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Sociedad

Europa enfrenta la tercera ola de COVID-19 en medio de líos políticos

Alerta. Una nueva ola más agresiva pone contra las cuerdas a Europa. Por si fuera poco, la politización en la vacunación y en la gestión de la crisis sumen a la población en un deriva permanente. A estas alturas, los políticos resultan más peligrosos que la epidemia.

Efrain Rodriguez Valdivia

París

A un año de las cuarentenas generales por la pandemia de la COVID-19, Europa enfrenta los primeros tumbos de la tercera ola. Esta vez la peste, más agresiva que las dos anteriores, se lanza al asalto con la variante británica del virus, 64% más mortal, según la revista médica British Medical Journal.

De momento, París es el nuevo epicentro de la pandemia en Europa. Según el ministerio de Salud francés, la capital tiene toda la capacidad hospitalaria desbordada, al 106% y con la recepción de un paciente en urgencias cada doce minutos. Este cuadro aparece al inicio de la tercera, cuando, según los epidemiólogos, el pico de la curva de contagios está lejos.

A diferencia de Italia y el Reino Unido, Francia no ha confinado a la población en medidas estrictas. Tanto Roma como Londres decidieron imponer cuarentenas entre enero y marzo, respectivamente. Sin embargo, París ha intentado detener los contagios con toques de queda durante los fines de semana.

El gobierno galo ha impuesto una cuarentena flexible de un mes donde los ciudadanos pueden salir hasta en un radio de diez kilómetros. Las escuelas y algunos comercios como las librerías estarán abiertas.

Diversas voces, como del genetista y epidemiólogo Axel Kahn, han criticado la medida y han dicho que esto no romperá la curva de contagio. “Es necesario hacer una cuarentena total. Estamos con el cuchillo debajo de la garganta”, sentenció Kahn. Sus palabras han resonado en todo el país. Sin embargo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, no ha recogido la propuesta. Esto es, a todas luces, una forma muy clara que marca el estilo de la gestión de la pandemia en Europa. Un estilo donde los gobernantes ya no escuchan a los consejos científicos. Al menos, es el caso de Macron quien, desde enero, ya no oye las indicaciones de los científicos. Y, por el contrario, trata de encontrar soluciones llamando a laboratorios y leyendo artículos de investigación científica, haciendo su propia ciencia. Casi un ‘hermano gemelo político’ del gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres Llica, quien solicitaba la autorización del gobierno peruano para que la gente tomara chupitos de dióxido de cloro.

Pero, la realidad científica de la enfermedad se ha impuesto otra vez. Europa va rumbo a la tercera ola. Y Francia es el foco del contagio. Desde diciembre se registraban 20,000 casos diarios. Y, desde hace diez días, se han disparado a los 35.000. París y cuatro regiones han terminado con los hospitales desbordados. La comunidad científica advirtió del peligro desde diciembre. Esto ha caldeado los ánimos y la pandemia ha bajado a la arena política. Según la encuestadora Elabe, el 64% de los franceses no confían en la gestión gubernamental. Y la oposición critica desde la Asamblea Nacional las acciones del ejecutivo.

Vacunas

El embrollo de la gestión se ha mezclado también con la campaña de vacunación en Francia y la Unión Europea. Esta comenzó el 27 de diciembre en los veintisiete países de la eurozona con las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca. Por cuestiones geopolíticas, la Unión Europea no ha comprado vacunas de Rusia ni de China. Incluso se animaron a criticar la eficacia y la transparencia de los resultados.

Sin embargo, esto son solo anécdotas menores en comparación con las trabas de la vacuna británica AstraZeneca. En enero, la Unión Europea compró 500 millones de dosis para ejecutar una inmunización continental. El laboratorio sólo entregó 100 millones. Ante la escasez, Europa entró en un ola de exigencias que iban hasta la posible estatización de las plantas de fabricación. El primer ministro británico Boris Johnson llamó a la serenidad y dijo que se trataría de cumplir. El asunto no pasó a mayores. Sin embargo, la tensión quedó en el aire. España dudó de la eficacia para los mayores de 65 años. El 70% de médicos franceses la rechazaron por los efectos de un catarro.

A eso se sumó la caótica vacunación en este país donde los mayores de 80 años debían esperar hasta un mes por falta de dosis. La inmunización se movía lenta. Solo la presión ciudadana ha logrado destrabar la vacunación AstraZeneca. Llegaron más dosis y arrancó la inmunización para los ancianos. Pero, esto duró poco. Alemania, Austria, Noruega e Italia le bajaron el dedo al fármaco británico. El último lunes suspendieron la vacunación con AstraZeneca porque se encontraron coágulos sanguíneos en 30 personas después de vacunar a 17 millones de personas. Angela Merkel anuló la vacunación en Alemania.

Y Macron, contradiciendo a su ministro de salud, lo hizo “en nombre de la política europea”. Se tuvo que esperar una autorización y un estudio de la EMA (por segunda vez y a toda carrera) para retomar la vacunación el jueves pasado. Sin embargo, paradojas de la ciencia, la misma vacuna de AstraZeneca funciona con eficacia en el Reino Unido. Y los resultados son alentadores: la vacunación de 20 millones de personas ha permitido reducir en un 80% las hospitalizaciones de personas de la tercera edad, según datos del Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña. Las marchas y contramarchas tienen como telón de fondo las posturas de la Unión Europea frente al Reino Unido por el Brexit.

La salida del Reino Unido de la Eurozona ha sido un divorcio traumático desde el 2016. Recién en 2021 han sacramentado la separación. Los británicos están convencidos que serán mejores y más autónomos fuera de la Unión Europea. La vacuna de AstraZeneca es un arma diplomática para decirle al mundo que su visión estratégica está puesta en el globo. Ya no sólo en Eurozona. Mientras eso sucede, Europa está enredada y politizada en la crisis.

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