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El paro calienta motores, por Mirko Lauer

“Pedro Castillo podrá decir que los transportistas no son el pueblo, lo cual es una verdad muy a medias. Pero con los agricultores no hay discusión. A los más pobres el hombre del sombrero les ha entregado el anticastillismo”.

El gremio de transportistas ha anunciado su paro con gran anticipación, con una amenaza dramática sobre la carestía de alimentos en las ciudades. Quizás el adelanto es para darle espacio a la negociación. Lo negociable solo podría ser un subsidio al combustible que utilizan los camiones, cuyo precio sigue subiendo impulsado por la guerra de Ucrania.

Al ritmo que vamos, todo el mundo debe estar alistando su protesta, pues los problemas de la economía se están expandiendo hacia casi todas partes, desde las grandes empresas hasta los hogares más pobres. La gestión positiva de la estrechez es algo que va más allá del MEF, y exige la capacidad del gobierno en conjunto.

Lo que estamos viendo con el retiro del IGV a los alimentos, algo directamente vinculado a los transportistas, es elocuente: los precios no han bajado, y más bien siguieron subiendo, y el beneficio se ha trasladado solo a los intermediarios. ¿Es presión inflacionaria de fuera, o mal manejo de los factores internos?

Es inevitable que un paro de transportistas en estos tiempos no evoque aquel de Chile en 1972, que contribuyó a derrocar a Salvador Allende. Gabriel Boric sufrió uno en mayo pasado, pero una negociación que funcionó evitó mayores consecuencias. Más que negociación, lo que veremos aquí en el Perú es una concesión del gobierno.

Lo que se está necesitando en el terreno de los combustibles es un sistema de compensación razonable, que a su vez permita ir a acuerdos estables con todos los usuarios (no solo los transportistas), mientras se espera que los precios bajen. Pero hasta hace muy poco el petróleo en el país ha estado en manos de la nueva picaresca.

Mientras tanto los agricultores están entre la amenaza del transporte, la carestía de fertilizante, el aumento de los costos de subsistencia en el hogar, y ciertas formas de competencia alimentaria del exterior en virtud del tipo de cambio local. Los paros agrícolas son más difíciles de llevar a cabo, pero ya hay uno sincronizado con el de transporte.

Pedro Castillo podrá decir que los transportistas no son el pueblo, lo cual es una verdad muy a medias. Pero con los agricultores no hay discusión. A los más pobres el hombre del sombrero les ha entregado el anticastillismo.

La República

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