Pese a no vivir en la pobreza, un sector de jóvenes limeños son vulnerables a causa de las desigualdades sociales. Ellos son analizados en reciente libro del Instituto de Estudios Peruanos (IEP)., No son los jóvenes más destacados de su generación y se les podría calificar como 'del montón'. Son hijos o nietos de los migrantes del interior del país y no han sufrido las dificultades económicas a las que se enfrentaron sus antecesores. Ya no pasan hambre y parecen conformes con su aparente comodidad. ¿Qué pasa por su cabeza y cuál es el futuro de este grupo de jóvenes capitalinos? Ocho de ellos, nacidos en los 90 en Lima Metropolitana, son los protagonistas del libro “Solo zapatillas de marca”: un estudio etnográfico que realizaron las investigadoras del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), Francesca Uccelli y Mariel García. PUEDES VER: Jóvenes que ni estudian ni trabajan suman más de 1 millón 30 mil en el Perú Juan (23 años, Rímac) y Marjorie (23, Comas) son los únicos del grupo que reciben educación universitaria del Estado, privilegio de que no gozan Paolo (21, Villa El Salvador), Carolina (24, Magdalena) quienes solo trabajan. En cambio, Gino (21, Comas), Joselyn (20, Comas) se dedican a ambas actividades. Por desgracia, John (18, Villa El Salvador) y Teresa (24, Chorrillos) ni trabajan ni estudian. ¿Cómo es la relación de estos jóvenes con la sociedad y el Estado y que consecuencias trae su vulnerabilidad? ¿Educación estatal? ¡No! Los padres de estos muchachos ven con desconfianza la educación pública a nivel primaria y secundaria, así que apuestan por inscribir a sus hijos en colegios privados. Entonces los alumnos nunca sientan la necesidad de exigir una educación pública de calidad, pues la opción privada les evita reclamar al Estado. Esta opinión, sin embargo, cambia cuando llega el periodo universitario y, en este punto, sí se prefiere la oferta pública, como sucede con Marjorie y Diego. "Las universidades estatales se prefieren por su prestigio y por ser más baratas en comparación de las privadas", agrega Uccelli. Puro trabajo precario La mitad del total de protagonistas, por su edad, tienen una amplia oferta laboral, pero precaria. Acceden a trabajos temporales, pero con remuneraciones muy bajas o incluso nunca les llegan a pagar, como se relata en el libro. Por contar con trabajos fugaces, los jóvenes pasan a desempeñar diversas actividades temporales cada una más distinta que la anterior. "Esto hace que sean 'eternos aprendices' y no tengan capacidad para adquirir un expertise", indica Uccelli. Otros optan por ofertas 'ilegales' cuyo atractivo radica en los altos ingresos' con un mínimo esfuerzo, como es el caso de Paolo. Solo zapatillas finas Aquí llega el momento de gastar el poco dinero ganado. La mayoría —al ser jóvenes con las necesidades básicas cubiertas gracias a sus familias— usan su dinero para la adquisición de productos que los integren a la cultura juvenil global. Por su poca capacidad adquisitiva, estos jovenes acceden a productos (en especial, la vestimenta) de imitación o de menor costo en boutiques de barrio o en Gamarra. Nunca en tiendas por departamentos, porque venden 'ropa cara'. Sin embargo, lo que los protagonistas no consideran negociable son las zapatillas. "La ropa puede ser 'chanchito', pero las zapatillas tienen que ser 'de marca', porque es una señal de estatus", destaca García. "Así, pasan a ser parte de la clase media", agrega Uccelli. Sin embargo, tener zapatillas de marca no es suficiente y los protagonistas viven la marginación en otros grupos sociales por su lugar de origen o su nivel de educación. Jóvenes y la politica Los personajes creen que la política no es para ellos sino para los que necesitan algo del Estado. Por lo tanto, todo lo que provenga del sector público es visto como 'algo para pobres'. No reclaman derechos de salud o educación porque creen que, si se puede pagar estos servicios, es mucho mejor, debido a su individualismo. Lecciones a considerar ¿De qué sirve saber todo esto? Uccelli sostiene que el estudio quiere aportar a pensar que si bien el Perú ha mejorado, eso no significa que estemos bien. “El mercado transforma pero no resuelve la desigualdad, porque promueve consumidores, no ciudadanos”, señala. Por eso es necesario desarrollar políticas para los jóvenes ya que el Estado se ha replegado, dejando al mercado que solucione muchas condiciones y no siempre tiene éxito en su cometido. "Si educamos a los jóvenes de manera desigual y les ofrecemos trabajos precarios, en esta cultura de consumo e individualismo en que se gasta para vivir el hoy, vemos una situación de vulnerabilidad actual, y peor aún, futura", lamenta Uccelli.