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Un Congreso calcado del anterior

¿Hay espacio para la esperanza? Lo ideal sería un acuerdo estable entre el Ejecutivo y un sector mayoritario del Congreso.

Una frase muy repetida es que el próximo Congreso será igual al actual. En efecto, van a entrar, mutatis mutandis, los mismos partidos, y habrá una fragmentación muy parecida a la de hoy. Es muy probable que tengamos la misma cuota de parlamentarios inesperados. El contexto constitucional y el manejo de las acusaciones para su actuación serán los que ya hemos visto.

Las encuestas sugieren que el reparto de curules será de un tipo que no va a facilitar alianzas estabilizadoras. Lo que veremos será bancadas con mucho mayor radicalidad que las actuales, en la izquierda y la derecha, lo cual apunta hacia una polarización. Una parte importante de los votos estará dedicada a frenar al Ejecutivo, e incluso a tratar de reemplazarlo.

Si medimos con una vara ideológica, centro, izquierda y derecha tendrán a grandes rasgos un tercio cada uno. A primera vista pareciera que un Ejecutivo de izquierda tendría más posibilidades de circular en un Congreso así. Pero ese centro al que aludimos en el actual Congreso ha venido demostrando ser un sector resbaladizo, y por tanto impredecible, al grado de la traición.

Todo esto habla de un evidente caldo de cultivo para iniciativas legislativas contraproducentes, acosos al Ejecutivo, y movidas golpistas. Pero ahora las veremos con otro tipo de escenario social, otra calidad de caja fiscal, y con una pandemia probablemente en alza. Lo cual puede significar un daño aún mayor que el que hemos visto a lo largo de un año.

¿Hay espacio para la esperanza? Lo ideal sería un acuerdo estable entre el Ejecutivo y un sector mayoritario del Congreso. Pero la conveniencia de eso siempre dependerá de los temas de ese acuerdo, y de su capacidad de enfrentar las oleadas de descontento, dentro y fuera del hemiciclo. Todo eso exigiría una muñeca política de todas las partes poco frecuente entre nosotros.

El Congreso que se va habrá durado un año, el que llega viene para cinco años. Esto es toda la diferencia del mundo, con un fuerte elemento de desgaste. Mucho dependerá de si quien llega a Palacio demuestra capacidad para manejar un presidencialismo que se ha vuelto débil en estos años. Los errores garrafales también pueden venir de allí.

La República

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