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Pedro y Pablo

España se abre a un gobierno de coalición de las izquierdas.

Editorial
Editorial

Si se remueven los últimos escollos, España tendrá en diciembre un gobierno de coalición, el primero de la época posfranquista, a más de 80 años de la coalición del Frente Popular de 1936, en el gobierno cuando se inició la guerra civil.

Este es el sentido del sorpresivo acuerdo que adoptaron el PSOE (socialdemócrata) y Unidas Podemos (izquierda) luego de 48 horas de las elecciones del 10 de noviembre. Los comicios provocaron un vuelco al interior de la derecha española; el Partido Popular PP (derecha) pasó de 65 a 88 escaños, pero el ultraderechista Vox irrumpió como tercera fuerza parlamentaria, con un discurso casi franquista, pasando de 42 a 52 escaños, y recogiendo más de 3 millones y medio de votos (15%). Al contrario, Ciudadanos, el partido que quiso jugar al liberalismo y que terminó al lado de las derechas, se hundió, pasando de 57 a 10 escaños y perdiendo en el camino 2 millones y medio de votos.

En un escenario de la derecha en ascenso y el relativo retroceso de la izquierda –el PSOE perdió 3 escaños y Unidas Podemos 7–, ambos partidos pactaron un gobierno de coalición que bien pudieron hacerlo hace meses, luego de las elecciones del 28 de abril, pero que se frustró por la negativa del presidente en funciones Pedro Sánchez, líder del PSOE, temeroso de radicalizar su programa y darle una cuota de poder a un partido con un líder díscolo como Pablo Iglesias.

Por donde se mire, el acuerdo es una victoria de Podemos y un revés para el PSOE que ganó las elecciones nuevamente pero lejos de los 175 escaños que le permitirían formar gobierno en solitario, y sin la posibilidad de abstenciones que permitan la investidura de un gobierno monopartidario. Aún así, es una envidiable oportunidad de llevar adelante un programa que, como señala el preacuerdo de ambos partidos, se propone un gobierno para la protección de los derechos sociales. De los 10 puntos del documento suscrito por Sánchez e Iglesias, 8 se refieren a la agenda social.

De convertirse en gobierno, el pacto tiene riesgos inherentes, referidos a la personalidad de los líderes, especialmente la actitud jacobina de Iglesias, y a zonas grises que podrían convertirse rápidamente en crisis, como la actitud ante los problemas económicos que asoman, la política monetaria europea, la posición ante Venezuela y la cuestión catalana, un asunto sensible en el que discrepan los nuevos socios. El pacto resuelve las expectativas de los políticos (Sánchez ha dicho que Podemos quería estar en el Gobierno, y el PSOE un Ejecutivo cohesionado), pero deberá pactarse casi todos los días.