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Dina y el abandono de la población vulnerable, por Eliana Carlin

La ciudadanía debe levantar la voz ante el riesgo de abandono a poblaciones vulnerables. 

A estas alturas parece inminente que se concretará la fusión entre el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (Mimp) y el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis). Como ya es usual en este Gobierno, la mediocridad a nivel técnico explica que no exista hasta la fecha un documento formal que desarrolle la justificación, la ruta o el diseño que tendría el nuevo esquema. Esto significa que el documento a) no existe, b) se está improvisando entre cuatro paredes, c) no se hará público y por tanto no será discutido ni recibirá retroalimentación. Es decir, es probable que una decisión tan importante ya esté desarrollándose con un proceso pobre, en las sombras y como moneda de cambio por favores políticos para los cogobernantes ultraconservadores.

Es cierto que el Mimp requiere de una reestructuración seria, que ajuste procesos y mejore el impacto de los programas y políticas que implementa desde su fundación en 1996. Esto no es lo mismo que desaparecerlo, sobre todo considerando la grave situación en materia de violencia contra la mujer que vive el Perú, donde han ocurrido 100 feminicidios en los primeros siete meses del año.

Ha trascendido que esta sería una fusión entre ministerios, pero ¿es posible compatibilizar esas rectorías distintas? Las funciones del Midis no son menores. Quienes promueven la enorme campaña en contra de las políticas de género y del Mimp, olvidan que el sector también tiene rectoría sobre políticas respecto a personas adultas mayores y menores de edad en desprotección. Así, bajo su jurisdicción se encuentran tanto la responsabilidad del sistema de adopciones como el Inabif que tiene a su cargo albergues alrededor del país. Ambas responsabilidades difieren largamente de las funciones del Midis y son de gran importancia.

Ya sabemos que las personas adultas mayores y los menores de edad en desprotección no son importantes, en lo más mínimo, para Dina Boluarte y su séquito de lambiscones, pero corresponde a las organizaciones y a las peruanas y peruanos levantar la voz ante el riesgo de someterlos a un abandono aún mayor. No dejemos el porvenir de los más necesitados entre los necesitados en manos de indolentes que justifican violaciones diciendo que son “prácticas culturales” o quienes niegan la existencia del hambre en nuestro país.