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País entre la agonía y la debacle, por Jaime Chincha

“Lo que vive el Perú hoy, se asemeja a una basta descendencia de los hermanos Gutiérrez controlando la cosa pública, medrando a costa del fisco. La cleptocracia es el sistema de gobierno que se impone sobre nuestros atolondrados destinos”.

El atribulado país sin ley enfrenta un descaminado desgaje de sus instituciones. Viajamos por esta trocha anquilosada que nos arrastra a nuestra propia versión del noveno círculo de Dante; la traición nos gobierna, la ambición respalda el presupuesto, la mentira escribe los considerandos, la coima reglamenta los decretos de urgencia, la impunidad despacha en la mesa de partes, la extorsión solicita un cuarto intermedio, la difamación se baña de popularidad en las redes y el insulto está por sentar jurisprudencia. No es menos cierto que traidor se termina escribiendo con la R de rifle. Pero lo que vive el Perú de hoy, se asemeja a una vasta descendencia de los hermanos Gutiérrez controlando la cosa pública, medrando a costa del fisco. La cleptocracia es el sistema de gobierno que se impone sobre nuestros atolondrados destinos. El populismo, empachado de corvinas con todo y limón, es hoy el ideario pendenciero y depredador que eclipsa casi todas las acepciones que la palabra futuro puede otorgarnos como país.

Nos gobierna por primera vez una mujer. Nos retumba el salmo nacional de la enésima oportunidad perdida. Nos gobierna alguien con muchas señas de estar gozando el pozo de la Tinka. Los creyentes podrían susurrar que a Dina Boluarte se le apareció la virgen. Sacristán que vende cera y no tiene cerería, de dónde pecata mía si no es de la sacristía. La señora presidenta ha convertido el tesoro público en su pararrayos infalible para librar el cadalso por el que, tarde o temprano, le tocará desfilar. Solo en una cleptocracia como esta, se permite que la primera servidora pública elabore versiones encontradas y fantasiosas sobre la afanosa posesión de relojes de lujo a cambio de millonarias tajadas presupuestales. Un populismo con efectos parecidos al fentanilo se encarga de adormilar toda clase de indignación colectiva. La señora Boluarte, en este estado de cosas, se atribuye la prerrogativa de testificar que desconoce mayormente lo que es un reloj de alta gama. Dina cocina una versión tras otra cambiando ingredientes y sazón. Los Rolex primero fueron de antaño, luego fruto de sus ahorros y ahora arguye un préstamo que no la salva, sino que agranda las evidencias de un trasiego corrupto de millones estatales. La presidenta Boluarte es la misma que, en tiempos de campaña electoral, ordenó que unas cajas de atún donadas por el empresario Edu Beltrán vayan a la despensa de su domicilio en lugar de repartirlas a sus simpatizantes, según declaró su exasesora Maritza Sánchez. Genio y figura hasta la sepultura.

El Rolexgate descuelga el perfil de alguien que, tranquilamente, sería capaz de llevarse el bufé en táperes. La señora Boluarte no ofrece el más mínimo plan nacional para el corto plazo. Se ha hecho notar, eso sí, con una prisa pujante por agregarle ceros a lo que lleva puesto. Allá afuera se mata sin control hasta por la décima parte de lo que cuesta una pulsera Cartier, pero doña Dina parece vivir el opio de un programa concurso donde el tiempo corre, donde vale blindar el secreto bancario y donde se consiente con el doble de vehículos escolta y el triple de policías con cara de malos. Tenemos a una presidenta con un temor y una angustia tan crecientes y paralizantes, desde que el escándalo estalló, que la han llevado a añadir en su rutina la obligada consulta al Tarot y el ocultismo. Una presidenta, con prioridades así de veleidosas, es presa fácil de quienes tienen la última palabra y son hoy los expertos en cortar el jamón. Por más que levante la voz en un estrado, por más que la televisión estatal baje al mínimo el sonido ambiental que capta gritos y pifias que le increpan relojes y muertes; haga lo que haga o diga lo que diga, su nula condición de estadista en aprietos ha hecho del Congreso el epicentro del poder. Al gobierno de Boluarte solo le ha quedado claudicar ante el Trampolín a la Fama de la plaza Bolívar. El sometimiento se consumó con la promulgación del retiro de fondos pensionarios. Al día siguiente de publicada la ley, al ministro Arista le brotó una discrepancia tardía cuando distinguió como campaña para las próximas senadurías al retiro que aprobaron 97 congresistas. Tan evidente es este gobierno congresal que su presidente, Alejandro Soto, llamó la atención al ministro en un documento público conminando a la presidenta a callarlo.

Un toma y daca de pasajeras complicidades que le permite al Gobierno remover al coronel Harvey Colchado. Dicen que al mejor cazador se le escapa la paloma, y a Colchado se le escapó la foto de una torta que terminó atragantándolo. La coartada perfecta para que Boluarte y todo el elenco de allanados coman del plato frío de una suspensión que supo hacerse esperar. Colchado sabía que le respiraban en la nuca y, así con todo, cayó en la tentación de ser influencer por un día. La institucionalidad agoniza a velocidad de metástasis, cuando en el Congreso los representantes de la minería ilegal y el lavado de activos festinan leyes para prolongar la impunidad para sus financistas así como para sus líderes. País en cuidados intensivos y con pronóstico reservado, cuando los representantes de lo más tramposo del magisterio destruyen lo poco que quedaba de carrera pública. El significado de la palabra futuro se sigue desvaneciendo con colegios a cargo de profesores que liquidaron la meritocracia; nos han puesto de cabeza al aceptar que a la niñez la evalúe quienes no han sido previamente evaluados. Hay parlamentarios que no pueden visitar a quienes votaron por ellos. Saben que la gente sabe que ya no los representan; que los han traicionado al ser hoy representantes de intereses que van contra sus propios electores. Han optado por la política del despilfarro, con créditos suplementarios por S/50 millones, que el Gobierno de la señora otorga con tal de que las agujas del reloj no se detengan antes del 2026. Prefiere cortar presupuesto al poder que preside y dárselo al Legislativo.

Y ese extravío presidencial nos convierte en la burla del mundo entero. Un país que se está ganando la fama de deshonrar sus compromisos espanta cualquier tipo de inversión. Cosco Shipping alista una demanda internacional contra el Estado peruano por el cambio de reglas en Chancay. La minería ilegal se consolida en Pataz, el Ministerio del Interior es más veloz con un coronel insolente que con el prófugo aquel que sabe demasiado, el gobernador Acuña prefiere entretenerse jugando al aliado de una presidenta que ha comenzado a comportarse como si tuviese las horas contadas. Reloj no marques porque voy a enloquecer, canta la presidenta. Reloj detén tu camino porque mi vida se acaba, canta la institucionalidad maniatada por la cleptocracia que pretende arrasar con todo. De seguir por este mismo sendero, todos los caminos terminarán conduciéndonos a Antauro.

Pero no todo está perdido, el reloj nos dice que aún hay tiempo de evitar la debacle.

Jaime Chincha

Pie de página

Comenzó su carrera en 1999 en el equipo fundador del Canal N. Durante todo el año 2005, hizo reportajes de investigación para el programa Cuarto poder, de América Televisión. Entre 2006 y 2007, fue editor general de Terra TV, un canal de televisión por internet de Terra Networks. Desde octubre de 2018 a marzo del 2022, dirigió el programa diario Nada está dicho por el canal de pago RPP TV. Desde el 2 de mayo de 2022, regresó a Canal N para dirigir el programa de entrevistas de política y actualidad: Octavo mandamiento.