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Política del afecto

“El melodrama que se engrandece por efecto de los medios digitales no puede ser traducido más que como impulso a la acción”.

¿Por qué apelar a la emotividad en el debate de la segunda vuelta? Me he preguntado ayer, luego de ver por YouTube, algunos momentos cumbre del melodrama nacional en torno a dos políticos y sus recovecos emocionales. ¿Era necesario que los hermanos Fujimori nos hagan partícipes de un acto de absoluta intimidad familiar?

Uno podría pensar que los asesores de la señora Fujimori habrían leído el sugerente libro de William Davies Estados nerviosos; pues tal como ahí sugiere el autor, nada es más efectivo en tiempo de desafección política que buscar enganchar con la ciudadanía a través de los códigos más recurrentes en los tiempos actuales: las sensaciones inmediatas en tiempo real, el drama y la lágrima fácil.

Sí. Puede ser que algunos se hayan enganchado ayer con el melodrama y que hayan validado la hipótesis de Davies. Pero también es cierto, como dice ese autor, que el melodrama que se engrandece por efecto de los medios digitales no puede ser traducido más que como impulso a la acción.

¿Es suficiente apelar al dolor y al C19 para ganar votos y convencer voluntades? Pienso definitivamente que no.

Además, creo que la señora Fujimori pierde mucho, apelando a esa sensiblería innecesaria, cuando tiene mejores argumentos que presentar respecto de su contrincante: más orden en las propuestas técnicas e incluso mejoradas –esa fue la sensación que me dio su representante en el CADE Digital–.

A solo tres semanas de contar con un nuevo gobierno para el Perú, desde esta columna, apelo al criterio de los dos contendores de segunda vuelta para que asuman la prestancia que el cargo al que aspiran les impone.

Por favor, dejar de lado la política del afecto gratuito y ofrezcan de una vez soluciones. Si no es por respeto al cargo al que aspiran, háganlo al menos en nombre de la memoria de todos los peruanos fallecidos a la fecha.

La República

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