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Sociedad

Biblioterapia

“Los creadores tienen un acceso privilegiado a lo inconsciente. Ese contacto hace de la ficción un aliado inestimable para vivir mejor”

Jorge Bruce
Jorge Bruce

Como todos los lectores empedernidos lo saben, leer libros significativos –para uno mismo– es terapéutico. Suelo “recetar” libros en mi consultorio, como ya he contado por acá. No siempre obtengo el resultado esperado, pero a menudo observo que la lectura es una ayuda maravillosa. Me ha ocurrido últimamente con la saga de Elena Ferrante o El Orden del Día de Éric Vuillard. Ahora que se ha inaugurado la FIL Lima 2019, cuyo éxito se da por descontado, es oportuno hablar de este efecto benéfico de la lectura. Entre muchos otros, demás está decirlo. Hace una punta de años me hizo sentir mejor leer a Ortega y Gasset, quien defendía las virtudes de la evasión: leer novelas o cómics, ver películas, etcétera. Esta revalorización del acto de salir de la realidad y sumirse en mundos ajenos, era algo que, sin que lo advirtiera, me causaba un insidioso sentimiento de culpa. Del cual me liberó la autoridad intelectual del filósofo español.

En un mundo en el que el sentido común exalta las actividades “productivas” (por algo la frase “aportar valor” es tan manida), este permiso para evadirse fue un bálsamo que me sigue acompañando. En un artículo reciente de Ceridwen Dovey, publicado en la revista The New Yorker (Can reading make you happier?), la autora cita a Virginia Woolf: “Un libro nos escinde en dos partes mientras leemos, porque el estado de lectura consiste en la completa eliminación del ego, al mismo tiempo que promete unión perpetua con otra mente”.

Siempre y cuando ese libro nos enganche en ese particular momento de nuestra vida. Cuando ingresé a la PUCP, mi maestro Luis Jaime Cisneros me recomendó leer a Borges y a Cortázar. Siempre se lo agradeceré. Sin embargo, continúo releyendo a Borges y no me atrevo a regresar al querido Julio de Rayuela y Las Armas Secretas. Temo que no se repita el deslumbramiento de entonces (aunque me encantaría estar equivocado). En el consultorio suele suceder que pacientes me pidan recomendaciones de libros de psicoanálisis. Con frecuencia procuro llevarlos al terreno de la ficción. Freud lo sabía bien. Los creadores tienen un acceso privilegiado a lo inconsciente, de donde proviene la fuerza de sus trabajos. Ese contacto privilegiado con el ámbito de las pulsiones sexuales o agresivas, transformado por el trabajo de la creación, hace de la ficción un aliado inestimable para vivir mejor.

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