Existe un texto, a estas alturas un clásico, de la historiadora Joan Scott (Brooklyn, 1941) que reflexiona sobre los alcances del género como una categoría analítica/concepto, es decir, hasta dónde nos puede llevar a pensar el hecho de considerarnos seres sexuados. Fue escrito a mediados de la década de los 80, y se convirtió en un hito, pues daba razón de cómo se había instalado el interés por explicar e investigar el movimiento feminista en la academia.
Se empezaba a producir teoría e interpretaciones de los procesos sociales desde una sensibilidad hasta entonces insospechada, cuestionando casi todo desde una crítica a las desigualdades de género. No puedo prescindir de esa contribución; me sigue diciendo mucho y volverlo a leer con las estudiantes sigue siendo entender más y, de ese modo, un disfrute.
Entre los varios puntos ahí abordados, porque es un ensayo repleto de posibilidades, me provoca comentar parte de lo vinculado al significado de cómo nos reproducimos. Scott se refiere a los debates que precedieron el logro de esa categoría analítica; uno fue el iniciado por las teóricas del patriarcado. Discutieron y escribieron en los 70 sobre la “trampa de la maternidad” y de lo asfixiante de la familia nuclear burguesa y cerrada como serios obstáculos para la autonomía de las mujeres. La autora también plantea los peligros epistemológicos que traía consigo estudiar la configuración emocional y subjetiva del sujeto centrándose solo en la relación de este con la madre, dejando de lado la impronta histórico social de esta y de la familia. Es decir, lo psíquico, como las emociones, está impregnado de historia.
Entre las estudiantes están las que han criado o crían, las que dudan si lo harán y las que han decidido que no; y las que entregadas a búsquedas propias no tuvieron el tiempo. Aparece en el aula la noción de “maternar”, de hacer que algo crezca y se transforme desde el cuidado atento, curioso; no necesariamente al margen del conflicto. En el grupo también se sospecha de la intensa circulación reciente de la noción del “apego” y de la supuesta importancia de la lactancia materna prolongada justo cuando el horizonte profesional y creativo de las mujeres se expande. La historia es contradicción que crea el movimiento, que hace el tiempo.
Las mujeres pensamos también en -durante- el edulcorado Día de la Madre, en el origen de ese truco, invento anticuado y cursi para muchas; en si es razonable pensar en cambiarle el significado; en si es momento de enarbolar la consigna de solo maternidad voluntaria, en lo que eso significa y cómo las organizaciones de mujeres seguimos imaginando y exigiendo un Estado que ayude a decidir y se comprometa con la crianza.
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