La muerte del policía feminicida que asesinó, descuartizó y escondió en una maleta a Shirley Cóndor (26) no debe ser el final de esta terrible historia que ha dejado desolada a su familia. Lamentablemente, el caso de Shirley es el ejemplo más claro de la terrible fórmula de violencia basada en género que impera en nuestra sociedad. Es una cadena en la que todo encaja: un policía previamente denunciado por violación grupal, una institución que no toma medidas contra ese efectivo ni lo investiga, una comisaría que no recibe la denuncia y, finalmente, la ausencia de urgencia para buscar al criminal. En suma, el más absoluto desinterés por la vida de una mujer desaparecida. Cada uno de estos eslabones se repite una y otra vez en los casos de desaparición y feminicidio. No es la excepción; es el sistema expuesto con toda claridad.
Solo este año, cifras de la Policía señalan que hubo 7,032 denuncias de mujeres desaparecidas, de las cuales solo 3,601 han sido halladas. Según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) del INEI, en 2023 el 27% de las mujeres del Perú reportaron haber sufrido violencia física por parte del esposo o compañero, y el 53% indicó haber sufrido algún tipo de violencia familiar. Estas estadísticas demandan un abordaje serio, integral y nacional. Sin embargo, para que esto ocurra se necesitan voluntad política y presupuesto, factores que colocan este camino en una pendiente muy empinada.
La inseguridad es un problema que se discute constantemente en nuestra cotidianidad. El incremento de la extorsión y el subsecuente aumento del sicariato son preocupaciones graves. Lo mismo ocurre con la minería y la tala ilegales. En todos estos problemas —la violencia basada en género, el crimen urbano y las economías ilegales—, la Policía Nacional se encuentra en el centro del problema, y también será parte central de las propuestas de las campañas electorales que ya se aproximan.
Pese a todo esto, no existe un movimiento real que promueva una reforma total del sistema policial, y esta es la única salida. Se necesita una reingeniería desde el filtro inicial, pasando por la formación, el sistema de ascensos, el sistema de reconocimientos, entre otros. Tiene que cambiar absolutamente todo. Tal vez lo más alarmante sea la ausencia de voces disidentes dentro del cuerpo policial, lo cual dificulta no caer en la generalización. ¿No hay nadie que reconozca que existe un problema serio? Si hay tantas evidencias de que la institución está colapsando, ¿qué más estamos esperando?