que se debe, en lo fundamental, al alto índice de morosidad en el sector. Según la SBS, a setiembre del 2015, la morosidad de cinco cajas municipales y cuatro cajas rurales supera el 8%, cifra que se considera el límite a partir del cual estas empresas tienen la capacidad de generar fondos para cumplir con sus obligaciones. En el Reporte de Estabilidad Financiera, que acaba de publicar el BCR, el índice de morosidad de las MYPE ha subido de 9.9 a 10.1% en el 2015, debido a que “son las más sensibles al ciclo económico”. La cuestión es que, además de la desaceleración económica, uno de los grandes problemas –y causa de la morosidad- es que en el sector microfinanciero se cobran las tasas de interés más altas del sistema (solo superadas por las tasas de las tarjetas de crédito). A octubre del 2015 la tasa de interés por crédito de 360 días a las PYMES era de 41.5% (Nota Semanal BCR, Cuadro 24), mientras que a las grandes empresas se les cobra 4 a 5%. Esas grandes tasas han movido a la gran banca a penetrar a las microfinanzas pues ve la posibilidad de alcanzar altas tasas de rentabilidad. En efecto, CrediScotia, Edyficar (BCP), Compartamos (México) y Confianza (BBVA) tienen, ya, una posición de dominio en este mercado, superando ampliamente a las Cajas Municipales y Rurales. Ahora bien, el problema de la morosidad del sector microfinanzas no es, aún, un problema sistémico. Según el BCR, las colocaciones brutas en el sector micro y pequeñas empresas ascienden a S/ 31,000 millones, de un total de S/ 244,439 millones en todo el sistema financiero. Pero, ojo, estamos hablando de un 15% del total (y no estamos considerando los S/ 44,514 millones de colocaciones en el crédito de consumo). El tema reseñado aquí nos dice varias cosas. Una de ellas es que el sector de las PYMES tiene una alta mortandad, es decir, tiene alto riesgo, que se acrecienta con la bajada del ciclo económico (¿se imaginan a los jubilados de las AFP invirtiendo su 95.5% en alguna “empresita” suya o de sus amigos? Imaginen las consecuencias. Otra es que este sector es al que más rápidamente lo golpea la caída de la economía, a lo que se añaden las enormes tasas de interés que tiene que pagar. Para terminar, hay también un tema de “modelo de desarrollo”: ningún país se ha desarrollado a partir de las PYMES como motor de crecimiento. La razón es simple: de un lado, a ese nivel la productividad es baja y, de otro, las PYMES no pueden “jalar” al conjunto de la economía, rol que le corresponde a la gran y mediana empresa, en un marco de políticas ligadas a un plan de diversificación productiva, con aglomeraciones sectoriales y regionales (clusters). Por tanto, las PYMES deben ser apoyadas. Pero no hay que creernos el cuento neoliberal que nos dice que “solo los emprendedores salvarán al Perú”, o sea los individuos dejados a su libre albedrío podrán, siempre “solos”, triunfar y salir adelante. Pero eso es lo que quieren que creamos. Y en algunos casos lo están logrando, tema que debemos revertir.