Roger Santiváñez siempre ha tenido una inclinación paralela por la autobiografía, desde sus felices crónicas breves sobre una juventud en Piura, hasta dos tomos que acaban de salir, casi uno tras otro, cuyo tema es el poeta ya en la capital. Al último, Camarada bailarina (Lima, Penguin, 2024), el autor lo llama autoficción, y algo tiene de eso.
La mención de Maritza Garrido Lecca, la bailarina senderista que cayó presa con Abimael Guzmán, y el subtítulo “Memorias de una generación derrotada” sugieren un texto político, pero el libro tiene muy poco de eso. Más bien trata de un poeta interesado en otros poetas, que se concibe como un espectador externo de la política izquierdista.
Los otros poetas son sobre todo sus amigos, con los que Santiváñez navegó noches de intenso desorden en el centro de Lima. No se nos explica qué causó la derrota generacional del subtítulo, si las diversas trayectorias de la izquierda más ultra (que el poeta miraba de lejos) o lo que Abelardo Gamarra llamó 100 años de vida perdularia (1921).
Pero Santiváñez no se queja, y se mueve por la Lima de los años 80 igual que por la Piura de los años 60. Aunque no lo dice así, siempre se ha visto como un poeta profesional. Intentó la militancia, pero realmente por unos minutos; los partidos de izquierda eran interesantes, pero no como para comprometerse. Ya lo habían sabido los poetas de los años 60.
De otra parte, la fugacidad de las apariciones de la bailarina (era la pareja de un amigo) sugiere la poca importancia de Sendero Luminoso para la generación literaria de Santiváñez. Al menos la poética. Los narradores siempre parecieron más preocupados por el tema. Para los poetas no llegó a ser un tema. Tampoco en esta autobiografía.
La biografía como género está saliendo al encuentro de los poetas, y no solo los más antiguos. José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres ya han publicado una historia de la peripecia del grupo poético Hora Zero y tienen en prensa otro sobre los poetas llamados del 60, titulado Vendaval. Lo que falta son biografías sobre la generación del 50.
El Santiváñez piurano tiene una prosa cálida, ágil, casi melosa, ciertamente dulce. El Santiváñez de Lima es mucho más frío. En Piura se le siente apapachado. En Lima se le intuye en una permanente defensiva.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).