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Domingo

Orbea, memoria y nostalgia

Una antigua hacienda limeña, de la que ahora solo queda una casona familiar, ubicada en lo que fue la Magdalena Vieja, es el escenario de un bello e imprescindible libro con las memorias del historiador José de la Puente Candamo.

Historiador José de la Puente Brunke nos ubica en el antes y ahora de las fotografías del libro. Foto: Roberto Ochoa.
Historiador José de la Puente Brunke nos ubica en el antes y ahora de las fotografías del libro. Foto: Roberto Ochoa.

En El tambor de hojalata, la célebre novela de Günther Grass, el personaje Oskar Matzerat empieza su relato autobiográfico mientras revisa un viejo álbum fotográfico familiar. Las imágenes en sepia y blanco y negro fueron el mejor aporte tecnológico del siglo XX y Grass, en su genialidad, las utilizó para retratar la historia nacional de la Alemania de la primera mitad del siglo XX en base a las microhistorias familiares escondidas en las fotos de su álbum.

De ahí que la memoria familiar y nacional del siglo pasado se vean enriquecidas con esta selección fotográfica reunidas en los álbumes familiares. Era una época en que pocos tenían acceso a la fotografía analógica pues significaba todo un presupuesto: la cámara, los rollos, el revelado en vidrio y el ampliado. Hoy en día, empero, la tecnología digital ha democratizado la fotografía, pero significó la desaparición de ese microcosmos familiar enmarcado en los álbumes fotográficos.

Y es precisamente esa cualidad del álbum familiar como aporte a una autobiografía la que hace entrañable y atractivo el libro Memorias de Orbea, infancia y juventud desde una hacienda limeña (1922-1947).

Portada del libro con una fotografía en sepia del patio principal de la casa hacienda Orbea. Foto: difusión.

Portada del libro con una fotografía en sepia del patio principal de la casa hacienda Orbea. Foto: difusión.

El título, empero, aprovecha la historia de una antigua hacienda limeña como sede para la autobiografía del destacado historiador José de la Puente Candamo, fallecido el año 2020 a los 97 años de edad, luego de aportar reveladores libros de la historia republicana y dedicar su vida a la enseñanza: figura entre los fundadores del Instituto Riva-Agüero y de la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde enseñó nada menos que 68 años, desde 1947 hasta el 2015.

Así como Un mundo para Julius, de Alfredo Bryce Echenique, es una ficción de esa aristocracia limeña en proceso de extinción en la segunda mitad del siglo XX, así también el principal atractivo del libro Memoria de Orbea... radica en que marca ese proceso a través de la historia gráfica de una antigua hacienda (se utilizaba más el termino “chacra”) y de una familia con ancestros virreinales y republicanos. El abuelo materno de don José fue el político arequipeño Manuel González de Candamo e Iriarte, dos veces presidente del Perú entre los año 1895 y 1904.

El frontis de la casona cuando las tierras de la hacienda llegaban hasta los acantilados de Magdalena. Foto: difusión.

El frontis de la casona cuando las tierras de la hacienda llegaban hasta los acantilados de Magdalena. Foto: difusión.

Es bueno reconocer que se trata de familias conservadoras y de profunda fe católica que, a diferencia de nuestros tiempos, aportaron ilustración y sabiduría. Fueron años en los que no existía ese abismo ideológico entre la izquierda y derecha, pero tampoco existía la DBA ni la IBA. En aquellos años los conservadores y liberales aportaron pensadores de primera que, desde sus trincheras, compartieron un proyecto nacional. Pienso en Víctor Andrés Belaunde, José Manuel González de Prada y Álvarez de Ulloa, José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, Luis Alayza y Paz Soldán, Luis E. Valcárcel, Raúl Porras Barrenechea, entre otros. Una figura destacada fue la don José de la Riva Agüero y Osma, VI marqués de Montealegre de Aulestia y V marqués de Casa-Dávila.

Con sus ostentosos títulos nobiliarios y un árbol genealógico donde figura el primer presidente del Perú y algunos virreyes, Riva Agüero fue todo un “influencer” político de la más rancia aristocracia limeña. Sin embargo, mientras su pares limeños vacacionaban en París y Londres, él decidió recorrer el sur peruano (en esos años a lomo de bestia) y marcó a toda una generación con su libro Paisajes peruanos, escrito a los 27 años de edad, y luego de transitar por Cusco, Abancay, Andahuaylas, Ayacucho y Huancayo, siguiendo los antiguos caminos prehispánicos y las rutas de los comerciantes. Hoy en día parece fácil, hasta hubiera sido calificado de “caviar”, pero en aquellos años rompió los esquemas de la aristocracia limeña.

Autobiografía

“Las memorias constituyen un género poco cultivado en el Perú”, nos dice el también historiador José de la Puente Brunke, hijo mayor del autor quien, con sus hermanos Lorenzo y Manuel, figuran como editores del libro.

Y no le falta razón. El pez en el agua, de nuestro nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, debe ser una de las últimas autobiografías escritas tras la derrota electoral de 1990. Habría que añadir los relatos autobiográficos de Jorge Basadre, Luis Alberto Sánchez, Alberto Wagner de Reyna, Domingo García Rada, Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio y José Antonio del Busto Duthurburu. Sin embargo, son pocos en comparación a otros países de América y de Europa.

Mientras recorremos la hermosa casona de lo que fue la Hacienda Orbea, en el centro histórico de Pueblo Libre y al frente del bar Queirolo, de la Puente Brunke nos explica las razones por las que el libro está divido en tres partes: “La primera recoge los recuerdos de infancia de mi padre y lo que fue su vida en una hacienda que por aquel entonces estaba ubicada lejos de Lima y que nunca cerraba su portón porque aquí se vendía leche, carnes y otros productos agrícolas”.

La carreta con la que se repartía leche fresca e imágenes de la infancia de don José de la Puente Candamo. Foto: difusión.

La carreta con la que se repartía leche fresca e imágenes de la infancia de don José de la Puente Candamo. Foto: difusión.

La carreta con la que se repartía leche fresca e imágenes de la infancia de don José de la Puente Candamo. Foto: difusión.

La carreta con la que se repartía leche fresca e imágenes de la infancia de don José de la Puente Candamo. Foto: difusión.

“Ir a Lima era como ir a otro mundo”, escribe don José de la Puente Candamo para explicar la enorme diferencia de la urbe capitalina de principios del siglo XX con la “chacra” ubicada en el barrio de Magdalena Vieja, hoy distrito de Pueblo Libre.

“A una legua (cinco kilómetros) de Lima, no diré se alza sino se esconde, el histórico pueblecito de Magdalena, al que hoy la novelería limeña quiere llamar Pueblo Libre”, escribió Luis Alayza y Paz Soldán en los años en que Lima celebraba el primer centenario de la independencia (1921).

En la segunda parte “La Lima de mi infancia y juventud” se puede leer y, sobre todo, visualizar las fotografías de la ciudad capital de los años 20 y 30, cuando aún no era una megalópolis como hoy la conocemos y sufrimos.

“Mi formación escolar y mi vida universitaria” es el título del tercer capítulo donde se puede conocer detalles de la educación escolar que se dictaba en los domicilios, para luego pasar a las aulas de La Recoleta y conocer detalles de la fundación de la Pontifi cia Universidad Católica del Perú (su local en la plaza Francia) y del Instituto Riva Agüero, que hasta hoy en día funciona en lo que fue la casona familiar ubicada en la cuadra 4 del Jirón Camaná, en el centro Histórico de Lima.

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