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El futuro de la pandemia y las universidades, por Eduardo Villanueva Mansilla

“Un conjunto de defensores de interés, escondidos tras pretextos inverosímiles y risibles, propone destruir lo poco que hemos avanzado en educación superior”.

El 2022 será otro año con pandemia. Con suerte, ómicron no será tan mala como se temió, y tendremos una tercera ola más bien suave y corta. Luego, varios meses de estabilidad hacia abajo, quizá más vacunas según sea necesario, pero con contagios cayendo, hasta que lleguemos a cifras que permitan tratar al SARS-CoV-2 como un virus endémico y manejable. (Lo dicho no es predicción, sino especulación, informada, pero sin duda optimista).

Sin embargo, y como vemos en todo el país, la vida social de la pandemia no es la misma que su vida epidemiológica. No hemos vuelto a febrero del 2019, pero estamos cerca. Vivimos según distintas percepciones de riesgo, colectivas e individuales, que no coinciden con el riesgo “oficial”; esto se combina con expectativas y deseos sobre necesidades materiales y morales. Nadie se arriesga irracionalmente, sino desde la propia percepción de riesgo.

Esta diferencia puede traer problemas si el riesgo epidemiológico crece, pues el social no reacciona automáticamente. Acercar la percepción social a la realidad es una tarea pendiente, una de tantas, que el Estado peruano debería acometer. La vida social de la pandemia ha sido influenciada por las acciones, las inacciones y los errores de nuestros líderes. La vacunación está en niveles aceptables, permitiéndonos olvidar tanto equivocaciones gubernamentales como afirmaciones ridículas, mal intencionadas o tendenciosas. Mas el olvido no niega que necesitemos una respuesta sistémica del Estado y la sociedad peruana.

El Estado debe ir más allá de su propia capacidad: se requiere a las universidades, que realizan investigación en todos los aspectos que una pandemia requiere. Hacer ciencia, comunicar ciencia, participar desde la ciencia en el diseño de respuestas públicas. Más que un ministerio, nos ha faltado que el Estado acepte y promueva, a todo nivel, que la comunidad científica tiene que ser su interlocutor, para todo tipo de respuesta. Hemos tenido multitud de expertos que desde sus visiones, a veces erradas, han llenado vacíos; no ha habido política pública integral.

Ante esta urgencia, hay que recordar que un conjunto de defensores de interés, escondidos tras pretextos inverosímiles y argumentos risibles, propone destruir lo poco que hemos avanzado en educación superior. En vez de pensar en fortalecer la ciencia en cada institución, se lucha por continuar el cómodo negocio de algunos y la estafa constante a los más pobres. Tenemos delante desafíos enormes, como la crisis climática, pero renunciamos a reconocer que no podemos seguir pensando en el negocio de algunos frente a la urgencia de acción para todos. Aquí también el estado renuncia a liderar, y nos condena a más sufrimiento.

Eduardo Villanueva Mansilla

Profesor principal del departamento de Comunicaciones de la PUCP. Investiga sobre política y desigualdades digitales, y el contacto de estas con prácticas de la cultura digital, desde memes hasta TikTok.