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Sociedad

“No creo que se hagan tantas obras como en el Centenario”

El historiador Juan Luis Orrego presentó el sábado último su obra “¡Y llegó el Centenario! Los festejos de 1921 y 1924 en la Lima de Augusto B. Leguía”, donde cuenta que el régimen no escatimó recursos para celebrar, sobre todo en Lima, las efemérides. En realidad, no hubo una celebración sino dos, incluida la de 1924 por la Batalla de Ayacucho, que coincidió con la primera reelección del líder de Patria Nueva.

Juan Luis Orrego, historiador. Foto: Musuk Nolte
Juan Luis Orrego, historiador. Foto: Musuk Nolte

Por Carlos Páucar.

— ¿Qué descubrió sobre la celebración del Centenario de la Independencia? ¿Se vivió una fiesta?

— El Centenario fue atrapado por la política. Fue una oportunidad para hacerle publicidad al régimen, y más si era un régimen “fundacional” que pretendía refundar la república, qué mejor ocasión que este tipo de efemérides. Nosotros, por ejemplo, en el Perú tuvimos justamente en las dos grandes efemérides, dos gobiernos que quisieron refundar la república: Leguía con la Patria Nueva y Velasco con su Gobierno Revolucionario. Entonces ocurrió y es posible que ocurra también para el Bicentenario.

¿El gobierno de Leguía entonces aprovechó la fecha?

— Lo aprovechó y, eso sí, creo, en el mejor sentido de los términos, para acortar las distancias del Perú, en este caso de Lima, con las otras capitales latinoamericanas. Porque el Perú nunca había visto tanto esfuerzo de obras públicas. Todo el oncenio fue de obras, y de algunas que quedaron inconclusas porque vino la crisis del 29… Se hizo a nivel nacional como carreteras y obras de irrigación, también de algo que en el Perú no se nota mucho, se invirtió mucho en obras de saneamiento, agua potable, sistemas de desague, asfaltado.

— Pero ¿de qué modo se da el uso político del festejo?

— En hacer propaganda a Leguía y su gobierno. Sobre todo, de manera muy clara en los festejos de 1924. Porque tuvimos dos centenarios: el del año 1921 por la proclamación de San Martín en la Plaza de Armas y el de 1924, por los cien años de la Batalla de Ayacucho. Justo el del 24 coincidió con la reelección de Leguía.

— ¿Cuál de ellas fue la más apoteósica?

— La del 24. Este año se inauguraron más obras, incluso vinieron más delegaciones extranjeras para los festejos, porque también es interesante en los centenarios la cantidad de gente que vino, que fue de altísimo nivel, tanto a nivel político como intelectual. Lima se convirtió, como quería Leguía, tanto el 21 como el 24,  algo así como en la capital de Latinoamérica.

¿Qué cosas que se habían planeado para 1921 no se llegaron a dar?

— Para 1921, por ejemplo, no quedó listo el Panteón de los Próceres y se inauguró en el año 24… La obra que se inauguró, aunque no estuvo totalmente lista, fue la Plaza San Martín y el monumento de San Martín. El monumento se inauguró, la Plaza también, pero en 1921 solo estaba el monumento, el adoquinado de la Plaza y lo que es ahora el edificio Giacoletti y el Teatro Colón, nada más. Todo lo que vemos ahora, el Hotel Bolívar, el cine San Martín, el club Nacional y todos los portales y edificios, eso es de los años 20, 30 y de principios de los 40. O sea la Plaza San Martín, tal como la contemplamos ahora, quedó lista a principios de la década de los 40. El Hotel Bolívar se inauguró para el centenario de Ayacucho. Y la obra emblemática del año 24 fue el Panteón de los Próceres, antigua iglesia del Convictorio de San Carlos.

El 28 de julio de 1921, ¿cómo se vivió ese día?

— Hubo todo un cronograma de celebraciones tanto oficiales como populares. Hubo banquetes… Ojo que el monumento de San Martín no fue inaugurado el 28 sino el viernes 27 de julio.... El 28 hubo Te Deum, un banquete en Palacio de Gobierno, también cine gratis en todas las salas limeñas. Hubo verbenas,  fuegos artificiales… Fue la fiesta digamos “popular”, y los banquetes, las recepciones fueron actos de la elite.

¿Cuál fue la presencia extranjera más importante e influyente?

— Hay un detalle, Chile no fue invitado porque teníamos el tema de Tacna y Arica, las relaciones eran prácticamente nulas. Una de las embajadas más importantes fue la española. La intención de Leguía era invitar al propio rey Alfonso XIII, quien no pudo venir pero mandaron una representación de altísimo nivel. Pero hablando de anécdotas, un problema que se presentó en el año 21 fue que en Lima no había hoteles, o sea había pero no de categoría como para la calidad de los invitados que estaban llegando. El gobierno tuvo que acudir a familias y que prestaran sus residencias para alojar a las embajadas. La experiencia del Centenario hizo que Leguía impulsara la construcción de un hotel con las comodidades del Hotel Bolívar, que quedó listo para el 24.

¿Se esforzaron por agradar las colonias extranjeras en el Perú? 

— Hubo mucho esfuerzo de algunas colonias. La italiana era la colonia europea más numerosa y la más influyente, sobre todo en cuestiones económicas. Teníamos el Banco Italiano, hoy el Banco de Crédito. La colonia italiana reunió un dinero para contratar a un arquitecto de Buenos Aires y a otro italiano que diseñó el museo que vemos ahora, y encargó a un comisionado en Italia que comprara toda una colección de obras de pintores y escultores italianos...

¿Qué otra colonia dio una contribución importante?

— Creo que la más emblemática fue el obsequio de la colonia japonesa, el monumento a Manco Cápac… Y quedó ubicado en un barrio al cual Leguía quería darle mucho impulso, hecho distrito por el mismo Leguía, La Victoria... En realidad, la mayoría de las obras que regalaron las colonias extranjeras estaban ubicadas en las zonas de expansión del leguiísmo, la avenida Leguía, hoy avenida Arequipa; el monumento a Washington; el monumento de los Atlantes, en el medio de la avenida Arequipa que regaló EE.UU.; el arco morisco que desapareció, regalo de los españoles.

Los ingleses también hicieron un regalo.

— El estadio, pero, ojo, los ingleses no regalaron el estadio, regalaron una tribuna. Con el tiempo fue la tribuna preferencial porque luego se construyeron dos tribunas más de madera. Siempre se dice, una exageración, que los ingleses donaron el estadio, en realidad donaron la tribuna de madera.

¿Qué efectos posteriores tuvo la celebración para el país, para el gobierno?

— El Centenario estuvo muy ligado a Leguía y nosotros sabemos que Leguía terminó mal, preso, murió en la cárcel y hubo un intento por parte de la oligarquía, muy afectada por Leguía, no solo de denigrar su imagen sino de infravalorar su obra. Ellos hubieran querido borrar a Leguía de la historia. Incluso a muchas obras de Leguía, inauguradas con nombres alusivos a él o al régimen, le cambiaron de nomenclatura. La avenida Leguía, hoy avenida Arequipa. La avenida Progreso –Leguía hablaba mucho del progreso–, hoy avenida Venezuela. La avenida La Unión –usaba mucho el término en su discurso–, cambiada por avenida Argentina. 

¿Ud. cree que se construya tantas obras como en el Centenario?

— No creo que para el Bicentenario se inauguren tantas obras en Lima como en el Centenario.

¿Piensa que –de cara al Bicentenario–, este tipo de celebraciones sirven en los países como un elemento unificador?

— Hay un discurso que el país podría exhibir a 100 años, a 150 o a 200 años. Vamos a ver qué discurso se construirá en torno al bicentenario… Hay que acordarnos nosotros que la Independencia no concluyó en 1821 o 1824 con la Batalla de Ayacucho, lo que allí hubo fue la victoria militar. Pero algo que se plantea con la Independencia es la construcción de la República. Y habría que ver si 200 años después hemos cumplido, como a veces se dice con lenguaje altisonante, con el sueño de los libertadores de construir una República, es decir, con verdaderos ciudadanos y  sentido de ciudadanía.

Pensar, juntos, si hemos avanzado.

— Sí, este tipo de fechas es para hacer un alto en el camino y reflexionar si realmente hemos cumplido la construcción del sueño republicano.

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