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Pugna caótica

Se deshace la institucionalidad mientras el Ejecutivo y el Legislativo entorpecen la salida.

Si algo puede dañar gravemente la salud política de un país, es la inercia. Vamos resbalando hacia el fondo y nadie parece reparar en la situación, que responde en términos de responsabilidad a ambos poderes del Estado, enfrascados en un debate sin fin y que parece totalmente estéril.

El Poder Ejecutivo ha invocado la falta del voto de confianza del Congreso para hacer un cambio de gabinete, que se inició con la designación de Betssy Chávez para la Presidencia del Consejo de Ministros. No sería raro, si no se tratara de una ministra ya censurada previamente como titular de Trabajo y que está en el centro de los reflectores por haber mentido sobre una relación sentimental, que ha favorecido a los parientes con puestos de trabajo y algunos contratos públicos.

Esta designación muestra que hay poco propósito de enmienda y sí, potencialmente, una amenaza a la oposición congresal, que ha alertado sobre la vocación antidemocrática que alienta, desde el Ejecutivo, al cierre del Congreso.

Por el lado del Congreso tampoco existe una real voluntad de trabajar por una salida política que resuelva los problemas de fondo y propicie una reforma política para no tener que votar por los mismos de siempre, con las mismas taras de toda la vida: corrupción, pocos valores democráticos, golpismo, falta de idoneidad y preparación, etc.

Por el contrario, se barajan todas las fórmulas posibles que los conserven en los puestos congresales, mientras minan con sus modificaciones constitucionales encubiertas la poca institucionalidad y van generando fórmulas de blindaje, sin otro objetivo que conservar la curul.

Por ello, hoy se pondrá a debatir una demanda competencial y medida cautelar contra el Poder Ejecutivo para descartar la cuestión de confianza planteada por el saliente Aníbal Torres. Un embrollo legal que les haga ganar tiempo y les permita seguir en el debate estéril, con rumbo a ninguna parte.

Esta suma de cero es la que ahora nos afecta gravemente. La inercia consciente y provocada y la esencia subalterna de los intereses en debate. No hay un horizonte de país ni en el Ejecutivo ni en el Legislativo. Ambos son la expresión de lo mismo, una terca voluntad de permanencia pese a que ya se les agotaron los plazos y han demostrado hasta el hartazgo su incapacidad para gobernar y legislar.

La República

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