Diego Bertie, el destino de un actor
Con el reestreno de La jaula de las locas, el intérprete de cine, televisión y teatro regresa al ambiente en el que más cómodo se siente y en el que ha pasado la mayor cantidad de tiempo de sus 27 años de vida artística.
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Media docena de personas trajina sobre el escenario del Teatro Peruano Japonés. Unos colocan muebles. Otros, subidos en escaleras, montan lo que serán los ventanales de una casa. Sonido de martillos, de taladros.
“Da placer ver cómo las cosas se están armando. Ya no te lo tienes que imaginar en los ensayos… A mí me gusta estar pendiente de todo, aunque no me corresponda. Por eso me gusta tanto el teatro. Es mágico”.
Diego Bertie está sentado sobre los escalones de una de las entradas a la platea. Apartado de lo que ocurre a su alrededor, pero al mismo tiempo atento.
Son pasadas las seis de la tarde y lleva allí una hora, esperando a que comiencen los ensayos de La jaula de las locas. Hace cuatro años ya protagonizó este montaje y ahora que se repone vuelve a personificar al refinado Georges, ese discreto hombre de espectáculos que ama con locura a su hijo y a su pareja, Zazá.
“Esta vez tengo mucho más claro lo que quiere el personaje: la armonía de su hogar y hacer feliz a los que ama. Ellos forman una familia como cualquier otra y ese es el mensaje maravilloso de la obra”.
Una familia conformada por una entrañable pareja de homosexuales cuya historia se ha visto en innumerables adaptaciones teatrales y cinematográficas desde 1973, cuando la obra del dramaturgo francés Jean Poirot salió a la luz.
Y en esta Lima del 2014 imbuida en el debate por la unión civil, Diego Bertie dice que esta reposición no tiene nada que ver con la coyuntura.
“La unión civil es algo que apoyo y comparto, pero La jaula de las locas no es un panfleto. Es un musical que tiene dos personajes tan queridos para el público que no importa si son dos hombres o dos mujeres, y cuyo mensaje es vive el presente, ama tu vida y aprovecha cada momento como si fuera el último”.
Y el actor, cuya carrera comenzó hace 27 años, dice que está pasando precisamente por un momento similar.
De música y tele
“Creo que he encontrado en el teatro musical un buen lugar. Yo nunca me he sentido un cantante, pero cuando me pones en un escenario y me das una canción y un personaje, sale bien. De lo contrario, no me llamarían”.
Curiosamente, el primer trabajo como actor que tuvo Diego Bertie fue en una versión de Annie, en 1987. Luego participaría en otros musicales como Fantásticos, Jardín secreto, La comedia romana.
“Nunca busqué hacer musicales pero estos fueron apareciendo”, dice Bertie, quien experiencia tenía en esto de la cantada: fue el vocalista del grupo Imágenes, muy popular en los años ochenta, y en los noventa grabó dos discos como solista.
“Hay gente que me dice que fue a un matrimonio y pusieron una de mis canciones. Me parece bacán, pero eso de estar en un grupo es algo que ya no haría. A mí la bulla de una banda ya no me agrada, me siento más cómodo con la armonía que alcanzas en el teatro musical”.
Bertie no es de esos actores que siempre supo que lo suyo eran los escenarios, aunque reconoce que sí hubo algo de predestinación, ya que, cuando estaba en el colegio, disfrutaba cuando salía al frente de su salón a exponer algún trabajo. Reconoce entonces que quizá tenía cierta inquietud, quizá algo de talento, pero nunca fue de los que iban por allí tratando de formar un grupo de teatro.
Cuando terminó el colegio empezó a estudiar administración de empresas y pronto descubrió que eso tampoco era lo suyo.
“La actuación era algo que me apasionaba y me fui metiendo de a pocos. Hacía comerciales, estaba con Imágenes, pero pararme en un escenario le dio sentido a mi vida”.
Primero el teatro y luego la televisión y las telenovelas. Las primeras: Rosa de América, El hombre que debe morir, Natacha. Y, en paralelo, el cine.
Ultra Warrior, película de mutantes producida por Lucho Llosa y Roger Corman, y otra de submarinos nucleares llamada Full Phatom Five fueron su debut en el cine a comienzos de los noventa, hasta que Danny Gaviria le ofreció un papel protagónico en su película Reportaje a la muerte. Luego vendrían Todos somos estrellas, El bien esquivo y Bajo la piel, su primera película con Francisco Lombardi, que precedió al que tal vez sea uno de sus mejores roles en la pantalla grande, el de Ramón Romano en Sin compasión, esa oscura versión a la peruana de Crimen y castigo, de Dostoievski.
“Peleé mucho ese papel –recuerda–, bajé diez kilos, fue intenso”.
Y aunque Bertie ama el cine, es la televisión la que le dio popularidad y lo llevó a la internacionalización. Al inicio se resistió a sucumbir a esas tentaciones. La primera vez que le ofrecieron protagonizar una telenovela en Miami, Bertie acababa de hacer Sin compasión y estaba haciendo de Segismundo –de La vida es sueño– en el teatro de la Católica. Dijo no a la propuesta y se quedó en el Perú.
Cuando por segunda vez le ofrecieron ir al extranjero, a Venezuela, a ser el protagonista de Amantes de luna llena al lado de Ruddy Rodríguez, dijo que sí.
“Entendí que era una oportunidad y la aproveché. Perotenía clarísimo también que no me iba a quedar allí”.
Fuera del Perú, Diego Bertie ha trabajado en la telenovela Vale todo (2002), hizo un capítulo de la teleserie Tiempo final (Fox televisión, 2007), participó en la versión latina de Amas de casa desesperadas (2008), y en el 2010 volvió al país para trabajar en la teleserie Los Exitosos Gome$.
Hotel Otelo, teleserie cómica estrenada a comienzos de este año y que solo duró seis capítulos al aire, fue su última incursión televisiva local.
“Llegué al primer día de grabación, entré, salí y recuerdo que le dije a mi hija Aíssa, 'esto no va a funcionar'. No me equivoqué.
Respirar
Antes de comenzar el ensayo del día, uno de los últimos previos al reestreno de La jaula de las locas, cuya temporada comienza el próximo 10 de junio, Diego Bertie se junta con parte del elenco para escuchar algunas indicaciones de Juan Carlos Fisher, el director.
Tiene aún unos minutos antes de comenzar la faena del día, y el actor luce descansado y totalmente predispuesto a hacer su trabajo.
“Creo que ahora tengo un aporte mucho más activo en el teatro que en la televisión”, dice Bertie. “Ajustándote un poco puedes vivir del teatro. Pero en mi caso debo decir que también he tenido suerte, ya que todavía es difícil hacer eso en nuestro país”.
El actor saluda que el público esté tan interesado por ver teatro, aunque el problema es que, con la proliferación de salas y obras, ahora hay más oferta que demanda.
“Nos hemos ido al otro extremo, pero está bien. Lo que se necesita es atraer más público y eso se logra con la promoción, la publicidad, pero también con el boca a boca”.
Diego Bertie tiene 46 años y las canas que ya han hecho presencia no le molestan ni las agradece. “Las canas son estrés –bromea– es el paso del tiempo aunque no puedo presumir de ser maduro. No me jacto ni me regodeo de la edad”.
De lo único que sí se jacta es de su hija Aíssa, una adolescente de casi quince años a la que está muy unido, y que suele acompañarlo a los ensayos.
“Yo me río mucho con ella. La pasamos bien juntos, como padre creo que soy el mejor que puedo ser y ya está. Eso es lo importante para mí”.
Diego Bertie está donde quiere estar. Así lo manifiesta y así lo deja ver con su tranquilidad, con ese darse tiempo para pensar las cosas y respirar. Porque dice que muchas veces las personas nos olvidamos de cómo respirar, y respirar bien limpia la mente, despeja.
“Si pienso en lo que me queda aún por hacer, la repuesta es: todo. Cada cosa que empiezo es lo último, pero también lo primero”. Pasión se le llama a ese sentimiento que nos impulsa con fuerza hacia una persona, una idea, una actividad. Y el teatro, la actuación, es esa pasión que hace respirar a Bertie.