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El carnero de los siete colores, por Mirko Lauer

Allí donde el Estado se desinteresa, hay casos de gestión privada, como lo demuestra desde hace años Siete Colores, que no es arqueológico, sino geológico, y existe en más de una decena de países.

Los desmanes ocurridos hace poco en Aguas Calientes mostraron que habíamos entrado en una era de guerra por la taquilla turística. Lo recién sucedido en el Cerro de Siete Colores (Vinicunca) lo confirma. En Machu Picchu fue una pelea entre una mafia de boletos y servicios y el Estado; en Siete Colores, el conflicto se da entre comunidades cercanas al lugar.

Una idea muy difundida es que el turismo puede mejorar la economía de las poblaciones cercanas a los lugares que atraen a los visitantes. Esto ha demostrado ser cierto en muchos casos, pero no es tan automático. Existen diversas maneras de vincularse con el fenómeno: legales, ilegales, promotoras, parásitas, negativas, entre otras.

Aguas Calientes mostró una vez más que la arqueología es la “pera en dulce” del negocio turístico. Las llamadas ruinas de todo el país no solo son sumamente atractivas, sino que están bajo el cuidado del Estado, que reconstruye, mantiene y cobra entrada. Así, los restos arqueológicos son, para todo fin práctico, oficinas públicas.

Allí donde el Estado se desinteresa, hay casos de gestión privada, como lo demuestra desde hace años Siete Colores, que no es arqueológico, sino geológico, y existe en más de una decena de países. El espectáculo no es único, pues, pero sí muy bonito, y bien vale una mirada si uno llega a Cusco. Cabe decir que las fotos de los cerros chinos son más espectaculares.

Pero el tema de hoy no es estético, sino la lucha violenta por la taquilla, que está avanzando, y los problemas administrativos entre comunidades más bien básicas. Ya hemos visto que muchas de estas últimas tratan las diferencias comerciales como si se tratara de disputarse un carnero. En el caso de Siete Colores, se añade un tema de pretensiones a la propiedad privada.

En la Biblia no dice que el turismo arqueológico debe ser monopolio estatal, de modo que su manejo privado puede resultar conveniente, siempre y cuando sea mediante empresas serias, con redistribución de las utilidades a la población (eso sí está en algunos libros sagrados). Lo que no puede ser es una rapiña, y menos con muertos.

¿Podrá el Ministerio de Cultura con esta nueva situación, que es nacional? Un ministerio más empresarial podría ser más eficaz, pero menos sensible. Quizás lo que se necesita es una suerte de autoridad autónoma capaz de conjugar todos los factores del problema.

Mirko Lauer

Observador

Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).